Fermín Gassol Peco. Director Cáritas Diocesana de Ciudad Real.- “No busques en ningún libro vocablos que traduzcan el lenguaje de la Caridad; que el idioma del Amor es una lengua universal que no se explica con palabras, sino con hechos”.
Uno de los peligros que existen a la hora de tergiversar la realidad es prostituirla o desvirtuarla con el lenguaje empleado. Definir los hechos con palabras de significados muy distintos. De las más afectadas, creo que la Caridad es una de ellas. El Papa Francisco la define en términos muy actuales: “No basta dar un sándwich si no se acompaña de la oportunidad de aprender a caminar sobre sus propios pies. La caridad que deja a los pobres tal y como están no es suficiente. La caridad verdadera, aquella que Dios nos da y nos enseña, pide justicia, pide que el pobre encuentre su camino para dejar de serlo”
Justicia y Solidaridad
Si con el fácil gesto de dar a una tecla, hoy que sabemos al instante cualquier cosa por tangencial que nos sea, quisiéramos averiguar las veces que hemos hecho referencia a las palabras justicia y solidaridad en los últimos tiempos, a buen seguro que ambas aparecerían ocupando páginas y páginas, bloqueando quizá nuestro ordenador. Si hiciéramos lo propio con las de Fraternidad y Caridad…el número de entradas se vería reducido de una manera muy notable.
Sin embargo pese a procurar, clamar y denunciar con tanta frecuencia los dos conceptos citados en primer lugar, necesarios e inexcusables para lograr un mundo más equitativo y humano, lo que podemos evidenciar con traumático pesar es que “algo” está impidiendo que estos anhelos estén llegando a buen puerto.
La pregunta radical podría ser: ¿Qué le falta a este universal deseo para que por fin se logre? ¿Quién está impidiendo que esta noble y legítima situación se traduzca en una realidad? ¿Será que nuestra naturaleza frágil e individualista supere con demasiada frecuencia a nuestros gérmenes altruistas?
Analizando el comportamiento de una gran mayoría social, la sensación percibida es la de buscar un civilizado estado de bienestar material alejada de problemas que pongan en riesgo esta confortable situación. Como si el objetivo último de la sociedad consistiera en llegar a un definitivo y atemperado paraíso terrenal cerrado en sí mismo en el que exista un agradable nirvana.
Mi impresión particular por lo tanto, es que estamos sustituyendo la importancia de valores trascendentes, esos que nos superan, nos comprometen, nos invitan a salir de sí mismos para aceptar y compartir nuevas y a veces muy distintas realidades, por otros que nos entretienen, procuran una vida más “agradable” pero que no nos hacen crecer como personas. Como si el ser humano ansiara vivir más feliz con las únicas “armas” de sí mismo.
Como consecuencia, cada cual parece afanarse en solucionar sus problemas individuales dejando de lado aquellos que puedan afectar a otros. El hecho de que solo uno de cada mil ciudadanos muestre interés por los problemas sociales, corrobora lo que digo. Y es que casi todos aceptamos de buen grado el concepto de justicia y solidaridad…pero dejamos que sean otros quienes los hagan realidad.
Caridad y Fraternidad
Dicho esto, creo que estos imprescindibles afanes de justicia y solidaridad solamente pueden lograrse viviendo valores que los superen. Como aquél chaval curioso que se empeña en saber lo que existe al otro lado de la pared…pero que a base de brincos, con sus propias fuerzas no puede encaramarse lo suficiente para verlo. La única manera que tendría de satisfacer su gran anhelo sería elevar la mirada por encima de la tapia ayudado por alguien. Y ese Alguien es el que nos procura el lenguaje del desbordamiento, el lenguaje de la Caridad. Si renunciamos a ello quizá tengamos llenos nuestros habitáculos individuales, pero la solidaridad será imposible porque no existirá esa ósmosis vital que haga comunicarnos con la intimidad de otras personas, encontrando por fin esa ansiada Solidaridad…desde la Fraternidad.
Y es que el ser humano tiene albergado en lo más profundo de su identidad, aún sin saberlo en muchos casos de una manera consciente, el germen de la transcendencia. Sus anhelos están basados en este hecho…lo que sucede es que a la hora de ponerlos en práctica utiliza medios puramente inmanentes y por tanto insuficientes.
Un ejemplo: Las revoluciones que han proclamado y proclaman hoy la igualdad social lo han hecho siempre desde el principio de que las cosas y los bienes se han de repartir entre todos, pero y ahí está su fracaso, nunca han contemplado que ese reparto ha de acabar compartiéndose entre todos también. La Solidaridad no será posible sin la Fraternidad, sin esa fuerza moral y emotivamente común hacia el otro que supera la individualidad del hombre.
La Solidaridad y la Justicia llegará, pues, cuando las personas obremos conducidos y convencidos por una certeza superior, Trascendente, por un don que haga elevarnos sobre el plano en el que estamos mentalmente situados, el plano de la competencia frente al otro. Para un cristiano ese Don es una Gracia, un regalo de Dios hecho carne en Jesucristo: Por esto en la festividad del Corpus Christi la Iglesia celebra el Día de La Caridad.