Las elecciones europeas del 25 mayo no son ya más que un recuerdo vago en el devenir diario de la política urgente. Los remozados Jardines del Prado se han convertido en un gólgota improvisado donde no hace mucho se crucificaban promesas que, poco después, ascendían a los cielos para hacer mutis por la estratosfera. Las llagas ya no nos sangran por más lanzadas que nos den. Así pues, rogamos entre alabanzas que, al que yaga, por lo menos que no le atosiguen con la resurrección.