Ciudad Real tuvo momentos prósperos durante el siglo XIV y la mitad del siglo XV. Alfonso XI celebró Cortes en la Villa en 1346, con años en los que se consolidó su actividad económica. Juan II otorgó en 1420 el título de “muy noble y leal ciudad de Ciudad Real”.
La industria textil en los comienzos de la ciudad.
La importancia económica de la ganadería consolidó una industria textil que exportaba paños a los mercados europeos atrayendo a ciertos estamentos de la nobleza, aunque con Enrique IV la ciudad comienza a entrar en un cierto declive.
En 1492 los Reyes Católicos ordenaron la expulsión de todos los judíos del país. Dos años después se estableció una Chancillería (segunda después de Valladolid) aunque once años después este tribunal se trasladará a Granada. Como dice Villegas “la actividad industrial y comercial se va deteriorando en la medida que distintos acontecimientos provocan el abandono de la población… La presión fiscal ejercida en el último cuarto de siglo XV…, así como la persecución de ciertas minorías religiosas, provocan dicho abandono y la consiguiente paralización de la actividad comercial. La ciudad comenzará a caminar lentamente hacia la ruralización, perdiendo prácticamente su carácter urbano en este sector”. Ciudad Real sin embargo mantuvo su industria de paños hasta la tercera parte del siglo XVI.
Según Hervás y Buendía la industria se rehabilita en la ciudad a finales del siglo XVII. “Vuelven otra vez a aparecer los gremios y apenas hay arte u oficio de los conocidos entonces, que no tenga en ellos representación”. Se fabrican guantes y la fabricación de paños se reactiva con la actividad de cuatro telares y se fabrican también sayas y rajas para lo que trabajan otros cuatro telares decretando el ayuntamiento la habilitación del Batanejo. En 1575 desapareció la fábrica de armas. A finales del siglo XVIII funcionaba en la ciudad la fábrica de relojes dirigida inicialmente por Blas Muñoz y después por Rafael Varona.
A finales del siglo XVIII la Casa de la Caridad fundada por Lorenzana se convierte en un centro de fabricación de paños y tejidos. En la institución de Ciudad Real, inicialmente, se fabricaron paños de lana, cáñamo y esparto. En el proyecto ilustrado no podía dejarse de lado la enseñanza como medio fundamental para la consecución de sus fines. En la Institución, aunque no estaban acogidos muchos niños, estos recibían junto con el aprendizaje de los oficios en las fábricas los conocimientos de primeras letras, religión y orden público; por su parte a las niñas se les enseñaba las labores domésticas y el catecismo.
El siglo XIX.
Cuando Madoz publica su Diccionario Geográfico Estadístico describe así la industria en Ciudad Real: “Telares de paños pardos de mucha duración; telares de lienzos lisos y labrados para manteles; 12 molinos de aceite, 7 tahonas, 10 molinos harineros sobre el Guadiana; 2 batanes y los oficios mecánicos necesarios para las atenciones del vecindario. Cuando el Hospicio estuvo en su auge, se estableció en la ciudad una fábrica de relojes a la que concurrieron algunos jóvenes de los recogidos en el establecimiento, organizó esta fábrica D. Rafael varona, vecino de aquella ciudad en virtud de real gracia conseguida como autor de unos magníficos relojes que presentó en la corte: era el taller el local del teatro, pero esta fábrica cesó hace muchos años”.
La Guía de Domingo Clemente de 1869 cita los siguientes establecimientos:
Hay molinos y prensas de aceite. El molino de Barbería estaba en Pedrero Alta 32, el de Treviño en Postas 11, el de Enríquez en Alarcos 4 el de Muñoz en Mata 23 y el de Aguirre en Ronda 3. Las prensas estaban la de la Virgen en Pedrera Alta 29, Montesclaros en Cañas 3. Úbeda en Palma 10, la de Medrano en Callejón de San Antón 1 y la de Cantalejo en Ronda 1.
Hay molinos de chocolate. El de Barrenengoa en Calatrava 7, el de Díaz en Tercia 12 y el de Mexia en Cuchillería 19. Cuando habla de edificios notables de particulares señala el del industrial D. Dámaso Barrenengoa y la del rico hacendado D. Juan Manuel Almagro situada en la calle Calatrava la primera y la segunda en la de Ciruela. En la de la calle Ciruela estaban las oficinas del ferrocarril y en la casa de Barrenengoa en la calle Calatrava estaba su acreditada fábrica de chocolates.
La Fábrica de cera de Díaz estaba en la calle tercia 12 y la Fábrica de Gaseosas de Ruiz de León en la Plazuela del Prado 5.
Una industria exigua a lo largo de los siglos en los que curiosamente la continuidad está en una industria textil de gran sencillez, relacionada con la ganadería de la zona, que requiere batanes y telares para su funcionamiento. Junto a ello pequeñas industrias alimentarias del vino y del aceite que requieren molinos para su producción. Pero siempre con una incidencia reducida en la economía y la vida de la ciudad.
Espacios
Diego Peris Sánchez
«La Guía de Domingo Clemente de 1869 cita los siguientes establecimientos:»
UNA PENA TODO LO QUE HEMOS PERDIDO!!
Buen artículo!!
Recordemos también que los pañeros o más bien los señores de paños de finales del S. XV y comienzos del XVI tenían sobre todo origen judeoconverso, y en algunos casos su comercio con Portugal fue alentado desde las más altas instancias (aunque también la Inquisición tuviese otros objetivos en estas autorizaciones). No obstante, las carencias del terreno existentes nos indica que este esplendor «industrial» fue solamente coyuntural -al igual que la existencia del tribunal del Santo Oficio y de la Chanchillería, campos de pruebas para las futuras y respectivas sedes de Toledo y Granada.
Perdón, quise decir Chancillería
Un buen artículo, como siempre es un placer sumergirse en la historia de la ciudad.
Buen trabajo.
Una puntualización: en Ciudad Real se fabricaban excelentes guitarras en el último cuarto del siglo XIX, en el taller de Vicente Arias Castellanos, nacido en Alcázar de San Juan; cito de Internet:
«Hacia los años 1875 y siguientes se le empieza a conocer como afamado ebanista e instalado en la calle Paloma, 12 ó 14, donde tenia ubicado el taller de ebanistería. Para entonces, había fallecido su padre, pues se sabe que su madre, ya viuda, vivía en la calle del Pilar, 1, y que el medio de vida de esta mujer, era regentando un estanco en la calle Arcos, 12. Menciona Emilio Puyol que, alrededor de los años 1878-1879, época en la que Vicente Arias ya había adquirido fama como constructor de guitarras y aún vivía en Ciudad Real, el ya conocido guitarrista y compositor Francisco Tárrega le encarga a Arias una guitarra, pero con la circunstancia especial de que fuera un poco más pequeña que el modelo y tamaño que había establecido como norma hasta entonces, con la intención de que se pudiera adaptar mejor a sus características físicas y artísticas. Mucho debió ser el éxito obtenido en su construcción -al compaginar adecuadamente tamaño, calidad de materiales y profundidad de la caja de resonancia-, y tan buen resultado en el sonido que, en lo sucesivo, parece que todas o casi todas las fabricaría en ese tamaño un poco más reducido. Lo que al parecer creó escuela. En el año 1889 hay datos en el sentido de que aún seguía viviendo en Ciudad Real y que continuaba teniendo el negocio en la calle Paloma y pagaba 40 ptas. de contribución anual. Al año siguiente, rechaza la fabricación de tres guitarras que le había solicitado un inglés, alegando que había recibido un golpe en el primer día de carnaval en su mano izquierda y la tenia dislocada, lo que le impedía trabajar. Como su fama va en continuo aumento, en los años 1898 y 1900 comienza a aparecer su nombre en las guías comerciales o Anuarios del Comercio Bailly-Bailliere, como fabricante de guitarras, y aún continuaba en Ciudad Real, y en la calle Paloma. Años después continuaría apareciendo en esos anuarios, sólo que ya con domicilio en Madrid.