La Real Academia de la Lengua Española (R.A.E) define la felicidad como aquel estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien. Seguramente muchas de las personas que ahora leen este artículo estén muy de acuerdo con esta definición, compartiéndola en cada una de las palabras que la componen.
El ser humano, por naturaleza, tiende a creer que es más feliz cuantos más bienes materiales posee, especialmente si este bien material es el dinero. Entonces, la ecuación es fácil; cuanto más dinero poseo, más feliz soy. Pero ¿esto es realmente así?, es decir, ¿verdaderamente uno es feliz siendo muy millonario pero estando, por ejemplo, muy enfermo?; la respuesta o, mejor dicho, mi respuesta, es NO. Seguramente poca gente se lo haya planteado, pero priorizar lo material sobre lo emocional no es más que, paradójicamente, forjarse el camino hacia la infelicidad. Esto es así porque basar nuestra felicidad en lo tangible, supone un acto ilusorio que nunca podrá ser alcanzado en su totalidad debido, fundamentalmente, a la imposibilidad de poder disponer de todo lo que se desea. El ser humano es insaciable y, por tanto, siempre querremos más de lo que tenemos.
Es por todo ello por lo que debemos empezar a reflexionar acerca de qué es lo que realmente me hace feliz y si esta palabra, “feliz”, verdaderamente existe. ¿Qué es ser feliz? La mayoría de la gente piensa que un incremento en sus ingresos les haría ser mucho más felices. Sin embargo, ha quedado demostrado que aquellos cuyos ingresos han aumentado no son más felices ni están más satisfechos con sus vidas. Entonces la pregunta es ¿por qué nos engañamos tan fácilmente? Una de las razones es que la variación de los ingresos influye brevemente en nuestra sensación de bienestar. Pero, repito, brevemente. Incluso la felicidad que uno siente cuando, por ejemplo, le toca un buen pellizco de lotería, no dura demasiado, ya que muy pronto el nuevo nivel de ingresos se convierte en el estándar según el cual medimos nuestros logros. Esta relativa satisfacción no se presenta, por ejemplo, en el caso de la amistad, el trabajo o la vida familiar.
Muchas personas me preguntan qué pueden hacer para ser más felices o cuál es el secreto de la felicidad, si es que existe algún secreto que puedan descubrir y poner en práctica para cambiar sus vidas y sentirse más satisfechos y felices.
El problema con el que me encuentro es que, para alcanzar la felicidad, muchos tienden a mirar hacia el futuro, piensan en lo que no tienen y desearían tener, en cómo lograr ese objetivo que les haría sentirse felices, y tratan de luchar con uñas y dientes por alcanzar esa meta que, supuestamente, traerá la felicidad a sus vidas. Otros miran hacia el pasado, lamentando oportunidades perdidas, arrepintiéndose de errores cometidos, culpándose y castigándose por no haber actuado de otra forma y pensando que, si lo hubieran hecho, ahora serían mucho más felices; de ese modo se torturan dando vueltas en su mente a sus errores pasados, aquellos que ya nunca podrán cambiar.
Ambas perspectivas vitales, pasado y futuro, no han de concebirse relacionadas con aquello que algunos llaman felicidad. El problema, por tanto, es que la felicidad no existe ni en el futuro ni en el pasado; es un estado emocional, un estado interno y muy personal, que solo puede ser experimentado en el presente, en el aquí y ahora. Cada uno de nosotros debe hacer un ejercicio profundo de auto-reflexión para tratar de encontrar qué es aquello que le hace sentir bien, en paz consigo mismo y, por tanto, feliz. Yo nunca me cansaré de repetir que la clave del bienestar personal reside, sin duda alguna, en disfrutar de un buen equilibrio emocional; estar en paz con uno mismo independientemente de las circunstancias externas. Disponer de este estado de paz interior no es algo fácil, sino que debe ser entrenado concienzudamente por quienes verdaderamente deseen sentirse felices. Para ello, puede ayudar seguir los siguientes consejos:
– Sonríe siempre que puedas, ya que la sonrisa ejerce sobre nuestro organismo unos efectos placenteros que inmediatamente repercutirán de manera muy positiva sobre el estado de ánimo. No olvides que la sonrisa libera endorfinas, hormonas activadoras de la felicidad.
– Agradece y sé generoso con los demás; el agradecer nos hace mejorar nuestra autoestima, autoconfianza y motivación, manteniéndonos conscientes respecto a nuestro poder interno. Ser altruista con quienes más lo necesitan, nos permite aumentar nuestra perspectiva de las cosas y darnos cuenta de que nuestra vida es mucho mejor de lo que pensamos y que la felicidad se encuentra, muchas veces, en las cosas más sencillas.
– Vive y disfruta el momento; ser conscientes de que nuestro paso por esta vida es breve y que siempre tenemos este momento para volver a nuestro centro y, a la vez, disfrutar de nuestros logros y nuestro entorno, es fundamental para sentirnos bien.
Como conclusión, no debemos olvidar dos elementos clave; en primer lugar que la felicidad, más que constituir una meta en sí misma o una emoción por la que luchar, ha de ser entendida como una elección interior y personal constante, de cada momento. Finalmente, que no hay nada ni nadie en que nos pueda ofrecer más felicidad que la que nosotros mismos nos podemos dar.
Mayte Criado Núñez
El en diván
Psicóloga y Directora del Gabinete de Psicología “Bienestar”
www.psicologiabienestar.es
Tomo nota
Creo que la felicidad se alcanza cuando existe un equilibrio entre lo que pensamos, deseamos y logramos.
creo que da en el clavo de lo que es la felicidad, pues es algo que no se debe perseguir, sino algo que se debe vivir. ES como la zanahoria frente al asno,…persigue la zanahoria, atado a un carro pesado, trabajando pensando lo feliz que será y olvida lo feliz que puede ser si dejara de tirar del carro.
Me ha encantado, gracias. Creo que deberían enseñar psicología en las escuelas.