Estanislao Z. Navas.- Cuéntase que un enclave que remontaba sus orígenes al mundo ibérico, inscribiría con trazos sanguinolentos en las páginas de historia un triste recuerdo [1]. Nos referimos a aquel lugar en que las huestes cristianas alardeando de su poderío militar fueron presa de las tretas musulmanas sucumbiendo así ante una gran lección en el campo de batalla. Corría por entonces el año de nuestro señor Jesucristo de mil ciento noventa y cinco cuando la fortaleza de Alarcos cambiaría de dueño durante casi dos décadas, pasando de las manos cristianas a las almohades.
No muy lejos ha existía una pequeña aldea conocida como Puebla del Pozuelo que sería la morada del personaje que hoy os mostramos: un rico-home que era vecino de Alarcos.
Así nos lo hace saber don Joaquín Gómez quien era el titular de esta población cercana, refiriéndonos que la conocida como Puebla del Pozuelo acogía a un rico-home de Castilla que estaba avecindado en la villa de Alarcos, de cierta posición y que recibía por nombre don Gil Turro Ballesteros.
Su historia parece comenzar cuando a raíz de la batalla de las Navas de Tolosa de 1212 o incluso retrotrayéndonos a la victoria musulmana de 1195 en Alarcos, este personaje se trasladaría a dicha Puebla, y como señala el autor anterior “se avecindó en Pozuelo-Seco, y labró una casa, no solo proporcionada a su calidad y familia, sino que fue capaz de hospedar a varias personas reales” [2].
El ya Pozuelo adoptaría el apelativo de Don Gil por ser el señor del mismo.
No obstante, no todo sería parabienes para nuestro rico-home, pues el clima de belicosidad al que se asistía en esta época de reconquista y repoblación propiciaba que en época de paz mucha soldadesca estuviese compuesta por “muchos malos hombres aficionados á la vida licenciosa y facilidades para adquirir, habitando en los montes, de donde salían respetables cuadrillas á saquear pueblos, robar y matar” [3].
Es en este clima de predisposición a la delincuencia donde aparece otro personaje que es el antagonista de Don Gil: Carchena, del cual, según don Julián de Zugasti, cabe decir que capitaneaba una de las formidables gavillas de bandoleros que tristemente habían adquirido gran celebridad.
Según este último autor, “a los bandoleros de distintas razas y procedencias que se unían en tan odiosas mezcolanzas, se le designaban con la denominación de golfines” [4].
De estas bandas de forajidos conocidas como Golfines cabe precisar algunos aspectos de interés según señala José María Sánchez Benito: una escasa información existente sobre los mismos, y, por consiguiente, la atmósfera de leyenda que rodearía sus andanzas y su propia existencia.
Por ello, este autor señala que “se ha hablado de su aparición durante los largos años de lucha entre cristianos y musulmanes, sin ningún fundamento se ha querido concretar su proliferación en los enfrentamientos que tuvieron lugar en torno a Toledo entre los Castro y los Lara durante la minoría de Alfonso VIII, y no pocas veces los golfines han sido relacionados con huidos, desertores y desmovilizados después de la batalla de las Navas de Tolosa. Todas estas versiones aunque se han argumentado en numerosas ocasiones carecen realmente de pruebas y por tanto no merece la pena entrar en su discusión, pero suscitan, sin embargo, dos temas que sí interesa retener, me refiero a la frontera y a la conflictividad nobiliaria.” [5]
No obstante, y volviendo al personaje que nos ocupa, Don Gil, debido a lo despoblados de aquellos extensos territorios que constituían la morada perfecta para las numerosas cuadrillas de malhechores saqueando pueblos y caminantes para luego regresar a sus madrigueras en los recónditos Montes de Toledo, se vio en la necesidad de combatir de alguna manera el clima reinante pues el forajido anteriormente citado, Carchena, era objeto de una gran preocupación para él mismo y sus allegados tal y como nos señala Zugasti en el siguiente episodio:
“El malvado Carchena, al frente de su partida, se precipitó una noche en la citada aldea de la Puebla del Pozuelo, robando á sus habitantes y apoderándose de una hermosa doncella, que era hija de uno de las más cercanos deudos del mencionado rico – home.
Aquella joven, por su hermosura, por sus virtudes y afable trato, era el ídolo de la población, cuyos vecinos todos, acaudillados por los valerosos hijos de don Gil, se propusieron vengar á todo trance aquella afrenta, persiguiendo hasta su exterminio á los infames bandoleros.
No dejaron los Turros, en unión con sus deudos, allegados y servidores, de trabar algunos encarnizados combates con aquellos forajidos, muchos de los cuales fueron presos, é inmediatamente ahorcados en los árboles de las encrucijadas y caminos pero la empresa de acabar con ellos era poco menos que imposible, atendida la escasa gente que pedía allegar la familia de don Gil, y el crecido número de los malhechores, cuyo terrible y feroz jefe, dotado de valor y osadía incomparables, hallaba siempre medio de salvar a los suyos de las más bien combinadas asechanzas.
Todo el empeño de los hijos de don Gil y de los vecinos de la Puebla del Pozuelo consistía en apoderarse del aborrecido Carchena, á fia de que éste devolviese á su afligida familia y a la población entera á la hermosa y simpática joven, cuyo paradero de todo punto se ignoraba.
Ya desfallecían en sus esperanzas, cuando un suceso no pensado vino á favorecer poderosamente los laudables intentos de aquellos honrados vecinos.
Sucedió que por este tiempo, el santo rey don Fernando, accediendo á los deseos de su anciana madre, que ansiaba verle, salió desde Córdoba, donde hacía la guerra á los moros, al encuentro de doña Berenguela, que habiendo partido de Toledo, se avistó con su hijo, precisamente en la citada Puebla de Pozuelo, en donde con recíproco gozo permanecieron seis semanas, hospedándose en la casa del respetable rico-home don Gil Turro, y éste les manifestó los espantosos crímenes de Carchena, el rapto de la hermosa doncella y la inquietud y desasosiego en que constantemente –vivian aquellos moradores, a consecuencia de los tremendos y repetidos atentados de los golfines.” [6]
Cabe señalar, antes de proseguir con el relato, una precisión acerca de los descendientes de don Gil Turro Ballesteros que dieron muestras de valor en el citado episodio: se llamaban Pascual Ballesteros y Miguel Turro, y eran hermanos, aunque no obstante la diferencia en el apellido sólo obedecía a que “según la costumbre de aquel tiempo, adoptaban indistintamente el apellido del padre ó de la madre.” [7]
Volviendo al episodio con Carchena – el cual “era un moro, que usaba el traje de Castilla para sustraerse á la persecución y librarse del castigo, que los suyos le habían impuesto por sus fechorías” y “escondía, bajo la más gallarda presencia y gentil apostura, la fiereza de su alma y de los más depravados sentimientos”, o que “nadie hubiera podido sospechar que el tal Carchena, tan airoso y resuelto, como vistosamente ataviado con ricas galas y lucidas armas, manejando con destreza su brioso corcel, fuera el jefe de una banda de facinerosos, y el más desalmado de todos ellos”, tal como nos señala Zugasti [8] – y el rapto de la hermosa joven, cabe decir que no pudo ser más oportuna la aparición del santo soberano don Fernando III en la localidad de Pozuelo de Don Gil, puesto que sería el anfitrión de la visita de tan regias personalidades.
Así nos lo relata Domingo Clemente de la siguiente guisa:
“En aquella casa, y por los años de 1245 de la era cristiana, se hospedó el santo rey D. Fernando, á su vuelta de las Andalucías, y en ella aguardó á su esposa D.ª Juana y á su madre D.ª Berenguela, reina de León, que venían á su encuentro desde Toledo. Allí oyó el rey de boca del anciano D. Gil Turro Ballesteros la relación de los excesos que los Golfines impunemente cometían, y tomando sus consejos creó tres Audiencias con el nombre de Hermandades; la primera en Pozuelo de D. Gil, la segunda en Ventas con Peña Aguilera, que después se trasladó a Toledo, y la tercera en Talavera, divididas en cuadrillas, llamadas cazadores, colmeneros, hortelanos y gente montaraz. Nombró el rey jefe de la primera á D. Gil, y á sus dos hijos, Pascual Ballesteros y Miguel Turro, de las otras dos, autorizándoles para perseguir bandidos en campo yermo” [9].
En este caso Domingo Clemente nos indica el encuentro que tuvieron madre e hijo, doña Berenguela y don Fernando, en la aldea de Pozuelo Seco, cuando este último se hallaba enfrascado en la conquista de Arjona, y según nos indica Manuel González Jiménez “en abril de 1245 realizó un rápido viaje a La Mancha para verse con su madre doña Berenguela en una oscura aldea llamada Pozuelo de don Gil, situada a legua y media de Alarcos” y “lo más probable es que Fernando III, que preveía que su estancia en Andalucía iba a ser larga, tratase con su madre de la forma de tener bien provistas de dinero, víveres y pertrechos de guerra tanto la hueste real como la que su hijo mantenía en el reino de Murcia, donde trataba de acabar con los últimos rescoldos de resistencia en Lorca y Cartagena. Sería la última vez que se viesen madre e hijo. También sería la última vez, como resalta el cronista, que el rey traspasaría los puertos para ir a Castilla.” [10]
No obstante sobre esta entrevista tan singular hay varias fechas según señalan los historiadores al respecto. Así Joaquín Gómez nos indica que “sabiendo este [Fernando III] en Cordova que su anciana Madre Dª. Berenguela había salido de Toledo con ansias de verle, se puso en camino con su esposa D.ª Juana Pothieu, y se encontraron por el año 1242 en el Pozuelo de D. Gil, donde permanecieron 45 días. Escribe Mariana que en 1242, el Rey venido el invierno, se fue a Pozuelo, dó su madre D.ª Berenguela era llegada con deseo de velle, y comunicalle algunas puridades, por ser ya de muchos años y estar en lo postrero de su edad.
Detubose con ella y por su causa en aquel lugar [Pozuelo de Don Gil] 45 días; pasados D.ª Berenguela se fue a Toledo, y el Rey á Andújar principios de 1243” [11]
De este mismo encuentro cabe decir que Bernardo Portuondo señala que hay historiadores que apuntan varias cronologías: Mariana, 1242, y Lafuente, 1244. Aunque la fecha de 1245 parece la más acertada, tal como apunta Luis Rafael Villegas Díaz y J. González. E incluso se puede indicar la ubicación de la citada entrevista, según nos indica José Golderos Vicario: sería la calle de los Reyes esquina con la calle de la Zarza. [12]
Esta entrevista sería aprovechada por el anfitrión de la casa, don Gil Turro Ballesteros para poner al corriente a sus regias personalidades de la complicada situación por la que atravesaba la aldea al estar sometida a las acometidas de los temibles golfines y de su cabecilla el capitán Carchena.
De este modo, el rey santo oiría indignado el relato del rico-home acerca de las fechorías y maldades de Carchena y sus secuaces, y para ello “anhelando el castigo de los criminales y el fomento de la población en aquellas desiertas comarcas, ordenó inmediatamente la creación de una Hermandad para perseguir y extirpar aquella plaga”. De este modo, “mandó el rey que la fuerza de dicha Hermandad se dividiese en tres cuadrillas, de donde provino el nombre de cuadrilleros, que se les dio á los individuos que las componían, los cuales eran gente campesina y esforzada.
La primera cuadrilla se estableció en Pozuelo al mando de don Gil; la segunda en Ventas de Peña Aguilera, bajo la jefatura de Pascual Ballesteros, y la tercera en Talavera de la Reina, y tuvo por jefe á Miguel Turro”. [13]
A pesar de que la Hermandad que surgió a partir de este momento cumplió la función para la que estaba destinada de menguar las fechorías de aquellos que ponían en peligro al común de las gentes, no obstante aún no se pudo conocer el paradero de la doncella secuestrada por el capitán Carchena, y su rescate seguía siendo objeto de preocupación tanto para la familia de los Turros – responsables de la seguridad de sus convecinos – como de sus servidores.
Sin embargo llegóse el momento en que “las minuciosas y exactas noticias recibidas por Miguel Turro aseguraban el buen resultado de la sorpresa, concertada para el momento en que toda la banda estuviese allí reunida, celebrando después de comer, según su costumbre, sus fechorías diarias, con frecuentes libaciones, que concluían por reducir a casi todos al más lastimoso estado de embriaguez” [14]. Más aún, “cuéntase que la bella y virtuosa castellana fue más tarde la esposa de su libertador el valeroso Miguel Turro, y aún se conserva tradición de que estos felices cónyuges fueron los fundadores del pueblo denominado Miguelturra.” [15]
En tiempos de Fernando III el Santo, se habían creado contra los golfines las tres cuadrillas mandados por los Turros, y los estatutos de la Hermandad fueron sometidos a aprobación del Sumo Pontífice; y, en efecto, más tarde los aprobó Clemente V en 1294, y entonces fue cuando á esta especie de hermandades se las denominó Santas, lo cual provino de que en la bula expedida con tal objeto, leíanse las palabras siguientes: “Haec santa vestra fraternitas”.
“La Hermandad de Pozuelo de Don Gil, revestida de grandes privilegios, juzgaba por medio de sus alcaldes á los delincuentes, que eran asaeteados, colgados de los árboles ó ejecutados en el cerro de Peralbillo; siendo tal el incremento que la Hermandad tomó, merced á los privilegios de los soberanos, que por espacio de cinco siglos ejerció su jurisdicción desde el Tajo en Aranjuez hasta Cádiz.
Como las tropas que constituían en aquella época los ejércitos eran colectivas, y concluida la campaña que diera lugar a su reunión, regresaban á sus hogares, el trono se hallaba muchas veces huérfano, sin medios de acción contra las ambiciones de algunos nobles y contra las continuas maquinaciones del enemigo común.
Para remediar este mal, cuya trascendencia era muy óbvia y palmaria, los Reyes Católicos fijaron su vista en la Santa Hermandad, cuyos servicios se habían hasta entonces limitado á la seguridad de los caminos, y á poner coto a los salteadores que infestaban el país”. [16]
Así pues los primeros Alcaldes de las Hermandades serían Don Gil y sus hijos, teniendo como fin primordial la extinción de los llamados bandoleros y para lo cual serían dotados de amplia jurisdicción y facultad real. Esto venía a plasmarse en atravesar bosques, correr por ventas y heredares, ajusticiar en el momento de constatar la sospecha de pertenecer a la canalla mediante garfios de hierro a los hombros, atándoles las manos por atrás, siendo colgados en la rama de un árbol y poder asaetearles con flechas de jara con unas ballestas con las que daban fin a su existencia. Sus cuerpos inertes permanecían colgados hasta que se caían a pedazos. Así por ejemplo eran tan estrictos y rigurosos en el ejercicio de sus facultades que la Hermandad de Peralvillo primero asaeteaba al hombre y luego llevaba a cabo la causa.
La Hermandad que fue de Pozuelo y luego de Ciudad Real, la llamarían de Peralvillo, aldea que pertenecía a Migueturra, lugar donde se hacía las justicias de horca y luego los cadáveres eran echados en un arca de piedra roja con grandes agujeros para que fuesen pasto de aves y animales. Así adoptaría dicho cerro la denominación del de la horca por tan luctuoso pasado.
Estos serían los comienzos de la Hermandad, ejerciendo la de Ciudad Real su jurisdicción durante cinco siglos y medio desde el Tajo en Aranjuez hasta Cádiz.
Su duración obedecía a que los ganaderos agradecían la protección dispensada mediante la donación de una asadura para el sustento de la cuadrilla y más tarde tanto el santo Soberano como sus sucesores les concederían privilegios en el que se incluirían el de la asadura, que consistía en obligar a dar una por cada rebaño que llegase a 90 cabezas de los que entrasen en el distrito de la Hermandad, divididos en quintos, sacados en pública subasta.
Por último de la Hermandad surgida en tiempos de Don Gil cabe señalar que un compañero suyo formaría una cruz de espinosa arzolla y mediante palabras de consuelo trataba de endulzar la agonía de los reos, dando a sus restos una piadosa sepultura. Este sería el origen de lo que constituiría el alma gemela de la Santa Hermandad, la Cofradía de la Caridad [17]
A esta particular historia que se remonta a los albores de nuestra propia ciudad, de don Gil se han indicado dos hijos de los cuales siguiendo a Joaquín Gómez Fernández lo siguiente:
“Por lo tanto continuo el apunte histórico con que en la iglesia de la Magdalena, parroquia de la Aldea llamada Poblachuela, o las Huertas de unos 60 feligreses hortelanos con sus respectivas casas, media legua de Ciudad Real, que divide el camino de la plata, había un entierro en la pared con busto de piedra, é inscripción que decía: “Esta obra mando facer Anton Tercero mayordomo de esta iglesia; fizose por memoria de Pascual Ballestero que aquí yase: es el que pobló este Lugar”. Es un creible que el hijo tercero de D. Gil que se llamo Miguel Turro; fue el que amplió y dio nombre á Miguelturra, que por su actividad é industria es población en el día bastante rica, donde han construido un gran templo al Santo Cristo de la Misericordia, cuyo origen é historia he averiguado en lo posible por mí mismo, en el verano de 1849” [17]
Finalmente señalar que a lo largo y ancho de nuestra localidad existen algunos recuerdos sobre este rico-home conocido como Don Gil, que acogió la entrevista de dos reyes en plena época de reconquista y que tuvo que contrarrestar el poder de un facineroso personaje como era el capitán Carchena que comandaba una banda de secuaces que recibían el nombre de golfines.
Entre los mismos citar la propia placa de la ciudad al comienzo de la plaza del Pilar donde se supone que estuvo situado el pozo que da nombre a la otrora aldea y muy próxima a la mismo la escultura homenaje a modo de fuente del Pozo de Don Gil del escultor José Luis López – Arza, o el Centro Juvenil Pozo de Don Gil de los Salesianos de Ciudad Real.
ESTANISLAO Z. NAVAS
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[1] Según Luis Rafael Villegas Díaz, “La fundación de Villa Real y el mundo urbano manchego”, en Izquierdo Benito, Ricardo, y Ruiz Gómez, Francisco (coords.): Alarcos 1195: Actas del Congreso Internacional Conmemorativo del VIII Centenario de la Batalla de Alarcos. Vol. I. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Castilla – La Mancha, Cuenca, 1996. Pág. 57, “tales connotaciones en el imaginario colectivo nos vienen referenciadas en la Primera Crónica General, elaborada a finales de ese siglo XIII, donde, al referir la actuación llevada a cabo por Alfonso VIII, alude al enclave con un anacronismo: <Et pobló a Alarcos que dizen Val de Sangre>”, cuya nota 23 precisa la apuntada bibliografía: Primera Crónica general de España, ed. de R. Menéndez Pidal, reimpr. Madrid, 1970, 680.
[2] Gómez Fernández, Joaquín: Historia de la Ciudad de Ciudad Real y Estracto historico de España y lista de sus Reyes, casamientos y muertes (edición facsímil y transcripción). Editado por Junta de Comunidades de Castilla – La Mancha y Excmo. Ayuntamiento de Ciudad Real. Ciudad Real, 2010. Pág. 66.
[3] Gómez Fernández, Joaquín: Op. cit. pág. 66.
[4] ZUGASTI, Julián de: El bandolerismo. Tomo IV. Estudio Social y Memorias históricas. Parte primera. Tomo I. Orígenes del Bandolerismo. Imprenta de T. Fortanet, Madrid, 1877. Pág. 313.
[5] SÁNCHEZ BENITO, José María, “Hermandades y delincuencia rural entre el Tajo y Sierra Morena (siglos XIII-XV)”, Universidad Autónoma de Madrid, en Clio & Crimen, nº 3 (2006), pág. 136.
[6] ZUGASTI, Julián de: Op. cit. Págs. 314-315.
[7] ZUGASTI, Julián de: Ibid. cit. Pág. 317.
[8] ZUGASTI, Julián de: Ibid. cit. Pág. 313.
[9] CLEMENTE, Domingo, Guía de Ciudad Real, Ciudad Real, Establecimiento tipográfico de Cayetano C. Rubisco, 1869 (1977). Pág. 10.
[10] GONZÁLEZ JIMÉNEZ, Manuel: Fernando III El Santo. El rey que marcó el destino de España. Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006. Pág. 193
[11] Gómez Fernández, Joaquín: Ibid. cit. pág. 66.
[12] PORTUONDO, Bernardo, Catálogo monumental artístico-histórico de la provincia de Ciudad Real, 1917 (ED. FACSÍMIL). Págs. 149-150. En el artículo anteriormente citado de Luis Rafael Villegas Díaz se indica en la nota 24 lo siguiente: J. González, Reinado y diplomas de Fernando III, I. Estudio, Córdoba, 1980, 358. GOLDEROS VICARIO, JOSÉ MARÍA, en su Ciudad Real. Siete Siglos a Través de sus Calles y Plazas, 1245-1945, señala lo siguiente respecto a la Calle de los Reyes: “En la calle de los Reyes (esquina a Zarza) – dicen los historiadores locales moraron los reyes Fernando III el Santo, su esposa doña Juana y su madre doña Berenguela, durante las siete semanas de estancia en el entonces Pozuelo de Don Gil. Fueron hospedados -según creencia – en alguna de las casas del «ricohome» y señor del lugar don Gil Turro Ballestero.”
[13] ZUGASTI, Julián de: Ibid. cit. Pág. 316.
[14] ZUGASTI, Julián de: Ibid. cit. Pág. 319.
[15] ZUGASTI, Julián de: Ibid. cit. Pág. 321.
[16] HOSTA, José de: Crónica de la Provincia de Ciudad Real. 1865. Págs. 26 – 27.
[17] Según palabras de José María GOLDEROS VICARIO, en lo referente a la Cofradía de la Caridad, señala lo siguiente: “En tiempos de don Gil Turro, un tal Sancho de Valdivieso creó la “Cofradía de la Caridad”, el cual, formando una cruz de espinosa arzolla se acercaba a los reos y con palabras de consuelo les exhortaba al arrepentimiento. Es rigurosamente cierto que existió dicha cofradía, siendo su distintivo la famosa cruz con el crucificado, llamado popularmente el “Cristo de los Tarugos”, por la tosquedad de la forma de la cruz en que estaba enclavado. La cofradía tenía su sede en la parroquia de San Pedro, y aún a finales del siglo pasado [siglo XIX] sabemos que la parroquia conservaba la citada cruz.”
[18] Gómez Fernández, Joaquín: Ibid. cit. pág. 69.
Relatas de tal manera…que dan ganas de haber presenciado esos momentos. Gracias «Estanislao»
Fermín muy acertado tu comentario, gracias a los artículos de Manolo estoy aprendiendo la historia de Ciudad Real e historia en general.
¡Gracias Manolo!.
Tendremos que visitar Alarcos…
Vaya dos, que me vais a sacar los colores con tanto piropo. Gracias
¿»Qué hace un historiador como tú en un sitio como este (MiCiudadReal.es)»?
Pues sencillamente, dándole fama, repartiendo cultura y explicándola…de otra manera, mucho más amena.
Además se te lée muy fácilmente lo que hace m´ças amena aún la lectura y como dice nuestro otro colaborador, haces que entremos ese los ambientes que describes.
Vaya que no me libro, otro (Luis) que me quiere sacar los colores, je, je. Ni que os hubiese invitao a unas cañitas, je, je. Un abrazo a los tres, que vosotros hacéis que los artículos me den más satisfacciones aún
Muchas gracias.
Es curioso que este Turro, al parecer entre real y legendario, se llamara igual que Thurro o Thurrus, el régulo carpetano más fuerte de la región que vivió alrededor del 179 antes de Cristo. Lo único que se sabe de él nos lo transmite Tito Livio en el párrafo 49 de su »Desde fundada Roma», XL.
Lo de Ángel es de sombrerazo. Sencillamente tu sabiduría no tiene límites, buceas donde nada puede llegar, y es un placer que muestres tus apuntes históricos y de diversa índole.
Gracias maestro!