En 2009 la Conferencia Episcopal puso en marcha la campaña contra el aborto ¿Y yo?… ¡Protege mi vida!, en la que se comparaba la protección dedicada al embrión humano con el lince ibérico.
La campaña argüía que «en nuestra sociedad, cada vez es mayor la sensibilidad sobre la necesidad de proteger a los embriones de distintas especies animales. Las leyes tutelan la vida de esas especies en sus primeras fases de desarrollo. Sin embargo, la vida de la persona humana que va a nacer es objeto de una desprotección mayor».
Evocaba más recientemente aquella maniobra el presidente de la Diputación de Ciudad Real, al reclamar que las personas que pasan hambre deberían gozar, por lo menos, de «la misma atención» que suscitan los linces, “porque son personas”. Nemesio de Lara decía esto durante la presentación del Plan de Emergencia Social de la institución provincial; unas ayudas que se ha comprometido a mantener mientras exista una demanda «tan desbordante».
Esta alusión a los linces por parte del presidente de la Diputación era un guiño a las sueltas de ejemplares de esta especie que se han llevado a cabo en la provincia de Ciudad Real en las últimas semanas, en las que participó la presidenta de Castilla-La Mancha, María Dolores Cospedal, y a los más de cuatro millones de euros que el Gobierno regional ha destinado a la recuperación de esta especie en peligro de extinción.
Lo curioso (y coincidente) no son tanto las referencias al lince como el artificioso halo de santidad con que ambas instituciones impregnan algunas de sus manifestaciones.
Finalmente, resultó que la cría de lince que aparecía en los carteles de la campaña contra el aborto no era un lince ibérico, sino un ejemplar de lince boreal, para más inri…