No tenemos, o no teníamos, por costumbre el uso cotidiano de la bandera nacional, como acontece por ejemplo en un país tan patriota como los Estados Unidos, que usan la enseña para cualquier circunstancia que se cruce con la vida de sus ciudadanos: un recuerdo, una conquista o un agravio. Nosotros hacemos uso de ella con ocasiones muy solemnes, en efemérides copetudas y con acontecimientos muy señalados y festivos.
Hace cuatro años y con motivo de la conquista del Mundial de Fútbol de Sudáfrica por parte del seleccionado español, la producción del textil en lienzos de bandera, entre otras labores de tejido, experimentó un alza en ventas fenomenal y nunca visto. De igual forma que avispados fabricantes de camisetas de algodón de color rojo, con patente Adidas o sin ella en el reclamo, se pusieron morados con unas ventas estratosféricas y nunca vistas. A medida que la selección nacional avanzaba en las diferentes eliminatorias y clasificaciones, se disparaban las ventas tanto de tela de banderas como de camisetas y de otros gadgets coloreados de rojo sangre de toro. Así hasta llegar al orgasmo final de la final conquistada, que supuso cifras de records de audiencia televisiva y no menos records de ventas de banderas nacionales. Aunque algún fabricante se lamentó y mucho, de no haber realizado previsiones de sus provisiones, que habría vendido a cualquier precio en esa embriaguez entusiasta y abanderada.
En 2014, con los mismos campeonatos del Mundial de Fútbol de Brasil, hubo fabricantes de textil que no quisieron soportar el estrangulamiento de 2010, y por ello realizaron acopios suficientes para satisfacer la marea rojigualda que se esperaba acompañase a nuestro seleccionado en la llamada, enfáticamente, ‘Conquista de Brasil’. Tratando de rectificar la Historia de la Conquista de Indias y mostrando y demostrando que aunque los conquistadores históricos fueron marineros portugueses, la conquista del Mundial de 2014, caería de manos españolas por pura lógica histórica. Por ello se realizaron de forma anticipada adquisiciones suficientes y masivas de rollos de tela de diversas dimensiones, con el añadido del escudo nacional impreso. Todo ello a la espera de repetir las ventanas beneficiosas del pasado mundialista.
Pero las cosas se torcieron a una velocidad de vértigo. Incomprensible e inenarrable. Caídos ante Holanda y recaídos con un Chile desconocido, España fue la primera de las selecciones eliminadas, para mudez de tantos y tormento de otros muchos. Más allá de las frustraciones deportivas, los que se vieron privados de una colosal oportunidad de negocio, fueron los mismos que lo redondearon en 2010. Sí, los mismos fabricantes de tela para banderas del acopio millonario, pensaron que el hundimiento de este año quedaría compensado por la coincidencia de la eliminación de la selección con la proclamación de Felipe VI como nuevo rey tras la abdicación de su padre, Juan Carlos I. Y esa circunstancia podría mitigar las pérdidas proclamadas. Pero a lo visto queda que el furor monárquico de la proclamación, no ha sido capaz de compensar las banderas no vendidas, ni aún a precio de saldo.
Periferia sentimental
José Rivero
No hay bandera más hermosa que la blanca, ni más higiénica. Ni mejor asta que el palo de una escoba. Todas las demás banderas están manchadas de sangre; solo la blanca posee la blancura desinfectada del algodón de las vendas para las heridas. Las demás están contaminadas con el virus tóxico del nacionalismo o paranoia de masas, un invento del asqueroso siglo XIX que llegó a su máxima pestilencia en los dos primeros tercios del XX.
Esa bandera blanca es un sudario del soldado desconocido. Y además la antítesis de la bandera negra de la piratería. ¿Porqué además, la bandera blanca fórmula el pacto, la rendición y hasta La Paz pactada?
Los simbolismos de los colores son a la vez cuestión de programación genética y cultural. Por ejemplo: las mujeres están programadas para distinguir matices del rojo que los hombres no podemos percibir. Y el software lingüístico y semántico cerebral de distintas culturas impide distinguir universalmente donde acaba un color y empieza otro. Se hace así cierto el verso de T. S. Eliot, «tan imposible como destejer un arcoíris»
Vaya, he ido a verificar el verso y resulta que Eliot estaba citando a J. Keats. Estos irlandeses se copian a mansalva.
Dicho por mi oftalmólogo de cabecera el blanco es la conjunción de todos los colores y el negro la ausencia de los mismos. Y me pregunto si la bandera blanca es la bandera total por tener todas las banderas en sus entretelas. En cualquier caso, manda la semiótica banderil de la paz o de la rendición: blanca y radiante.
Creo que cabe la contraria de tu oftalmólogo de cabecera, Valero. El blanco como la ausencia de color y el negro como suma de todos ellos.
Con lo cual llegaríamos a la anunciada expresión de los extremos también se tocan. Aunque no se qué parte es tocada por esas manos invisibles de los extremos.
Me han dicho que se ha visto al Trasgo del Sur borracho perdido por el vino y de luto. Bien estaría que escribieseis algo sobre ella…que alguna visita maravillosa hizo a Ciudad Real para hablar de su literatura y dejarnos con la boca abierta y llena de babas.
Aunque seguro que alguno ya estáis en ello.
Saludos.
¿Trasgo masculino o femenino? Hay muchos Trasgos, pero un sólo Dios verdadero. Iremos viendo las pistas de las babas literarias, el trazo negro y el olor a vino.
Coño me pillas! No le pregunté el sexo del trasgo cuando estuve con ella, pero imagino que era tio!!!
La verdad es que me ha impresionado leer lo de la muerte de Ana María Matute. Parecía inmortal con esos güiscazos que se calzaba!
El reguero de babas es el mío. Siempre he disfrutado leyéndola y escuchándola.
Salud!