Turismo castrense

Frente a los que han criticado mi texto anterior del 14 de abril en estas ‘Periferias’, denominado sin ambages ‘Turismo peregrino’; criticado por exagerado o por desenfocado, a la vista del buen comportamiento del sector turístico en los pasados días pasionales. Todo ello, según cuentan y relatan responsables del sector y responsables del estamento político que se erigen en portavoces de la ocasión y del mérito. Les tengo que reiterar mis notas a las difíciles conjunciones del turismo con otras compañías y proponerles nuevas quejas. No todo es posible, a mi entender, por más que se venda y se publicite el programa, éste y aquel, y se extienda su normalización social. Y así se proclame.

   Como ocurre con el llamado ‘Turismo militar’, ‘Turismo castrense’, ‘Turismo marcial’ o incluso torcidamente, ‘Turismo de Guerra’. Consistente, en sus múltiples facetas y visiones, en viajar hasta lugares emblemáticos de conflictos armados, próximos o lejanos, en una suerte de peregrinación marcial y a veces uniformada. Incluso, se habla por ello de ‘Turismo de riesgo’ o, eufemísticamente, de ‘Turismo de Alta Aventura’. Como sería ahora mismo, asomarse a Kiev o a Damasco, tratando de captar las emociones de los combatientes que se disparan y tirotean entre sí y volver envuelto de humo y olor a pólvora.

Se visitan de esa guisa y manera, enclaves de batallas viejas; lugares herrumbrosos de la rendición callada o de la victoria sonada; pasillos del sabotaje y de la traición comprada; castillos encantados, que fueron sedes de los invisibles Estados Mayores y piedras ahumadas del cerco final de un castro resistente al asedio firme del invasor. Hay por ello y desde ello, una abultada nómina de lugares que merecen tal acogida y disposición. Lugares que van desde visitas a los enclaves históricos  de Bailén o de Austerliz, a los Osarios de Verdún y sus fortificaciones; desde los Sacrari italianos,  a los cementerios militares desperdigados por tanta geografía universal. Y todos esos movimientos y desplazamientos, se erigen en argumentos de ese turismo acuartelado y marcial, que no deja de crecer desde Arlington a Numancia y desde el Valle de los Caídos a Sedán.

Como ha ocurrido, por otra parte, con la reciente nota de prensa, tan señalada como desapercibida de la Instrucción 09/2014 del Ministerio de Defensa. Instrucción que desde su lectura,  no contempla maniobras, ascensos o ejercicios tácticos conjuntos de cuerpos o unidades, como pudiera pensarse en un inicio. La citada Instrucción está referida a la denominada con pompa y boato, como Peregrinación Militar Internacional a Lourdes, prevista para los próximos días, del 15 al 19 de mayo.

Todo ello, en una operación internacional que nació tras la Segunda Guerra Mundial, para promover la reconciliación entre los ejércitos franceses y alemanes, y que desde el año 1958 se institucionaliza con trece países como miembros fundadores del encuentro peregrino en tierra franca. En el que el pasado año se contabilizaron hasta 11.533 asistentes de los diferentes cuerpos de la milicia mundial. Destacando la numerosa   participación del ejército italiano con 3.200 peregrinos militares. 

Dicen las fuentes del Ministerio de Defensa de España, que subvenciona con 56.000 euros los viajes de los 73 asistentes españoles, militares y guardias civiles, que “no se trata de un acto confesional católico, sino de un encuentro internacional de militares, al que España asiste desde hace 56 años”. Aunque nunca se sepan las relaciones del Turismo con la Milicia, y mucho menos con las Peregrinaciones de los Cuerpos Armados. Aunque para desmentir el carácter ‘no confesional’ del encuentro, se advierte por otra parte, y como un ‘lapsus linguae’ que “se trata de una peregrinación religiosa, como evidencia que en tan sólo cuatro días, esté previsto celebrar cuatro misas, dos vigilias, un viacrucis, una procesión mariana y un rezo del santo rosario”. Para producir una hermosa síntesis silenciada de lo Religioso con lo Castrense. Aunque luego lo nieguen.

Periferia sentimental
José Rivero