Justo cuando más lo necesitaba, en el momento en que había comenzado a especularse sobre su solidez psicológica, después de tres carreras para olvidar, el británico Lewis Hamilton puso el Mundial patas arriba con su victoria en el “British Grand Prix”, justo en la 50ª ocasión que se celebraba en Silverstone.
DE MAL EN PEOR
Lewis Hamilton que pasa por ser de los últimos guerrilleros de la F-1 y que aúna en su excelente condición de piloto las virtudes y defectos de la profesión, llevaba desde el GP de Mónaco una línea demasiado quebrada donde era superado sistemáticamente por Nico Rosberg, tanto en calificación (merced a ardides de dudosa catadura) como en carrera (gracias a ciertas estrategias que le protegían de su mayor enemigo, su compañero). Por si esto fuera poco, su abandono en el GP de Canadá llevó otro cero al casillero de Lewis que se unía al fiasco de Australia y que ponía distancia con su compañero que, hasta precisamente este pasado domingo, contaba sus actuaciones por victorias o segundos puestos. En estas circunstancias y cuando muchos empezábamos a pensar que la “cara B” de Hamilton estaba durando demasiado y corría el riesgo de echar el Mundial por la alcantarilla, llegamos a la catedral de la F-1, el circuito donde todo empezó, que además estaba de onomástica con desfile de viejas glorias sobre antiguos y ruidosos F-1: correr en casa y con ese ambiente daría un plus a Lewis… ¿O no? Durante las tandas de libres nada parecía enturbiar el guión de otras carreras con Hamilton y Rosberg alternándose en el dominio de la tabla y preparando la calificación del sábado con la holgura que permite un coche que está casi un segundo por delante de los demás, cuando se le exprime bien. En la hora de la verdad, un chaparrón dejó fuera en la misma Q1 a las parejas de Ferrari y Williams que erraron como pipiolos la estrategia; “chez” Mercedes todo iba bien, como iría en la Q2 para acceder a la definitiva Q3 con la ya citada solvencia. Pero hete aquí que cuando queda una sola vuelta disponible con los diez últimos pilotos a luchar por la “pole”, unos no se toman ni medio en serio y otros buscan su último clavo ardiendo: Rosberg, Vettel, Button y Hülkenberg fueron de estos último y esa fue su colocación en parrilla, dejando entre otros a Hamilton con cara de bobo lamiéndose sus heridas en la sexta plaza, detrás del segundo McLaren. El Campeonato estaba tan oscuro como el cielo inglés.
RESURRECCIÓN EN CARRERA
En una salida enmarañada, donde Kimi Räikkönen realizó en espectacular trompo, invasión de pista y accidente sobre las protecciones, que quedaron destrozadas, Hamilton mejoró dos plazas con una salida tan hábil como aguerrida pero, cuando intentaba a toda prisa acosar la tercera plaza, se sacó bandera roja y la prueba se detuvo durante una hora hasta que los operarios repararon los “guard-rails”. Kimi estaba en el hospital preguntando por las consecuencias de su accidente en otros compañeros pero sólo con una esguince de tobillo. La salida relanzada, tras el “safety-car” benefició a Rosberg que estuvo muy “cuco” ante un Vettel al que “se le fueron los pavos”, no obstante enseguida Hamilton puso las cosas en su sitio y se colocó en segunda posición con unos cuatro segundos de retraso sobre su compañero-rival, a la espera de acontecimientos que, en el caso de Mercedes-AMG es dejar que la carrera fluya sin pelearse, llevar los dos coches en doblete a la meta y mantener el “statu-quo” pro-Rosberg, que con el paso de las carreras va notándose más aspirante al título. Sin embargo, la fiabilidad teutona iba a causar una mala pasada y Nico veía como su coche perdía potencia debido, según dijeron, a un problema en la caja de cambios que determinó su abandono, faltando un tercio de prueba. Hamilton sin más problemas ganó por segunda vez en casa, por delante el sorprendente Valtteri Bottas y del ya habitual de los podios, Dani Ricciardo. Con ese saco de 25 puntos netos, el británico se acerca hasta cuatro de su compañero que ve derretirse una ventaja que podía haber llevado hasta los 36 de haber terminado la carrera en el soñado doblete Rosberg-Hamilton. La supuesta calma y relajación de que gozaban en Mercedes, se ha vuelto ahora incertidumbre, primero por saber que los coches van siendo menos “irrompibles” que al principio y segundo porque el “príncipe negro” ha despertado de su modorra y reclamará sus derechos pese a quién pese.
Juanma Núñez
A41- Todo Motor