La sonrisa en su tez tostada reproduce las arrugas que los huertanos de antaño exhibían en sus frentes labradas por el rigor del estío manchego. Esas que los oriundos del terruño de hogaño ya solo lucen en la cartera, a causa de la inclemencia económica. Ataviados con el pañuelo de yerbas, estos culipardos de pro de acento azucarado vivieron con gozo su particular inmersión en el endogámico universo de la Pandorga.
Entre las más de setenta peñas que probaron suerte y jarreo en el concurso oficial de limoná, quise poner a prueba a un grupo de bolivianos que participaba por primera vez en el certamen. No eran noveles en las fiestas culipardas, pues ya los vimos, entre angelicales y endemoniados, mostrando insólitas danzas en el pregón de Carnaval y durante el desfile de carrozas y comparsas del Domingo de Piñata. «Medio kilo de azúcar, un kilo de limones y cinco litros de vino blanco… y vuelta al molino», decía un integrante de la peña, mientras una señora apuntaba «…y mucho amor». La teoría bien, pensé.
A pesar de su inexperiencia, presumían de haber elaborado la mejor limoná del concurso. En primera instancia no di crédito a sus palabras, que parecían más la fanfarronada de unos principiantes borrachos de optimismo. Supongo que mi semblante se sinceró, evidenciando una clara falta de confianza en sus posibilidades. Me ofrecieron entonces un aperitivo. Una pequeña albóndiga que, con insistencia, me conminaron a hundir en un moje de color carmesí. Mientras la mordía pensaba que, con una tapa de queso o una berenjena, la cosa tampoco hubiese estado mal. A continuación sentí mi esófago arder, como si hubiera engullido una cucharada de brasas. Apagué presuroso el fuego con la zurra boliviana que me refrescó el gaznate al instante. Joder, con la urgencia me supo a néctar de los dioses. No entiendo cómo no ganaron el concurso.
Al día siguiente, ya en el desfile de peñas, asociaciones y hermandades de la Pandorga, previo a la ofrenda de flores y frutos del campo a la Virgen del Prado en la Catedral de Ciudad Real, una docena de dominicanos participaba con alborozo en la procesión.
A la Hermandad le rechina la posibilidad de que el pandorgo pueda llegar a ser una mujer pero, quién sabe si, en un futuro más o menos lejano, este colectivo no acabará abriéndose al mundo y adoptando en sus filas a estos meritorios culipardos de allende.
PD: No picaba tanto. Bienvenidos.