La Plaza como espejo artificioso en el que mirarse y ser mirado, prolonga el arbitrario de la Mirada como representación de un Orden Posible, como secuela de un Gusto Imposible, como precuela de un Tiempo Quebrado y como colofón de una Historia Incompleta. Historia Incompleta, a la que podríamos llamar por otras razones, junto al escritor alemán Winfried Georg Maximilian Sebald como ‘Historia Natural de la destrucción’, para dejar ver lo que llamo ya como ‘Naturalidad de la destrucción’.
Un artificio conceptual y retórico que confunde, o lo pretende, los procesos naturales de deterioro, desastre y mutación, con los procesos artificiales de destrucción consentida, especulación inmobiliaria y cambio programado.
Por ello: “La Plaza Mayor de Ciudad Real, con la última y reciente remodelación debiera ser el espejo en el que se refleja el carácter de la ciudad, su personalidad y, en suma, su historia…Al menos, tal y como hoy es, dista bastante de mostrar nuestra personalidad, aparte de carecer de un grato acogimiento…En fin se me antoja pensar que, entre la mezcla de estilos arquitectónicos que la rodean por una parte, la sequedad y austeridad de la piedra, la desvirtualización de los soportales, por otra – han perdido el relieve que antes poseían – , se ha convertido en una Plaza Mayor fría, desangelada, sin estilo propio y, obviamente, muy alejada de lo que es un villa manchega: acogedora, afables y muy humana…Algo menos geométrica, menos insustancial, más grácil hubiera puesto una nota de mancheguismo, pero se ve que estamos entrando en Europa. Que le vamos a hacer”.
Entre la ausencia, imprecisa e inexacta, del Plan Urbanístico, enunciada por Dulce Ramírez Morales, y las conexiones internacionales de Francisco Mena Cantero, como argumentos sustanciales de la debacle urbana, se produce la opacidad de sus argumentos; al considerar ambos elementos como imponderables de triste suerte y de triste sino. Como si ambos mecanismos justificasen, por sí solos, los resultados formales ofrecidos y el horror de la ventura. Esta visión de la conexión internacional, aún era sostenida años después por José González Lara[1]. “Pero si algo importante le falta a la Plaza es su consenso arquitectónico. Mientras unos dicen que era bueno el pastel del XIX, otros piden la revolución de las formas con el gótico moderno –si es que así podemos llamarlo– un paño de encaje hormigoneado (sic) que como en un sueño, nos traslada a Europa cuando ya por derechos y formalidades diplomáticas somos también Europa. Los dimes y diretes abrieron, tiempo atrás, la polémica y fueron muchas las opiniones contrastadas difíciles de contestar…Mejor que decir que la ciudad está sin plaza, hay que decir que la plaza está sin ojos; se ha convertido en muestras de varias cabezas y estas , en su mayor parte, gozan de una ruina inminente”.
Esta falta de sintonía entre las partes, entre tantas partes, originó un texto cuasi orteguiano de Cálamo[2] para advertir de la esquizofrenia de los intelectuales y las masas. Como si todos los problemas, ahora a la altura del fin de siglo pasado, hubieran sido sólo problemas de comunicación entre sólo dos partes: pueblo e intelectuales, y no hubiera otras manos manchadas a las que reclamar el pago de la desdicha. “Y uno vuelve a pensar en la fatalidad, con Azúa. Pero esta fatalidad es de otro cuño: el fatalismo como doctrina que nos permite entender que aquello que sucede, lo es por ineludible determinación del destino del hado, sin que exista en ningún ser libre albedrío. La mano fundacional del Rey Alfonso había trazado de antemano en un solo gesto al clavar la espada sobre el piso terroso del Pozuelo de Don Gil, toda nuestra historia”[3].
Cuando la Plaza Mayor como permanencia muda, quedó alterada, hubo necesidad de inventarse otras desapariciones; al menos sobre el papel virtual. Y así ocurrió, en el primer caso con la consolidación de la muralla virtual del trazado del ferrocarril de Alta Velocidad, que se produjo en el final de la década de los ochenta. Decáda que se había iniciado con un singular texto en la ‘Hoja del Lunes’, denominado ‘Restauraciones’ que dejaba entrever más de un desorden formal y espacial acumulado, que otras pretensiones por retomar lo perdido y yerto. Texto periodístico que venía a retomar en parte, el debate del año anterior, sostenido en el Colegio de Arquitectos con la muestra ‘La destrucción de la ciudad’. Texto que moviendóse dentro de las posiciones usuales del periodismo local, dejaba escapar leves críticas, donde se hacía constar que: “En los tres o cuatro último lustros se viene llevando a cabo una serie de restauraciones de parte del tesoro artístico de la provincia, que si no con el volumen y la urgencia que todos quisiéramos, si merece destacarse, porque con cierto rtimo se está volviendo a su prístina situación buen número de monumentos, que por la incuria aliada con el paso del tiempo o con las desafortunadas reformas o pretendidas restauraciones dirigidas por indoctos, habían alcanzado un estado lamentable, algunos de los cuales habrían llegado a desaparecer. La Dirección General de de la Vivienda, la de Bellas Artes, la Comisión Provincial de Monumentos y algún que otro organismo como la Diputación, prestando estimanble colaboración, han logrado devolvernos a los ciudadanos de no pocos lugares de la provincia, muchas cosas que parecían perdidas o a punto de perderse, de alto valor artístico, que gracais a estas restauraciones podemos mostrar con cierto orgullo a nuestros visitantes” [4].
Y década, la citada, que finalizaría con el Nuevo Cierre Virtual de la muralla perdida e inexistente, de la mano del trazado ferroviario de la llamada entonces ‘Directísima’ o con el acrónimo NAFA (Nuevos Accesos Ferroviarios a Andalucía). Trazado que dio pie para el esbozo de hasta dos versiones enfrentadas, como tantas otras cosas: la sostenida por el agente ferroviario, coincidente con el trazado del noreste, y finalmente ejecutada; y la de aquellos ciudadanos, capitaneados por el ex diputado de UCD Blas Camacho, que defendia el rumbo de la variante oeste, rememorando el primitivo trazado del ferrocarril somnoliento de MZA, que entrando por la Puerta de Toledo, avanzaba hacia el Mediodía, Camino de Las Casas mediante, para anclarse, como muestran las viejas fotos de Laurent, en los predios vacantes y estadizos del que sería años más tarde Parque de Gasset.
[1] González Lara J. La Plaza. La Tribuna, 26 octubre 1990. La Plaza de la chatarra. La Tribuna, 5 junio 1992. El arco del viejo consistorio. La Tribuna, 5 junio 1996.
[2] Cálamo. La rebelión de las masas. Lanza, 10 julio 1988.
[3] Rivero J. Rien en va plus. Op.cit.
[4] ‘Restauraciones’. Hoja del Lunes, 15 de marzo 1982.
Periferia sentimental
José Rivero