José Rivero.- En 1999, Jean Clair, a la sazón director del Museo Picasso de París, estimaba necesario y urgente “una reescritura completa de la historia del arte Moderno”. Y eso que dirigía el Museo Picasso.
La pretensión de Clair, hastiado de cierto monopolio crítico vanguardista y excluyente, no era la de producir nuevos borrones historiográficos sobre otros precedentes; sino la de producir la restitución de cierto orden de la mirada y de un nuevo orden de la escritura, con objeto de dar cabida a aspectos, autores y movimientos que no habían tenido acomodo en las historias canónicas precedentes, o lo habían tenido marginalmente.
En 2014, Dolores de Cospedal, tal vez desconociendo a Clair y no habiendo producido su lectura asesorada, atenta y reflexiva, formulaba, o lo pretendía, otra suerte de relectura del Arte Moderno y Contemporáneo. Al dar por hecho, constituido, bautizado o formulado, el proyecto de Museo de Arte Realista de Albacete, con la afirmación siguiente: “El arte figurativo ha estado un tanto abandonado por parte de la ‘oficialidad cultural’ desde hace tiempo, y con este paso se pretende devolverle su importancia y colocarlo en el lugar que se merece”.
Cospedal, para reforzar su apuesta artístico-política, se vio acompañada por Antonio López García, Julio López, Francisco López e Isabel Quintanilla; creadores y artistas ubicables en esa secuencia pictórica/escultórica, y a lo que se ve, aspirantes a ocupar algunas de sus salas. Sin que medie propuesta museográfica alguna y sin que se justifique la demanda social de tal propuesta, o la conveniencia por desquitar el agravio practicado, por la ‘oficialidad cultural’ precedente, a las huestes del ‘Realismo’ abandonado. Y olvidando, como parte de otro despilfarro, la superabundancia de Museos de Arte, incluso de Museos de Autor: Palmero, Prieto, López Torres, Palencia, López Villaseñor o Pepe Ortega, que pueblan Castilla-La Mancha y que precisan de una acción coordinada y de una actuación conjunta; más que una contrarréplica del Museo de Arte Abstracto de Cuenca.
Llegando Cospedal, más lejos aún que Clair, que en el proceso de relectura del Arte Moderno y Contemporáneo, sólo trató de producir unos textos y comisariar alguna exposición afamada. Mientras que Cospedal, en el proceso de restitución de la parcela abandonada por la ignota y denunciada ‘Oficialidad cultural’, llegó a prometer la puesta a punto de un Museo consagrado a la causa del ‘Realismo’. Como si de la ‘Causa del Pueblo’ se tratara. Olvidando en el tránsito de la proclamación inaugural muchas cosas. Así habló del ‘Arte Figurativo’, cuando lo que pretendía era dar el pistoletazo de salida al denominado ‘Museo de Arte Realista’, sobre un chalé de 1922 del arquitecto Carrilero. Obviando la Presidenta de Castilla-La Mancha, que en los años 60/70, denostados por ella como años de “furia destructora” del patrimonio inmobiliario, se sentaron muchas bases de entendimiento del proclamado ‘Realismo’, que ella usa como un boomerang.
Movimientos de los años veinte, los reivindicados por Jean Clair como contrapunto del ‘Canon Oficial del Arte Contemporáneo’, como los italianos ‘Valori Plastici’ o los alemanes cobijados bajo la ‘Neue Sachlichkeit’ o ‘Nueva objetividad’. Si aquellos bebían de las aguas residuales del ‘Futurismo’ con un aura metafísica, estos bebían de la oposición ruda y rauda al ‘Expresionismo’. Contaron, por demás, con el padrinazgo de Gustav Friedrich Hartlaub, director del Kunsthalle de Mannheim, quien acuñó el término de ‘Neue Sachlichkeit’ en 1923. Llegando, en un esfuerzo meritorio pero un poco estéril, a identificar dos grupos de artistas: los Veristas, y los Realistas mágicos. Esta denominación caló más que la de los ‘Veristas’, con la utilización que hizo en 1925 Franz Roh. De aquí la fortuna de su texto ‘Realismo mágico’. Incluso, el citado Clair, llegaría a publicar un trabajo denominado ‘Realismo mágico. Franz Roh y la pintura europea 1917-36’. Parece claro que ya, a esas alturas, se hablaba de los problemas del ‘Realismo’.
De igual forma que, entre nosotros y un poco más próximo en el tiempo, es el trabajo de Valeriano Bozal de 1966, ‘El Realismo. Entre el desarrollo y el subdesarrollo’, para dar cuenta de una reivindicación de ‘Arte Social’ y de ‘Arte comprometido’. Piénsese que a estas alturas de los años sesenta, hay una identificación, de la mano de la historiografía de Arnold Hausser y de la estética de Lukacs, del Realismo cultural, como propuesta cuasi-política de índole revolucionaria. Por ello se hablaba de ‘Realismo social’, incluso de ‘Realismo socialista’. Un ‘Realismo social’ visible en las realizaciones canónicas, y fuertemente ‘Realistas’, de la Unión Soviética y de la China de Mao Tse Tung. Frente a las veleidades burguesas de la ‘Abstracción’, en cualquiera de sus gamas y facetas, los oficialismos culturales revolucionarios, se inclinaban por la estirpe militante del ‘Realismo’. Un ‘Realismo’ que ocupaba igualmente las parcelas propias de la literatura, donde hubo un destacado movimiento de ‘Realismo social’; como refleja el intenso debate sostenido en Cuadernos para el Diálogo, en su serie de ‘Los Suplementos’ (número 19, de 1971), ‘Literatura y política. En torno al realismo español’. Algo parecido podríamos decir del cine español de los cincuenta/sesenta, que se nutre de los precedentes italianos del ‘Neorrealismo’; ‘Neorrealismo’ cinematográfico, pero también literario que busca un ‘Arte social’ heredero de la voluntad de Antonio Gramsci. Un debate que se visualiza en otras cinematografías, que agitan el convencionalismo precedente, para dar salida a formas de ‘Realismo’ cinematográfico como fueron la ‘Nouvelle vague’ en Francia y al ‘Free Cinema’ británico.
De tal suerte y manera que de esa corriente propiamente ‘Realista’ en el ámbito de lo pictórico, se nutrieron buena parte de los ‘Artistas comprometidos’: desde Ibarrola, a Pepe Ortega; desde Juan Genovés al Equipo Crónica y a Estampa Popular. Aunque bien cierto es, que con muchos problemas de ordenación y balance. Así los muy comprometidos miembros del Equipo 57, optaron por la línea de la Abstracción del Constructivismo; de la misma forma que el grupo El Paso, combinaba Abstracción Expresionista y Abstracción Matérica, estando igualmente comprometidos con la realidad cultural O la paradoja de tantos artistas que, circulando en las proximidades formales del Pop Art, como ocurría con el Equipo Realidad o con el Equipo Crónica, ejercían una evidente crítica social desde supuestos figurativos de ‘dudosa procedencia’. Es decir sumaban un arte inequívocamente americano y consumista, capitalista por demás, con dosis de compromiso político y social.
Esa fue, por otra parte, la clave del arco de la Bienal de Venecia de 1976, en la muestra del Pabellón español, en la que aparecía entre otros, el citado Bozal como comisario, y que tratando de hacer un balance del arte español de los últimos cuarenta años, denominaba ‘Vanguardia artística y Realidad Social en el Estado Español. 1936-1976’. Muestra que más allá de sus contenidos polémicos, contenía ese equilibro entre las expresiones formales propiamente vanguardistas y los probables y posibles contenidos sociales. Rompiendo en parte la formula milagrosa de los sesenta de ‘Realismo=Compromiso político’.
En 1986 tuvo lugar la exposición ‘Realismo y Figuración de La Mancha’, comisariada por Gianna Prodan, donde aparecía un texto de José Corredor Matheos, en el que podía leerse: “El rasgo principal [del paisaje] podría ser el vacío, lo que queda cuando haces abstracción del espacio. Ni siquiera geometría: pura abstracción de gentes y cosas. Tan próximo como lo sentimos todo al principio, termina por evaporarse”. Esa evaporación no hacía más que proporcionar dudas de esas divisorias intangibles entre el cuerpo y el alma de la pintura; incluso la yuxtaposición del título expositivo, diferenciaba a las claras dos ámbitos: ‘Realismo’ y ‘Figuración’. Similar ambivalencia latía en la exposición de 2006, patrocinada por el Ayuntamiento de Valencia y CCM; con comisariado de María Oropesa: ‘Realidades de la realidad’, y donde aparecen algunos de los acompañantes de Cospedal en 2014, en formación de lo que Alex Susanna (quien se remonta a ¡1857!, buscando a Champfleury y su ensayo ‘El realismo’) define como ‘Realistas madrileños’. Aunque esta exclusividad geográfica, quedaba aparcada, parcialmente, por el ‘Realismo poético’ de una sevillana como Carmen Laffón o por el ‘Realismo mágico’ de un melillense como José Hernández. Y ¡es que hay tantos ‘Realismos’!
‘Muchos Realismos’, o si se quiere, ‘Estirpe de Realismos’: desde el ‘Realismo Social’, al ‘Realismo Mágico’, desde el ‘Neorrealismo’ al ‘Hiperrealismo’; por no citar al ‘Realismo Sucio’ o al mismísimo ‘Surrealismo’ que es otra forma de ‘Realismo’ inverso. No un ‘Sólo Realismo’ marginado y perseguido, aunque no parezca tal cosa. Cosa que hace Cospedal, pero sin saber diferenciar lo que ella unifica y confunde entre el ‘Realismo’ y la ‘Figuración’. Entre la Política y el Arte.
Periferia sentimental
José Rivero