Olores de Ciudad Real

Miguel Ángel Mora Cuesta.- Terminando la Semana Santa y con la pituitaria loca no se me ocurre nada mejor que un breve análisis para ver si se me aclara y no ingresarla en un centro especializado para su recuperación.

En esta Semana Grande los amantes de algunas tradiciones como las procesiones por su valor religioso y, por qué no decirlo, por su valor artístico, es una tentación irresistible lanzarse a la calle como meros espectadores, bajo una túnica, un varal o una trabajadera acompañados del olor a cera, incienso o a flores que adornan nuestros pasos, tronos, o como queramos llamarlos.

Antes de esta experiencia hemos disfrutado de los olores, de los sabores, de las texturas de productos que, con mayor o menor éxito, hemos elaborado o ayudado a elaborar en casa. Olores y sabores a huevo, leche, canela,… de rosquillas, natillas, arroz con leche, flores,… unidos de forma atávica a nuestra memoria culinaria y a la tradición, sin cuya degustación no sería concebible una Semana Santa como tal. Quien por desconocimiento o falta de tiempo no puede elaborarlos siempre tendrá buenas pastelerías en las que obtener estos productos y degustarlos.

Todo esto es Semana Santa en la Capital, Religiosidad, Arte en los pasos, Arte en la Cocina, Arte y Sentimiento en el Procesionar. PASIÓN con mayúsculas como sentimiento, como representación religiosa y PASIÓN con mayúsculas como vivencia popular .

En torno a estos ejes, con buen criterio, la Asociación de Cofradías y nuestro Ayuntamiento, a la par, año tras año, se empeñan en promocionarla de cara al exterior y promover la llegada de turistas a nuestra ciudad para que disfruten y, lícitamente, produzcan beneficios en los establecimientos locales. Con tal fin las cofradías y/o hermandades se desplazan a distintos puntos de la geografía española a distintos encuentros con el fin de promocionar lo que aquí hacemos y tenemos a la vez que apuntan nuevas formas de enriquecer nuestras procesiones y resolver los problemas que van surgiendo con soluciones ya adoptadas en otros lugares. El Ayuntamiento por su parte apoya con su presencia los actos que realizan las hermandades a lo largo de todo el año y, en especial, durante la Cuaresma cuando estos se multiplican. Otro importante apoyo es el que tiene lugar a través de la publicación de guías de todo tipo en las que participa la corporación municipal junto al personal de movilidad y limpieza que acompaña a cada una de las manifestaciones religiosas desarrolladas en esta, para mí, Semana Grande de la Capital.

En esta línea, y con el fin de recibir en condiciones a nuestros visitantes, tras recortar los días de recogida de basuras de forma repentina hace más de un año, se nos ha pedido que seamos cívicos y no saquemos a la calle los restos de esas comidas, incluidos los de la elaboración de potajes, tortillas, escabeches, etc… si no es en los días prefijados por las autoridades locales. La justificación es la de mantener una buena imagen ante nuestros visitantes. No seré yo, el que como ha anunciado algún vecino disgustado, saque la basura a la calle fuera de los días y horarios establecidos. Intentaré, dentro de lo posible, que el olor de los restos orgánicos no se mezcle con el de las torrijas, natillas o rosquillas que hago en mi casa. Procuraré no mezclar ese olor con el de los escabeches o los adobos con los que intento alimentarme estos días, manteniendo lo que me enseñaron mi madre y mis abuelas.

Respetuoso con la norma, con independencia de compartir o no su justificación, guardo mi basura en casa y la bajo en los días establecidos.

En ese vivir la Semana Santa, y como mero espectador esta vez, he intentado ver hermandades del Jueves y del Viernes Santo en una de las calles más tradicionales de los desfiles procesionales desde que nací hace más de 50 años. En la Calle de La Azucena, esquina con la Calle de Los Infantes. Para mi sorpresa y la de mi pituitaria, no sé si por las altas temperaturas o por la constante falta de previsión de esas Autoridades Municipales, he tenido que compartir los olores a incienso, huevo, canela, … con el del cieno que subía a través de las alcantarillas.

Mi pituitaria se encontraba desprevenida. El hedor de las alcantarillas la atacó por sorpresa. La atacó antes de tiempo. No era la fiesta del Corpus ni la Virgen de Agosto. Se me desequilibró el olfato porque este olor, que suele venir acompañado de la presencia de alguna rata es más habitual a partir de junio y no a estas alturas del año. De todos modos no puedo decir que fuera un ataque a traición el del mal olor, ya que año tras año esta circunstancia se repite sin que se tomen las medidas oportunas. Cualquier ingeniero, aparejador o fontanero tiene la solución a este problema repetido año tras año: un sistema parecido a los sifones de los aseos y mantenerlos con un nivel mínimo de agua que impide la salida de aromas de cualquier tipo.

A pesar de llevar mi olfato a revisión en los próximos días, hago esfuerzos por disfrutar de los olores propios de la Semana Santa y olvidar el resto. Seguro que lo conseguiré porque quiero a esta ciudad, en la que nací, me crié y he formado mi propia familia. Desconozco si podrán decir lo mismo nuestros visitantes y recomendarle a sus vecinos que nos visiten tras una experiencia tan desagradable. Por mi parte, con los que he hablado les he dicho que era algo accidental y que por tanto es raro que se repita.

¿LES HABRÉ ENGAÑADO SIN QUERERLO?