Hoy hablaremos del deseo, esa fuerza irracional que nos impela en busca de mares ignotos y que estira nuestras capacidades con la misma decisión con la que Nadal pega drives en la central de Roland Garros. Esa Cupiditas que nos excede y proyecta hacia algo siempre superior a nosotros.
Haremos el recorrido a través de diez películas que pueden servir de paradigma para mostrar ese estiramiento del ente en busca del ser. O, sin ser tan metafísicos, del hombre en busca de aquello que él considera que lo completa, aunque algunas veces lo disminuya.
1. El coleccionista (amado).
Terence Stamp secuestra a Samantha Eggar con la intención de que se enamore de él. Considera que no debe hacer lo que todos los mortales, esto es, invitarla al cine, pagarle una cena, decirle mil lindezas, etcétera, etcétera, etcétera… para que al final le diga aquello de … te quiero como a un amigo. Él es más directo. Si bien, como nos muestra William Wyler, hay cosas que la voluntad no puede conseguir.
Evidentemente, no podemos forzar a nadie a que se enamore de nosotros. Incluso, es más, suele guardar una relación directa nuestro acercamiento con el alejamiento de la otra persona.
2. 9 semanas y media (sexual).
Con la música de Joe Cocker. Ya saben «You Can Leave Your Hat On», Kim Basinger levantó el banderín de salida para que nuestro lado más concupiscible aflorara. Bueno… y lo que no es el banderín. Creo que media España deseó a la Basinger durante todo un año. La otra… la sigue deseando aún.
Ese cubito que en la mente de algunos sigue sin derretirse, ha pasado al top ten del fetichismo cinematográfico. ¡Y por meritos propios! ¡Qué bien pespuntea la aterciopelada piel de Kim!
3. El paciente inglés (encontrarse).
A través de una remembranza sin semántica tramposa, Ralph Fiennes intenta hallar quién es y quién ha sido.
Si es difícil para cualquier mortal saber dónde está y adónde debe dirigirse, todavía lo es más para este personaje entreverado en una suerte de Lawrence de Arabia, General Custer y Rick Blaine.
Paradigmático sobre el carácter del protagonista es la escena en la que se nos muestra en el desierto, y comprobamos que en su mochila lleva un libro. ¡Increíble! Con las cosas que uno debe meter en un kit de supervivencia, y Fiennes lleva la Historia de Heródoto. Por cierto, ¿qué libro llevarían ustedes?
4. El séptimo sello (metafísico).
Esta no es una historia sobre la metafísica, ya saben, ir más allá de la física, de lo evidente. Incluso, o sobre todo, de lo real. Esta es la historia de un director (Ingmar Bergman) que deseó ser tan metafísico que fue más allá de la propia metafísica. La he visto ocho veces y aún no les puedo decir claramente de qué va. Y he de confesarles que di una conferencia sobre ella. Aprovecho ahora para pedir perdón al escaso público.
5. El retrato de Dorian Gray (belleza).
No sé quién dijo que la belleza es una carta de recomendación a corto plazo, pero sí sé que Gray no se enteró.
Mediante un retrato que le hace su amigo Basil busca un pacto con el diablo que le otorgue la belleza eterna. Pero con el diablo, al no ser que seas tú también un pequeño Mefistófeles, no se deben hacer pactos: siempre se pierde.
La belleza y la juventud, al igual que nuestro proyecto de futuro, tienen una existencia exigua. Decaen con la rítmica cadencia de un vals de Strauss, aunque no de manera tan bella.
6. Doce hombres sin piedad (ecuanimidad).
Haciendo suya la idea de la ética habermasiana, aquella de que mediante el dialogo racional (racionalidad comunicativa) podemos alcanzar la verdad y la validez normativa, Henry Fonda lucha contra la injusticia con la misma determinación con la que el Atlético de Madrid lo hace por la Liga. Con la frase de Thoreau ínsita en él: «Cualquier hombre que tenga más razón que sus prójimos ya constituye una mayoría de uno», no se concede tregua en su búsqueda de la verdad.
7. La naranja mecánica (violencia).
Alex de Largue y sus drugos suelen asistir al Korova Milk bar a beber un poco de leche-plus que potencia aquello que ellos tienen latente: la violencia. Se dedican, acompañados de la briosa gazza ladra de Rossini, a dar rienda suelta a la ultraviolencia que generan sus conexiones neuronales, o la ausencia de estas. En su estreno en Gran Bretaña tuvo que ser suspendida la exhibición porque aumentaron las pandillas violentas. Y es que ya se sabe: todo se pega…
8. Alguien voló sobre el nido del cuco (normalidad).
Randle McMurphy es la persona diferente que hace que nos planteemos si los que vamos en dirección contraria somos nosotros (ya saben el chiste). En una sociedad normalizada, ¿quiénes son los locos? Quizá los normalizados. Eso es lo que nos muestra Jack Nicholson mediante sus vivencias en el hospital psiquiátrico. Los cuerdos, dentro de sus particularidades, son los internos. Al fin y al cabo, ya se sabe que la normalidad y la patología la fijan las sociedades; y estas son tan variables como las promesas de amor eterno. Bueno, las promesas no, su cumplimiento.
9. El crepúsculo de los dioses (gustar).
Norma Desmond es la estrella Alfa que se apaga como si ya fuera Omega. No hay luz humana en el firmamento que no se apague. Y el que no comprenda esto que se haga desmoniano. Los egos son tan peligrosos como las malas ideas. Un ego no arrojado nunca al fango de la realidad nos puede hacer más daño que un mal libro.
10. Solo ante el peligro (deber).
Will Kane es el hombre que debe elegir entre la felicidad y el deber, y elige lo segundo. Antepone lo que su conciencia moral le dicta a sus deseos. Y eso lo convierte en una especie de héroe. No importa él, sí su conciencia. ¡Cuánta honradez hay en esa máxima!
Es verdad que los habitantes de Hadleyville nos muestran las miserias del ser humano pero, en contraposición, eso todavía hace más grande su leyenda. Y es que aunque Will esté solo ante el peligro, no hay miedo. Porque Will dispara con el revólver del deber, y este nunca falla.
Posdata: Se ha quedado fuera de esta lista El fontanero, su mujer y otras cosas de meter, pero es que solo podía poner diez. La iba a incluir en la categoría de deseo de… ¿Ustedes en cuál la incluirían? No, esa no. ¡Qué pícaros son!… En la de buscar rimas consonantes hasta en el título. Si no me creen, véanla. Las onomatopeyas se lo confirmarán.
Silencio, ¡se rueda!
José Manuel Campillo
www.vienafindesiglo.blogspot.com
Para Gilles Deleuze y Félix Guattari en su ‘Antiedipo’ somos sólo «máquinas deseantes», sujetos recorridos por el virus del deseo; un deseo propio e impropio. Lo contrario del deseo sería esa suerte de quietud zen, que identifican como ‘felicidad’. «Para ser feliz, lo mejor es no desear», dice alguna máxima de uso monacal oriental.
Por lo que cualquier acción, gesto, gusto, texto, idea, formula o película, tendrá siempre ribetes de ese deseo: oculto, visible, tapado o mediopensionista. En el fondo todo muy Freud, el mundo dividido entre Eros como Principio de Placer, movido por ese Deseo omnisciente; y Tánatos, como Principio de Muerte, al que evita el mismo Deseo miedoso.
Por ello, no sólo faltaría como dices ‘El fontanero…’; también ‘El cartero siempre llama dos veces’, ‘El imperio de los sentidos’, ‘Matrimonio a la italiana’, ‘Sexo, mentiras y cintas de video’ o ‘Muerte en Venecia’, entre otras muchas posibles. Y también, claro está, ‘La dama y el vagabundo’
Poco que añadir. Solo que la posmodernidad ha hecho de ese deseo, un poco adormecido, su único «leitmotiv».
Un saludo.
Una selección de películas muy buena, como la que indica José Rivero y quizás tantas más.
De las que señala Campillo me quedo con «Solo ante el peligro» (High noon). La veo una vez al año, como «Con la muerte en los talones».
De las que señala Rivero me quedo con «El imperio de los sentidos». Esta peli diré que era muy popular entre los estudiantes «progres» del Madrid de los setenta (muerto Franco). Ir a ver Emmanuelle, 1, 2, 3, 4, negra, o la antivirgen era un desdoro, y la del fontanero y su mujer es posterior y ya había pasado la furia juvenil: empezaba la movida y otras hierbas.
Ahora, eso sí, lo del discurso metafórico del Imperio de los sentidos creo que no llegué a entenderlo nunca. Me quedaba más con el discurso superficial del proverbio japonés recogido por Dromedario: «copula en horizontal, deslízate por mi vagina en vertical, profundiza en diagonal, acaricia mi glande triangular».
Por cierto, me gusta la cita de Thoreau: «Cualquier hombre que tenga más razón que sus prójimos ya constituye una mayoría de uno»
Saludos, cinéfilos.
A mí me pasa igual que a ti con «El imperio de los sentido». Es lo que tienen las metáforas.
Una vez al año hay que ver, también, la de «¡Qué bello es vivir!» para que se nos ablande el corazón, y la de «El hombre que mató a Liberty Vallance», para que no se olvide que en la vida la amistad y el valor son importantes.
Un saludo.
Todos los deseos del decálogo propuesto se resumen en uno solo: deseo de poder.
Ah, Gary Cooper, si lo despojas del revólver,sería la encarnación perfecta del juez estrella.
Carmen, matizo, comentando la cita de Thoreau, que aprecio a las personas que sirven ante todo a su razón. Y bueno, Gary Cooper, sólo tenía su revólver, un chiquillo y, con dudas, a su prometida.
Alguna juez estrella tien decenas de miles de seguidores en Facebook, o eso creo.
Bueno, nadie aventura que se trate de un trasunto perfecto de «Solo ante el peligro». Por otro lado, dudo mucho que facebook constituya un antídoto contra la soledad.
Un saludo a todos.
Tu reflexión anterior «…deseo de poder» requeriría todo un ensayo sobre el tema. En cuanto a lo de Gary Cooper, estoy totalmente de acuerdo. Por cierto, una vez me dijeron que me parecía a él, no sé en qué sentido, pero lo dijeron. Quizá por mi caminar un poco desgarbado.
Un saludo.