El transcurso de los cincuenta últimos años del siglo XX, están caracterizados por el hundimiento del ideal decimonónico de la Plaza como Idea Unitaria. Ideal que, incluso, se prolonga en los primeros años del XX y se desbarata progresivamente; para concluir con el proceso de sustitución del Consistorio de Vara y Soria y la cesión de su lugar al perverso juguete de Fernando Higueras.
La inactividad urbanizadora de la postguerra, aún se prolonga, con severidad, en los años cincuenta. Hay que esperar pues, a finales de dicha década para obtener una foto fija de la ciudad a través de un documento oficial[1] que plantea algunas miradas y trata de solventar los muchos déficits que la ciudad arrastra en el ámbito de las infraestructuras. Informe municipal, que se acompaña de un extenso reportaje fotográfico de calles tremendamente mudas y estaticas; remozadas en apariencias y en las que un eco amortizado traza una musica indescifrable. Apenas circulan viandantes abrigados, son escasos los autos de gasógeno y unos escolares fríos y amalgamados desfilan en la calle de Calatrava. Por lo demás, obras publicitadas, como Reformas en la plaza de San Francisco, en la plaza de Santiago, en la rotonda de la Puerta de Toledo, las aperturas urbanas de la Avenida del Rey Santo y de la Avenida del Imperio; obras que no tendrían prolongación alguna en las necesidades de la Plaza Mayor, que permanece alojada en el universo de las confusiones con pervivencia de todos los modelos formales del pasado.
Años además, en los que se sientan las bases de la renovación edilicia desde cierto fervor de cambio -visto como progreso social y económico- y de cierta complacencia desmedida rastreable en los medios escritos disponibles. Complacencia justificable, si atendemos a la duplicidad ejercida por periodistas y escritores que combinaban su actividad con otra de índole pública en Instituciones, Corporaciones y Órganos del Movimiento. Desde esta doble militancia del sentido, es difícil encontrar críticas, reproches o pesares ante la evolución de los acontecimientos. Y eso que un trabajo tan emblemático como el realizado por Carlos María San Martín[2] en el centenario de la fundación de la ciudad, se produce desde una sutil crítica al estado presente de la ciudad; al proponernos la celebración del centenario no desde el Pozuelo de Don Gil transformado, sino desde una espléndida ciudad fluvial llamada Alarcos, capital de la provincia de Calatrava. Un texto de historia ficción que podía ser leído en clave de crítica actual, pero que sólo fue una excepción llamativa.
Un nivel fundado de crítica, al desbarajuste urbano que comienza a amontonarse, sólo es rastreable en gentes tan moderadas y conservadoras, como fueran Emilio Bernabeu y Julián Alonso, ambos Cronistas de la Ciudad a petición de Francisco García Pavón[3]. Bernabeu había ideado en el año 1954 un serial de varias entregas, que denominó “Un Rey en Ciudad Real” [4], para dar cuenta de los cambios operados en la fisonomía de la ciudad; cambios que impedían, obviamente, al Rey Fundador reconocer su obra, por lo que Bernabeu actuaba como guía o cicerone: mitad de Lazarillo, mitad de Diablo Cojuelo. No sólo era un guía atento y meticuloso, sino que señalaba -anticipadamente- con el dedo acusador- parte de los despropósitos que la historia acumulaba ya de forma cumplida.
Años más tarde el discurso oficial trataba de mostrar tanto el progreso como el salto experimentado en unos años estrechos y sin ribazos. Y así, podemos leer: “Encierra Ciudad Real sorpresas incontables para el que, ausente de ella algún tiempo, sabe ver en ella la urbe que aspira a ser tal. Es la jovencita, ayer niña, que de la noche a la mañana despierta su naturaleza de mujer y, poco a poco, insensiblemente, se va transformando en un emporio de belleza.
Viven aún quienes conocieron un lugarón rústico, de casas bajas y pueblerinas, amontonamiento de adobes mal hechos, de calles sucias y mal pavimentadas y estrechas, que se convertían en cenagosos arroyos y pestilentes lagunas, en cuanto llovía con alguna abundancia. No está muy lejos la estampa del viejo aguador acarreando cántaros para el consumo casero, procedente de El Arzoyar y otros pozos y manantiales cercanos a la Capital.
Hoy la transformación es sensible. Calles amplias, soleadas, alegres y con bellos establecimientos de traza moderna, es la característica de la parte céntrica, del que constituye el llamado ‘centro comercial’. La mayoría de las vías urbanas, están dotadas de servicios de alcantarillado y abastecimiento de agua, así como se está llevando a cabo una ingente labor por el Municipio, a pesar de los exiguos medios con que cuenta, en relación con la pavimentación y acerado de buen número de ellas. Es Ciudad Real una de las Capitales de España que cuenta con mejor y más moderno alumbrado público, en relación con su extensión y número de habitantes. La mayoría de las mortecinas luces que antes trataban de iluminar las calles, son sustituidas en las vías más céntricas por puntos de luz de mercurio”[5] .
El desencanto de Bernabeu se iba a verificar, ya en la tumba desde 1958, con el episodio del hundimiento del Torreón del Alcázar por el cual había batallado años antes. Su “Hemos triunfado” [6], referente a la salvación de dicha pieza, resonó en el vacío cadavérico cuando años después se produjo su hundimiento[7]. Similar será el conflicto y el desencanto de Julián Alonso a lo largo de 1958 y 1959 con el debate de la Casa de la Torrecilla, que obviamente, acabó perdiendo y que dio pie a un texto [8] que resolvía estos debates de los años cincuenta. Alonso, que había recorrido la ciudad y sus rincones con diferentes voces y miradas, había captado la Plaza como una foto fija, igual que había realizado con otros lugares [9]; pero no había llegado a captar las fuerzas transformadoras que se habían puesto en marcha, como metáfora de un progreso imparable. “La euforia expansiva de unos años, que se encaminan al Plan de Estabilización de 1959, concluye con un inusitado fervor económico y con una fuerte apuesta de renovación material de la ciudad. Más allá de las realizaciones que se glosan como éxitos indubitables del Régimen, comienza a asentarse toda una estrategia del sentido -o del sin sentido- de la ciudad que se verifica entre las visitas de los Ministros Arrese en 1958 y Sánchez Arjona en 1962. Estrategia que requiere una puesta a punto de los mecanismos productivos del suelo y una ordenación adecuada de sus rentas. Frente al tornasol agridulce del pasado, los rapsodas del progreso urbanizador oponen la música productiva de la transformación del espacio y la conquista de una imagen de progreso material a tono con la capitalidad de la ciudad” [10].
[1] Un trienio de gestión municipal. 1955-1957. Ciudad Real, 1958.
[2] San Martín Carlos M. Villa Real, clave y destino. Lanza, 25 mayo 1955.
[3] García Pavón F. Dos cronistas sin título. Lanza, 17 agosto 1954.
[4] Bernabeu E. Un Rey en Ciudad Real. Lanza, 7 de enero 1954.
[5] S.A. Folleto Feria y Fiestas, 1959.
[6] Bernabeu E. Hemos triunfado. Lanza, 28 diciembre 1954.
[7] Se ha hundido el Torreón del Alcázar. Lanza, 2 enero 1962
[8] Alonso J, ¿Qué queda ya? Lanza 18 enero 1962
[9] Alonso J. La Plaza Mayor. Op.cit. Excursión por el Pilar. Lanza, 14 septiembre 1956. La Plazuela de Santiago, Lanza 20 mayo 1957. La Plaza de San Francisco, Lanza, 8 abril 1958.
[10] Rivero J. “¿Qué queda ya?”: o la ciudad de Julián Alonso en tres toques. Inédito, 1998.
Periferia sentimental
José Rivero