Al día siguiente del fuerte escarmiento infligido en los Mundiales de fútbol en curso, por el uniformado holandés a la vigente campeona del mundo, la llamada popularmente como ‘La Roja’, las palabras subieron de tono y subieron del portal a la buhardilla con abundancia de voces y con estrépito. O tal vez, fuera al revés, y bajaran de la buhardilla soleada de una vigente corona en la testa, al brumoso sotabanco por debajo del portal. Y hay quien a esa caída, cual Tercios de Flandes afligido, le pusieron nombre propio. De porteros, de centrales, de mediocampistas, de delanteros, o de entrenador-seleccionador. Incluso señalaron al seleccionador charro Vicente del Bosque, como un hombre de suerte o de chorra, más que un hombre de conceptos y estrategias, por más palmarés que muestre.
Acusaban al mal fario del estadio brasileño de nombre ‘Fonte Nova’, cuando todo parecía haberse secado en el fontanal del juego y cuando las novedades eran ralas y muy escasas; malinterpretaban la ciudad de la derrota ominosa, llamada Salvador de Bahía, cuando allí había habido de todo, menos salvaciones y salvadores; sospechaban que el fracaso venía dictado por el cambio de indumentaria, al pasar del rojo, monócromo hasta las calzonas, al menos monócromo del blanco, que ya se sabe que para Del Bosque es un color problemático; y llegaban, en fin, a señalar a las condiciones de humedad excesiva del encuentro, rondado el 90% , como si los contrarios no procedieran de un país menos extremado en su climatología.
Incluso, los más técnicos y conocedores de los lances del juego y su envites, veían la apuesta del siempre huidizo, Louis Van Gaal de un 5-3-2, como una trampa de dimensiones considerables, que había sido capaz de reventar la apuesta de Vicente del Bosque, I Marqués de Del Bosque. Quien ha pasado en breves minutos, como la bronca nacional, de los áticos soleados a los bajos brumosos. Aunque no haya acuerdo por la estrategia desplegada y empleada por el salmantino con el combinado español: unas veces manejando un 4-4-2, otras replegándose en 4-3-3 y finalmente, en la debacle final mostrando las heridas de un 4-5-1.
Otros más críticos, que los hay, se remontan a un seleccionador problemático en sus decisiones técnicas de juego y tendente a la melancolía cuando la ruta se tuerce; que combina la bonhomía apacible en el vestuario, con conceptos técnicos muy escuetos y poco versátiles, juntamente con omisiones incomprensibles en la lista de seleccionados. Y con incorporaciones dictadas por la coyuntura y por la obsesión de repetir el esquema de juego del Barcelona, en un año de declive de ese esquema. O con la obsesión de repetir con un guardameta en el ojo del huracán de su propio club.
Un esquema, el conocido tontamente como ‘tiqui-taca’, ideado por el desaparecido comentarista Andrés Montes, que ha funcionado en la selección, y dado títulos, en tanto ha funcionado en el Barcelona, pero que se ha venido abajo cuando el original ha comenzado a flaquear y a desvirtuar sus leyes y logros. Mostrando con ello, que no basta con el trasplante de los propietarios del ‘copy-rigth’. De tal suerte que aparecen en el seleccionado, jugadores cuasi lesionados con un rendimiento bajo sospecha, junto a otros que han mostrado una temporada en claroscuro muy pronunciado y con un estado de forma bajo mínimos; frente a la ausencia de otros que han producido un alto rendimiento y no se justifica su ausencia. Por ello el despliegue final del técnico salmantino no era ni un 4-4-2, ni un 4-3-3, ni un 5-5-1, sino un 7-2-1-1. Que reflejaba, finalmente, en la agonía del terreno de juego la presencia de 7 barcelonistas, 2 madridistas, uno del Chelsea y otro del Manchester City.
Periferia sentimental
José Rivero