Beatriz Labián. Diputada regional del PSOE.- No pretendo con este escrito suscitar un debate sobre aborto sí o aborto no, sino más bien exponer las razones que me llevan a mostrar mi más profundo rechazo al anteproyecto de “Ley Orgánica para la protección de la vida del concebido y de los derechos de la mujer embarazada”.
Porque representa un extraordinario retroceso normativo, social e ideológico que vuelve a situar a las mujeres españolas en la clandestinidad. Querámoslo o no, el aborto es una realidad en todas las sociedades del mundo. El aborto no desaparece aunque se prohíba; se sigue produciendo, pero en peores condi¬ciones.
Esta reforma no responde a una demanda social, sino que tiene que ver con la ideología de este Gobierno, pues la ley vigente se está aplicando sin dificultad en todas las comunidades autónomas, incluidas aquellas en las que el PP gobierna.
Esta reforma solo acepta la interrupción voluntaria del embarazo en caso de agresión sexual hasta las 12 semanas, con previa denuncia y cuando la presión de la gestación consecuencia de dicha agresión sea insoportable para la mujer.
Otro de los supuestos autorizados es la existencia de una situación de grave peligro para la vida o la salud física y psíquica de la mujer embarazada. La mujer tendría que acreditar su situación “de conflicto” de forma suficiente, con un informe emitido por dos médicos que confirmen que su dolencia, trastorno o imperativa situación de riesgo tendrá una permanencia en el tiempo, lo que supondrá que quedarán estigmatizadas clínicamente con carácter más o menos permanente.
De esta manera, la capacidad de la mujer embarazada para tomar sus propias decisiones queda en evidencia, pues con esta reforma no solo se nos despoja de la capacidad de decidir, sino que se nos infantiliza y se nos trata como menores de edad física e intelectualmente, porque con carácter preceptivo en casos de interrupción voluntaria de embarazo, y siempre dentro de los supuestos admitidos, las mujeres deberán recibir asesoramiento asistencial, así como recibir Información clínica, debiendo presentar además toda una serie de certificados e informes que avalen su situación.
Esto dista mucho del concepto de decidir libremente sobre la maternidad. Ninguna mujer desea tener un embarazo para luego abortar. Lo que la mujer hubiera deseado es no estar embarazada; solo se aborta cuando no le queda otra salida.
Se trata de una ley innecesaria, retrograda e injusta alejada de los tiempos en que vivimos, en la que, además, en defensa de los derechos, se elimina el supuesto de malformaciones y anomalías en el feto, obligando a mujeres a tener a hijos con malformaciones graves para luego abandonarlas a su suerte sin ayudas económicas en la mayoría de los casos, tal y como está sucediendo con la Ley de Dependencia a día de hoy.
No podemos hablar del aborto como algo intangible, sino como un hecho que convive con nuestra sociedad. La cifra de 1.900.000 abortos legales registrados desde 1985 merece un respeto y una amplia reflexión. Un millón de casos solo en la última década. Por lo tanto, la reforma propuesta por el Partido Popular deja fuera la posibilidad de aborto legal a cerca de 100.000 mujeres por año.
Con la legislación vigente no se ha disparado el número de abortos, es más, en 2012 se produjeron un 5% menos que el año anterior y se ha conseguido reconocer el derecho a la maternidad libremente decidida, lo que implica no sólo reconocer a las mujeres la capacidad de decisión sobre su embarazo, sino también que esa decisión, consciente y responsable, sea respetada.
Europa mostró su rechazo a este proyecto de Ley, ya que supone un retroceso sin precedentes en los derechos de las mujeres en uno de los estados miembros. Hay que tener en cuenta que la mayoría de los países europeos, incluyendo por el momento España, reconocen el aborto por libre decisión de las mujeres entre 8 y 24 semanas.
En España Gallardón también ha obtenido una respuesta contundente. Miles de mujeres se manifiestan multitudinariamente y cientos registran sus cuerpos como propiedad privada. La réplica de Gallardón no ha sido ninguna sorpresa: “ningún insulto me hará abdicar del compromiso de garantizar el derecho del no nacido”.
He sido madre hace apenas un año y es la experiencia más maravillosa de mi vida. La maternidad es algo extraordinario, pero que implica toda una serie de profundos cambios y consecuencias a nivel personal, familiar y laboral que jamás entenderá una comisión de expertos -por muy expertos que sean- compuesta por quince hombres con un solo objetivo: imponer la maternidad a las mujeres, y esto solo puede concebirse desde la imposición, el autoritarismo y el machismo, algo que es intolerable.