Los restos mortales de Felipe Mora Úbeda, tío abuelo del secretario general del PSOE en la provincia de Ciudad Real, José Manuel Caballero, y del alcalde de Alcolea de Calatrava y diputado provincial, Ángel Caballero, descansan ya en paz en su localidad natal. Un descanso ansiado que se entiende como “un acto de justicia y de dignidad” que se produjo por fin ayer tras el homenaje que le rindió la Agrupación de Familiares de Represaliados en Valdenoceda.
Como recordó en su intervención Ángel Caballero, su tío Felipe Mora “fue una persona de mucho liderazgo” que le llevó a presidir el Comité de Incautaciones de Alcolea y también el grupo cooperativo que se creó en la época para explotar las tierras en unos momentos en los que el hambre reinaba por todos los rincones de este pueblo ciudadrealeño.
Caballero rememoró también que su tío abuelo fue “una persona con valores” que contribuyó a que durante la Guerra Civil no se produjese ninguna atrocidad en Alcolea de Calatrava, aunque “luego tuvo la mala suerte de que algunas de las personas a las que él protegió fueron los que le llevaron a la cárcel de Valdenoceda”, lugar donde murió de hambre, frío y enfermedad.
Pese a este episodio trágico, la familia Caballero resaltó por encima de cualquier otro aspecto la mentalidad de cerrar heridas y el “espíritu absoluto de reconciliación” con el que fueron a recuperar los restos mortales de su tío abuelo.
También aprovecharon el emotivo acto para dar un fuerte abrazo a todas las familias con una doble sensación: “la pena compartida y la alegría de poder saber que devolvemos parte de la dignidad y parte de la justicia que merecían”.
El caso de Felipe Mora Úbeda es una de los 20 presos republicanos cuyo restos exhumados e identificados fueron entregados ayer a sus familiares tras permanecer en Valdenoceda 73 años –fallecieron entre 1938 y 1943- y que se suman a los restos de las 47 personas ya recuperados que sufrieron la reclusión en esta cárcel burgalesa.
Un lugar para el olvido por el que pasaron miles de ciudadanos de diferentes puntos del país acusados de “adhesión a la rebelión” y en el que convivieron en feroz competencia el hambre, la enfermedad, los castigos y un frío extremo –las celdas estaban ubicadas en los sótanos junto al río Ebro y a menudo se inundaban- que no daban más opción que a una muerte tan cruel como indigna.