19.18: He sacado la entrada para la película.
19.20: Me he sentado en el lugar más recóndito de la sala siete. Por supuesto, no he respetado el número asignado en la entrada. Me parece un poco kafkiano que si somos pocos, tengamos la obligación de percibir la cadencia respiratoria del otro.
Las distancias cortas únicamente las aguantaba bien Marilyn Monroe. Que con sus solo dos gotas de Chanel para irse a la cama, expendía fragancia para la eternidad. El diapasón de su encanto aún sigue sin digna sucesora.
19.21: Sigo estando solo. La tarde emite efluvios de silencio. Estoy encantado.
19.22: Entran dos hombres mayores hablando. La conversación se prolonga. Mi mente atisba que el ruido se puede instalar de manera permanente en la sala. ¡Peligro!
19.23: Entran cinco personas más. Respetan el protocolo que marcan las entradas. Lejos de mí. Bien.
19.24: No entra nadie. La caverna sonora me envuelve con su aterciopelada promesa de hacerme soñar. Deseo y espero que la realidad no venga en auxilio de lo previsible. Quiero seguir casi solo. Solo ya no puedo.
19.25: Las personas mayores se han callado. Vuelvo a relajarme.
19.26: No entra nadie. Parece que voy a disfrutar de la película. Los años me han enseñado, más que los años los velatorios, que cuando hay más de dos personas en un lugar, la cosa deviene folklore.
19.27: Entran tres chicas jóvenes. A pesar de no guardar mala relación con la idea platónica de belleza, las quiero lejos de mí. Los tópicos son los tópicos. Y tres chicas jóvenes son tres chicas jóvenes. Dudan…Y se alejan. Bien.
19.28: No entra nadie. La tarde preludia epítetos agradables.
19.29: El acomodador corre las cortinas. Ya no espero que algún despistado, esos que visten con el atuendo de la importunidad, siembre el murmullo que en una sala de cine, cual Guerra Fría, siempre permanece latente. Todo perfecto.
19.30: Comienza la película.
19.31: Entra una mujer con un PopCorn XXXXXL. No sabía que pudieran ser tan grandes. Me hago fuerte en mi posición para que no se le ocurra sentarse cerca. Empieza a andar, mientras mira hacia la sala… Yo contengo la respiración…. Se sitúa a unos centímetros de mí… Su mirada lejos, sus pies cerca… Yo sufro… Su mirada se acerca… Llega hasta mis pies… Los invita a que se retiren para poder pasar… Mis educados miembros dicen sí. Se apartan… Mi mente reniega, pero acepta…¡No, no puede ser! Se ha sentado a mi derecha, dejando un escaso asiento entre ambos. ¡Joder…!
19.32: Empieza a comer palomitas con mucha parsimonia. Incluso con delectación. Ella disfruta. Yo la detesto. ¡No se podía haber quedado en su casa!
19.45: Sigue comiendo. En la sala el aire ya cimbrea resentimiento.
19.48: Estoy a punto de preguntarle cuánto le queda. Empiezo a hacer cálculos matemáticos para poder saber las palomitas que caben en el envase. Siento haber estudiado letras. El resultado no se hace presente en la sala.
20.00: Sigue comiendo palomitas. Estoy a punto de pedirle unas pocas. Para acabar antes.
20.02: Ya no me fijo en la película. Mis cinco sentidos están dirigidos a la dueña de mi ira. Se desata una pelea cruenta de onomatopeyas entre ella y yo. Me siento como Wyatt Earp contra uno de los Clanton en Duelo en O.K.Corral. Primero disparo con mi Winchester un Chis, ella repele mi ataque con un Achís. Después, ya con un Colt 45, le espeto un plaf, para que se dé por aludida. No dispara. Prefiere guardar sus balas para mi siguiente ataque. Sigo con unos comedidos ¡ejem…ejem! Nada. Ya paso a las más contundente ¡Aj…puaj! Nada. Barrunta, que no termina de hacerse explícito, su particular ¡ñam, ñam, ñam…! Esa onomatopeya me hace comprender que la batalla de los sonidos va a ser ganada por ella. Al fin y al cabo, es una fiel sierva de Los chic@s del maíz.
20.05: Sigue poniendo banda sonora a Perdida.
20.06: La miro. Intento, una vez más, intimidarla. Ni caso. Sigue con su particular melodía encadenada de maíz adornado.
20.08: Me planteo abandonar la sala.
20.09: Maldigo haber ido al cine. Y a ella.
20.11: Sigue comiendo. ¡Increíble!
20.14: Se me ocurren mil disparates que decirle. No suelto ninguno.
20.16: Casi le pido relaciones, para que con el susto deje de comer. No obstante, me callo.
20.17: Deja de comer. Por fin. Comienza, para mí, la película. Han pasado cuarenta y siete minutos. Menos mal que dura ciento cuarenta y cinco. Aún puedo amortizar la entrada.
Perdida está basada en la novela homónima de Gillian Flynn. Una historia entretenida. Dirigida por David Fincher. Y poco más. Valga como sinopsis la conversación entre Phil Carey y Fred McMurray en La casa número 322 de Richard Quine:
Carey: «En nuestro oficio se ve todo tipo de mujeres: golfas, chantajistas, ladronas. Me casaría si encontrara una chica un poco decente. Debe haber alguna».
McMurray:«Ten cuidado , esas son las más listas».
Posdata: He jurado no volver al cine. Siempre me ocurre igual. Alguien con una buena relación con el ruido se me sienta cerca. Aunque creo que me va a pasar como a John Toshack. El galés, después de una derrota, siempre tomaba resoluciones contundentes, pero los días cercenaban su cumplimiento con la fiereza de una afilada guadaña:«Los lunes siempre pienso en cambiar a diez jugadores; los martes, a siete u ocho; los jueves, a cuatro; el viernes, a dos; y el sábado ya pienso que tienen que jugar los mismos cabrones».
Posdata (2): Yo también como palomitas cuando voy al cine.
Posdata (3): Por cierto, cuando acabó la película, se giró y me hizo saber que, aparte de las onomatopeyas, también dominaba el arte de pronunciar las vocales. Empezó con un cortante y repetitivo ja,ja…; un conato de segundo después, no llegó, siguió con un je, je. La abertura de la boca ya pronosticaba el ji,ji que se pronunció. Para acabar su faena en el ruedo de las butacas emitió un rotundo jo, jo. Cuando le dije que le faltaba la u, se acercó, dejó el envase de palomitas y me dijo que Tururú.
Silencio, ¡se rueda!
José Manuel Campillo
www.vienafindesiglo.blogspot.com
Casi una hora, 19,18 a 20,17, esperando al asesino que no llega. Salvo para asesinar a la compulsiva comedora de palomitas (¿o son Pop corn?).
Hubo momentos en los que me sentía como Will Kane en «Solo ante el peligro», cuando miraba con temor el intranquilizador reloj de la comisaria.
«Palomita» es una palabra que se deja mecer con agrado por nuestros recuerdos infantiles. «Popcorn» tiene una sonoridad desagradable. Incluso, creo que cuando uno la pronuncia, la expresión de la cara no presenta sus mejores credenciales.
Un saludo.
que cabronazo jajajaja
Un abrazo.
Amigo, ¿no te llegaste a preguntar por qué malditas narices no respetaste el número de asignación de butaca?, ju,ju,ju.
Abrazos…
P.D.: A pesar de todo me has motivado para ver la peli
Si es que por una vez en mi vida quise ser valiente, y salirme de lo establecido. Pero ya ves…no se puedo uno salir de la manada. Te embiste cualquier imprevisto.
Un abrazo.