Como prometimos la pasada semana, volvemos sobre el tema de las mujeres en las competiciones de motor, una vez que ya apuntamos los necesarios datos sobre el demasiado hermético mundo de la Fórmula Uno. Dada la escasez de resultados relevantes del sexo femenino en los monoplazas, alguien puede deducir que el relato de hace siete días vendría a regodearse en “lo malas que son las mujeres al volante”. Craso error, amiguit@s. La presencia de mujeres en el deporte del motor es escasa porque sufren dos tipos de prejuicios machistas: el primero, obvio, en relación a sus cualidades al volante, con lo que muchos jefes de equipo ni se lo piensan, si no hay por medio una buena suma económica que le haga cambiar de opinión y el segundo viene dado por la ausencia de ese respaldo económico que, generalmente, deciden los hombres, dada su abrumadora mayoría en los cargos directivos de las empresas que han de gastarse la “pasta” en patrocinios. Así que tenemos un bonito círculo vicioso.
Hay vida fuera de la Fórmula Uno
Como lo demuestra la cantidad de mujeres que compiten en las IndySeries y su carrera estrella, las 500 Millas de Indianápolis, en los monoplazas las chicas han batallado lo suyo con mayor fortuna que en la F-1. Hay quedan para los registros la norteamericana Danica Patrick, única mujer vencedora de una prueba Indy (Japón 2008), o la suiza Simona De Silvestro, citada la pasada semana y que atesora una segunda plaza en carrera. Al menos otra media docena de mujeres compiten con regularidad en las carreras de los USA, muchas de ellas alternando monoplazas con prototipos de resistencia, disciplina algo más benévola para los intereses de Catherine Legge, Susie Stoddart o Vanina Ickx (hija del mítico Jacky Ickx) quienes además nutren las parrillas del DTM alemán o las 24 horas de Le Mans en donde los Ickx (padre e hija) han competido con irregular fortuna. En la célebre carrera francesa han competido, desde su inicio, al menos cincuenta mujeres sin conseguir ninguna de ellas un podio absoluto, si bien diez de ellas obtuvieron victoria de clase: Odette Siko y Marguerite Mareuse fueron séptimas en 1930 al volante de un Bugatti Type 40, siendo dos años más tarde Siko la que puso el listón más alto, y hasta hoy inalcanzado, al acabar cuarta absoluta.
Fuera de pista, mejor
Es en el mundo del “off-road” donde las mujeres han competido con más éxito, batiendo con cierta frecuencia a legiones de rivales masculinos y eso podría parecer una contradicción dadas las extremadas exigencias físicas de los “rallies” y los “raids”. Pues bien, el espíritu luchador tan asociado a las féminas tiene en estas carreras un escaparate único, desde las viejas costumbres de reservar una clasificación exclusiva para mujeres, las célebres “Copas de Damas” que establecían en los “rallies clásicos europeos (Montecarlo a la cabeza) un premio independiente del resultado “masculino”, hasta la obsolescencia de estas clasificaciones por el ascenso de las mujeres en las clasificaciones absolutas. Pionera de lo que decimos fue Pat Moss, hermana del mítico Stirling Moss, que en los primeros sesenta no sólo repitió sistemáticamente triunfos en las clasificaciones femeninas, sino que se alzó con la victoria absoluta en pruebas del Campeonato Europeo de Rallies como el Tulipanes, el Rally de Alemania y la Lieja-Roma-Lieja, sin contar con dos segundas plazas en el San Remo y el RAC, desde siempre pruebas exigentes incluidas en el selecto Campeonato del Mundo de Rallies, aunque en la época no recibiera sea elitista denominación. La belga Christine Beckers, las francesas Marie-Claude Beaumont y Claudine Trauttman, la italiana Antonella Mandelli y la alemana Isolde Holderied, destacaron entre una veintena de conductoras que asiduamente ascendían en las clasificaciones generales por las carreteras de Europa. Sin embargo el hito más relevante se produjo ya en los ochenta y su nombre acabó en el Olimpo de las carreras: Michèle Mouton (1951).
La más grande
Durante una docena de años y, curiosamente, con inicio y final en el legendario Tour de Corse (1974-1986), Michèle Mouton condujo lo más granado de las mecánicas de “rallies” del momento, desde los Alpine A-110, Fiat 131 Abarth, Lancia Stratos, Peugeot 205 T16 y , desde luego, el coche que la encumbró como la mejor mujer del la historia del automovilismo, el Audi Quattro. Enrolada en las filas de Audi tras cinco años de esperanzadores resultados en Montecarlo y Córcega que nunca se acababan concretando en un programa más amplio, Mouton accede en 1981, con su inseparable copiloto Fabrizia Pons, a los tremendos Audi Quattro del Grupo C, auténticos F-1, de las carreteras, con unas potencias descomunales y, gracias a la tracción total, vehículos imbatibles en hielo, nieve o tierra. Fue en asfalto, sin embargo, donde Mouton obtuvo su primer triunfo mundialista (también el de una mujer) en el sonado Rally San Remo, éxito aislado de entre un total de 7 carreras en las que sólo obtuvo un cuarto puesto en Portugal que, no obstante, no desanimó a la dirección del equipo alemán que apuesta por ella en un programa de once carreras para el Mundial de 1982, donde tendrá que competir con dos auténticos colosos del mundo de los “rallies”, como Stig Blomqvist y Walter Röhrl, también en la estructura Audi. Michèle se destapa y gana en Portugal, Acrópolis y Brasil, quedando segunda en el RAC británico lo que desafortunadamente no le da el título que va a manos de Röhrl, dejando a la francesa como subcampeona de un Campeonato Mundial de la FIA, registro que ninguna mujer ha igualado hasta hoy. Cuatro temporadas más con Audi y Peugeot no le dieron más victorias pero sí el incontestable prestigio del que ninguna otra fémina ha gozado jamás. Mouton fue también la primera mujer en coronar victoriosa el Pike´s Peak, bestial subida a la mítica montaña americana, y para adornar su currículum en circuitos, posee una victoria de clase en las 24 horas de Le Mans de 1975. Retirada de las carreras cuando la FIA abolió los Grupo B tras el accidente mortal de Henri Toivonen, la Mouton creó la llamada Carrera de Campeones, que todavía dirige y fue llamada por Jean Todt para engrosar el equipo federativo que dirige y regula los “rallies” mundialistas.
Aprês moi…
Un auténtico páramo de participantes femeninas se cierne desde aquel ya lejano 1986 sobre el Mundial de Rallies, las mujeres parece como si hubieran optado con el cerrado mundo de los circuitos o el mucho más abierto y de horizontes casi infinitos de los “raids”, tipo Dakar, y ahí brilla con luz propia, hasta ahora, Jutta Kleinschmidt (1962) ingeniero en BMW que deja los despachos para largarse, primero en moto y luego en coche a las aventuras entre dunas y piedras, para conseguir en 2001 su éxito más rutilante, logrando el Paris-Dakar tras unos años arañando victorias parciales e, incluso un podio (3ª en 1999) lo que unido a una infinidad de éxitos en “raids” más cortos, hacen de ella el símbolo femenino del desierto donde una joven española, Laia Sanz, está empezando su recorrido para lograr mayores hitos. De momento lleva tres victorias consecutivas en la categoría femenina, pero todos sabemos que su aspiración es quitar de en medio esa pátina paternalista y como Mouton o Kleinschmidt batir “a los tíos” en su propio y más querido terreno.
Juanma Núñez
A41- Todo Motor
Mientras iba leyendo su artículo de esta semana , iba pensando ..»Citará a Laia Sanz».Así es justo cuando llegaba a su fin la he encontrado y ha sido una verdadera guinda a un trabajo magnífico.Enhorabuena y ya estoy deseando que llegue el próximo Lunes.