El primer Festival Acústico de Puertollano celebrado ayer en el disco pub Nereah no sólo puso de manifiesto que es posible dinamizar la vida cultural de una ciudad al margen de las instituciones, sino que se convirtió en una muestra de talento y creatividad pocas veces disfrutada en la localidad minera. El esfuerzo de Jerónimo Naranjo Morales y Víctor Manuel Gutiérrez Caballero, organizadores del evento, ha devenido en punta de lanza, en avanzadilla de compromiso por su propia ciudad, y en ejemplo de que con ganas, ilusión y trabajo cualquier proyecto cultural es posible.
Puertollano sonó bien en el Nereah, y el Festival Acústico regaló ese clima de mágica intimidad que sólo es posible con unos artistas entregados al público, a pecho descubierto. El evento mostró auténticos talentos que de otro modo jamás hubieran venido a Puertollano, junto a otras agrupaciones de la ciudad y de la provincia con una solvencia y calidad pasmosa, botón de muestra de que bajo una aparente apatía social hay quien se mueve para luchar por la cultura.
Pop, rock, folk, flamenco, fusión o música de autor. Todos los géneros tuvieron cabida. Luces desenfocadas , Andrés Sudón, Febo 2.0, Adrián Usero y Ernes Morales, Álvaro Ruiz y Alberto Leal, El Manin, Manolo Valero y Backstage Boys expusieron lo que la música a escala local, provincial y nacional puede ofrecer en la distancia corta. Y como aderezo, la proyección en el escenario de las obras pictóricas de genios locales como Emiliano Vozmediano, Chema Gallardo o Cristian Rojas.
Puertollano se gustó ayer. Sonó bien. Se vio bien. Mostró una parte de sus valores, del potencial de su gente. Y, durante unas horas, escribió en el aire un pentagrama de esperanza.
