La segunda muerte de Adolfo Suárez, como alguien ha llamado a su desaparición definitiva, el 23 de marzo de 2014, tiene que ver con la no citada primera muerte política del 29 de enero de 1981. Fecha en la que renuncia a seguir presidiendo el Gobierno y que abriría la caja de los truenos de una Transición en curso, dando pie, primero al Golpe de Estado del 23 de febrero de ese año, durante la votación de la investidura de su sucesor Leopoldo Calvo Sotelo; y propiciando, al año siguiente en octubre de 1982, la alternancia del poder, al pasar éste de manos de la UCD al PSOE de González y Guerra. Suponiendo, para algunos, el cierre de la Transición Política, y en parte, la constatación de cierto final en la persona de Suárez.
Y es, justamente, esta omisión interesada la que ilumina ciertas parcelas que aún aparecen mal iluminadas y ensombrecidas. Si las bondades políticas y personales de Adolfo Suárez, son las que se están refiriendo en crónicas rápidas, obituarios sentidos, balances de toda una vida, reflexiones parciales y rememoraciones interesadas, ¿por qué razones se le acorraló inmisericordemente, por propios y extraños, entre 1980 y 1981? , ¿ y, por qué razones, se le forzó, casi de forma urgente, a presentar su dimisión?
No se olvide que la Moción de Censura, presentada por el PSOE en mayo de 1980, venía a recoger altos vientos de descontento social y político en la persona del Presidente Suárez. Moción que comenzaría a abrir las heridas de un Partido de Poder como la UCD, que era un coalición de notables y barones, y que daría lugar en sus efectos laterales, a las reuniones conspiratorias de Gerona. En donde Alfonso Armada, Enrique Múgica y Antoni Ciurana, trazarían una hoja de ruta del próximo futuro político de España ‘sin Adolfo Suárez’. En una extraña convergencia de intereses, para desplazar del Palacio de la Moncloa a aquel que era visto como ‘la causa de todos los males del país’. Pese a que el quemado Presidente del Gobierno, había sido responsable de buena parte de la llamada ‘Arquitectura política de la Transición’, siendo como era, para algunos, un advenedizo del extinto Movimiento Nacional del que había sido Vicesecretario en 1975 y Ministro Secretario general del Movimiento en diciembre del mismo año, con Arias Navarro de Presidente. Circunstancias de su ilegitimidad de origen que fueron instrumentalizadas en su contra, por antiguos conmilitones y nuevos compañeros. Por ello, es creíble la afirmación de Sol Gallego Díaz, al ver a Adolfo Suárez como ‘El político más solitario de la democracia’. Abandonado por propios y denostado por extraños, cuestionado por sus antecedentes y criticado por la ‘orfandad de sus ideas’, trazó una singladura cubierta por un enorme coraje cívico y por una intuición política inusual. Que ahora, en tiempos de escasez, se alaba y se echa en falta.
Periferia sentimental
José Rivero
Como siempre, de acuerdo con lo que dices y feliz de que menciones a Sol Gallego, una profesional de las «güenas» a quien he visto alguna vez por aquí degustando manjares manchegos.
Anoche escuchaba a Alfonso Guerra disculparse a su manera por las «formas» usadas en el momento contra Suárez. En fin…ahora todos buenos y santos. Estaba claro que Suárez había acabado su misión y estaba amortizado pero, joer con la lengua del segundo de a bordo.
Es increíble como están usando a Suárez para legitimarse tantos polìticos nefandos como ahora hay, justo después de una manifestación monstruosa a favor de lo único que realmente representaba Suárez, más que cualquier reforma política: la honradez y la ética en política. Una ética que ¿dónde está ahora?
Por eso Suárez ha sido el hombre más traicionado de España.