Fermín Gassol Peco.- Creo que la comunicación es la que mantiene “vivas” a las personas, al menos en un aspecto sicológico. Uno de los peligros, quizá el más temido por aquellos que llegan a la edad de jubilación consiste en romper la relación que venían manteniendo día tras día, año tras año con esas personas con las que han estado trabajando, con las que han estado relacionados y a través de las cuales se asomaban al mundo cada día.
La comunicación es tan importante como vital para seguir estando “al loro” de la actualidad y para no perder las verdaderas dimensiones de las cosas que siempre resultan más exactas por esa ósmosis social que supone el intercambio de pareceres con los demás.
Lo ideal es mantener lo mucho de positivo que la vida en activo tiene, aunque ahora sea con otros interlocutores y de una manera más tranquila, humana y desinteresada. Y es que durante la vida laboral las relaciones siempre vienen impuestas por las obligaciones, por el interés y por las circunstancias. Cuántas relaciones basadas en lo inmediato y en el interés…que me gustaría saber, por pura curiosidad qué porcentaje de esas “estrechísimas relaciones” que existían en los años de esplendor económico…continúan hoy en pié.
Estamos en la era de lo global, de lo virtual, de lo inmediato y la comunicación también disfruta de estos avances. Hoy hablamos con quien sea desde cualquier sitio allá donde nos hallemos. Hoy con el teléfono móvil por ejemplo podemos comunicarnos “ipso facto” con medio mundo aunque nos encontremos en el “quinto pino”. La soledad y el aislamiento han quedado para quienes los quieran disfrutar, aunque creo que esta vida de anacoreta social constituye “rara avis”. ¿Quién puede hoy pasar un solo minuto de sus días y sus noches sin un teléfono móvil? De hecho lo utilizamos con tanta frecuencia que ya no podemos vivir sin él….
Dirán ustedes que exagero pero a la vista de todos está, que en el protocolo de cubertería figura ya la ubicación del móvil. Naturalmente que estas dependencias hacia la técnica también tienen sus importantes y económicas, definitivas ventajas porque estos artilugios nos evitan pasos, tiempo y dinero que todo hay que valorarlo. Sin embargo las prestaciones de estos aparatos tan prácticos van a ir en un futuro mucho más allá. Unos ocurrentes inventores de situaciones originales o por mejor decir dantescas, han pensado en colocar un teléfono móvil dentro de los ataúdes. La idea tiene que ver con algo parecido a un escalofriante futurible, porque la utilidad de este postrero canal de comunicación con el mundo que has dejado viene a ser como un “imposible por si acaso”.
Escalofriante, porque recibir una llamada de ultratumba de alguien que dabas por muerto debe ser como una enorme sorpresa “servida en frio”. Que cuanto más tarde se produjera la llamada, más fría encontraríamos la sorpresa. Lo que no han explicado todavía es como van a inventar un teléfono con suficiente autonomía como para poder llamar pasados tres o cuatro días del virtual trance; para más tiempo seguro que tanto el teléfono como el usuario tendrían para entonces la “batería” ya agotada. Aunque ahora que lo pienso más escalofriante sería que algún día apareciesen en la tapa de esta peculiar “cabina telefónica” unos sospechosos arañazos. En ese caso hacerse acompañar con un móvil en la tumba nunca estará de más aunque en este caso no sirva ya ni para ahorrar tiempo, pasos o dinero, solamente para ahorrarnos un “mal penúltimo trago”.
¿Ven como no exagero? Al final no tendremos más remedio que reconocer… que no podremos morir sin él, sin el móvil, claro está. Y es que la falta de comunicación desde esta última morada terrenal con el mundo de los vivos…podría llevarnos, ahora sí, a un desesperante y definitivo desenlace fatal…por falta de cobertura, de batería…o de una llamada perdida…camino… de la eternidad.
«que me gustaría saber, por pura curiosidad qué porcentaje de esas “estrechísimas relaciones” que existían en los años de esplendor económico…continúan hoy en pié».
Pregunta retórica. JAJAJA. Muy buena. Cuántos han cambiado de número y cuántos se tiran horas llamando a otro que no lo coge…
En cuanto al móvil, acerca los mensajes, no las relaciones.
Un «guasap» por tu cumpleaños. Otro para mandar una «sandéz». Otro para un «¿K tal?».
Donde esté un «ratico» echando una parrafada, darse un buen abrazo, dos besos, palparse, mirarse a los ojos, sentir, escuchar lo «del otro», que se quiten los móviles.
Puedes tener 500 amigos en cualquier red social y ser el animalico más triste de la tierra.
Yo sabes que participo mucho Aquí. Entre cosa y cosa, tengo tiempos de espera, como todos los que trabajamos por cuenta propia y, como no tengo otros vicios que decir las cosas sin pelos en la lengua, pues bicheo por los periódicos digitales que me encantan, pero no hay cosa que más me guste que un cafelito o una cervecita en compañía y a «compadrear».
Yo te invito a uno Blisterr…bajo secreto de confesión, para preservar tu identidad, ja,ja,ja..Un saludo.
Sería un café deseado. Con gente como tú, cafelito diario si hace falta.
Dame tiempo y sosiego y ya te digo que nos lo vamos a tomar, porque yo a ti sí que te conozco y te veo muchas veces por la calle, cosa que desde aquí te digo que me alegra.
Un abrazo.
O.K. y gracias.
Dí que sí, Blisterr. Donde se ponga un cafelito con achuchón, risas, buena conversación y mejor rollito en buena compañía, que se quite el trasiego infantiloide de fotitos y tontás en las redes. Hacer las cosas a la vez no es hacerlos juntos, por eso, las redes no dejan de ser un zoológico que alimenta la sociofobia en muchas ocasiones.
En cuanto al móvil en el ataúd, Fermín, no me parece mala idea. Cuánta ansiedad se habrían ahorrado esos enfermos de catalepsia e hipocondríacos en general por el miedo a los enterramientos en vida. Una llamadita desde el otro barrio… y las paranoias de los personajes de Allan Poe , quedarían sin razón de ser.
Bueno, ya sabes «alter ego»que para los hipocondríacos…ni siquiera el móvil sería la solución…que siempre tendrán la preocupación de que hayan tirado las llaves…al fondo del mar.