Casi como en los ‘garcíamarquecianos’, valga la expresión, ‘Cien años de soledad’, se anuncian estos ‘Cien números de oquedad’, que ahora explico y amplio. Hace algo menos de un año, concretamente y como una broma más del destino, un 28 de diciembre, comenzaron mis colaboraciones en Miciudadreal, por invitación de Eusebio García del Castillo.
Y once meses más tarde, con una puntualidad casi exasperante, el 29 de octubre pasado, el cuentakilómetros de las colaboraciones acumuladas señalaba las cien unidades de recorrido escrito, con una onomástica y un doble obituario a Manolo Escobar y a Lou Reed. Como el haz y el envés de la vida; lo posible y lo imposible; lo blando y lo duro; lo que se pierde y lo que se va ganando. Colaboraciones escritas en un medio digital estricto, por parte de alguien que provenía de las diversas travesías del desierto, escritas en medios analógicos, yertos unos, desaparecidos otros y sepultados e incinerados los más por las arenas móviles y movedizas del binomio tecnología/comunicación y de sus consecuentes escaramuzas.
De aquel acuerdo natural y sobrenatural, nació esta sección que denominé entonces, Periferia Sentimental. Quizás porque esa conciencia de superviviente de tantos naufragios periodísticos, culturales, sociales y políticos, casaba bien y se avenía mejor, con la condición residente y resistente de todo ciudadano periférico. Que esa es una buena condición para ciudadanos al borde la niebla; con poca Patria que llevarse a los adentros; con menos certezas que valores seguros van quedando en los altares de las ideas; y con un cansancio civil que dura ya demasiado. Una Periferia, que es tanto una topografía del espeso, rudo y apelmazado medio circundante, como una radiografía de los hondones y cicatrices personales; y de aquí su carácter de Sentimental. Como hiciera Manuel Vázquez Montalbán con su programática poética en ‘Una Educación Sentimental’, y rizara el rizo después con su ingente ‘Crónica sentimental de España’. Una periferia que además, mueve al contraste de la crónica, frente a tanta Centralidad textual engolada y engolfada que nos ocupa y atiborra de pelmazos, arribistas, chulapones y oportunistas.
Y ahora once meses y algunos días después, me pongo el maillot del centenario de artículos, que ya siguen creciendo y que han ido desfilando por sus ojos en estos días y noches, y me pregunto ¿Dónde están y moran esos papeles? Como si todavía flotaran los restos analógicos del naufragio pasado y perdido, tras el diluvio tecnológico y la tormenta digital. Ya no hay rastros ni restos de papel, ni olor dulce a tinta, ni dedos manchados; si acaso notas mínimas en cuadernos antiguos que se arrojan a la papelera, para tapar sus vergüenzas y temores, al finalizar su trayecto o al terminar su sentido. Por la misma razón que no conservo ya recortes de papel o piezas completas de revistas y periódicos, y todo se sustancia en los mudos espacios virtuales, en archivos PDF, RTF, DOC y JPG y en los temibles y vanidosos discos duros.
De aquí por tanto lo de ‘Cien números de oquedad’. Ya sé, se me objetará con razón de peso, que todos los escritos duermen un raro descanso virtual de archivos y nubes informáticas, y que por ello viven a su modo y manera ‘El sueño de los Justos’. Un sueño justo o injustificado, que avanza y retrocede al mismo tiempo que un desvelo; en una mostración de la autenticidad del sueño ambivalente: como meta y fin deseado, y como fatiga que nos derrota, agota y abate. Un sueño tecnológico sin duda al que, lentamente, nos vamos sumando todos, casi sin darnos cuenta. Sin prisa, pero sin pausa, mientras somos devorados por la tecnología que nos cambia por dentro y por fuera. Haciendo con ello cierta la verdadera naturaleza de la voz Centón, frente a la cuidada retórica estilística del ‘Centenar de Artículos’. Este último marbete expresa autenticidad, autoría y a veces pedantería, frente al anonimato cebolla-gris y la impostura del Centón. Y es que ya se sabe que un Centón es la obra literaria compuesta, enteramente, por sentencias y expresiones ajenas, tomadas en préstamo.
Unas sentencias y expresiones ajenas, que uno asume como propias o eso creen los lectores en ejercicio. Cuando bien cierto es que ‘Nadie es original, ni auténtico’; ni ‘nada se dice por vez primera, al estar ya todo dicho y contado’. Y por ello en la casa ajena que es Miciudadreal, uno va camino de encontrarse con su casa propia y con su propia voz hueca y enronquecida, a fuerza de repetir lo ya dicho y contado, como si fuera la primera vez que se recitan las ‘Palabras de la Tribu’, a la luz trémula de la hoguera que tiembla, crepita y aleja la oscuridad. En compañía de tantos pacientes y acompañantes periféricos, uno descubre la plenitud como reverso de la oquedad, y descubre, igualmente, la verdad de lo afirmado por Alberto Manguel. Quien nos advierte en su obra ‘La ciudad de las palabras’ que “encuentro mis propios pensamientos expresados en palabras de otros”. Como si todo fuera Apotegma, esto es, como si todo fuera dicho breve y atribuido a otra persona célebre o desconocida; o como su todo fuera Axioma, o sea, principio, sentencia o proposición tan clara y evidente que no necesita demostración alguna y por eso puede ser dicha y escrita.
Y así vamos aprendiendo, en el lento fárrago de los días que se desvanecen, igual que se desvanece la escritura virtual en los medios digitales. “Encuentro mis propios pensamientos expresados en palabras de otros”, pero no encuentro mi escritura artesanal ni mis escritos de papel y lápiz, que ya volaron y se perdieron. “Encuentro mis propios pensamientos expresados en palabras de otros”. Se las robo y las tomo en préstamo; y por ello, respiro con ellos y en ellos. Y vivo a su través. Aunque me pierda.
Periferia sentimental
José Rivero
Felicidades, señor Buendía, ya faltan menos para los mil. Ojalá que en el ínterin nos hagamos con una «educación sentimental» a lo Flaubert.
Salud.
Me saben a poco. Yo también apuesto por los mil.
Y, gracias por estos cien primeros.
Eres un Estrella Michelín del artículo.
Enhorabuena y que vengan otras cien lecciones más!
Largo lo fian vuesas mercedes. ! Cien piezas más incluso mil! ¿Donde pararemos? De todos modos gracias por la esperanza de futuro y por sus comentarios