Dolor de huevos del alma

Manuel Valero.- Somos un país que en ocasiones raya el esperpento, tanto que de la pluma señera de un gran escritor salió ese concepto tan propio que nos identifica. Somos cainitas, irritantes, sectarios, y llevamos muy mal la democracia, porque lo nuestro es el ruido, el ruido constante, el ruido insoportable.
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Nos gustan las banderías y las trincheras. A propósito del actual ministro de Educación, los estudiantes se le suben a las barbas, los pocos estudiantes que se manifiestan, casi todos correa de transmisión de una izquierda que ni se moderniza ni se recicla. En la Educación, puede que no sea ésto, pero de ninguna manera el modelo anterior, que levantaba la mano a levas de ignorantes, por no hablar de una Universidad corporativa, endogámica hasta la extenuación.

Y a propósito del cierre de la televisión autonómica valenciana el que, claro, como siempre, los más afectados son los despedidos, puede que el cerrojazo sea una medida gordiana pero de ningún modo era viable el modelo anterior de televisiones políticas, abiertas igualmente a levas ingentes de empleados que luego son inasumibles, pero que son sostenibles a costa del erario mientras la tele regional sea el pasquín del Gobierno de turno y el partido que lo sustenta, sin crítica, sin oposición y sin análisis. Somos un país enfermizamente sectario en los cimientos de nuestra cultura institucional y política, y posiblemente socialmente tan sectarios como los gobernantes que elegimos. No contestamos en masa y en la calle, en la mayoría de los casos, por cuestiones fieramente humanas,y cuando lo hacen los desahuciados, ahí que van los partidos amigos a echar la red. Porque no es lo mismo un desahuciado que se acuerde de los señores padres y madres del gobernante que un funcionario al que le rebajan 80 ó 100 euros. Vivimos todavía con el poso de la puta guerra civil sin madurar como sociedad o como pueblo, como quieran, y reaccionamos sentimentalmente no reflexivamente a muchas cuestiones de las que ocupan la actualidad. Y sin embargo, un país que soporta la putrefacta corrupción sin salir a la calle, de verdad y con mala leche contra toda ralea de corruptos desde el Rey abajo, todos, no es una sociedad que se respeta a sí misma sino una sociedad cómplice.Y digo salir a la calle, pero no para tocar la flauta o hacer juegos malabares en la plaza del pueblo con una imagen de melancolía por pretéritos perfectos como en Puertollano, por ejemplo.

Tenemos metida en el tuétano la cantinela de que los adversarios corruptos son unos hijos de puta pero nuestros corruptos son nuestros hijos de puta, y por lo tanto, justificables. Al albur de medidas que ha habido que tomar porque la nefanda gestión del modelo anterior nos ha dejado en pelotas, mostrándonos tal y como somos, hemos reeditado la vieja inercia atávica de las dos,. tres o diecisiete España que nos hielan el corazón. Lo medimos todo con un lastre ideológico mal interpretado y son legión los estómagos agradecidos que no defienden honradamente otra modelo social serenamente equilibrado sino su propio bolsillo en todos los estamentos desde la Universidad hasta la televisión pasando por Terrinches, con permiso de los terrinchanos. España cansa, cansa mucho, y a ese cansancio contribuyen además los nacionalismos pelmazos y sus derivadas de hastío y terror. Leemos las cosas desde lo políticamente correcto en función de nuestro interés inmediato y simpatías doctrinarias.

Manoseamos lugares comunes ahuesados por el abuso huero, vivimos en una permanente guerra civil incruenta incapaces de hacer una autocrítica social y colectiva. Si como resultado de esa autocrítica llegara la convulsión social pues que llegue, y a tomar por culo el sistema. Bendita reconvulsión. Pero España duele, duele mucho, ahogada en su propios egoísmos colectivos, y cansinos forúnculos iconográficos. A veces parece que inconscientemente estuviéramos pidiendo un nuevo espadón. Hay tanto ruido pegajoso, tanta bilis, y tanta mierda que dan ganas de darse el piro, y ahí te quedas España doliente que de atrás ya le dolías a los hombres poetas.

Afortunadamente uno se ase a la verdadera patria que conforman los seres humanos inmediatos que lo jalonan y en la única patria que cree: la familia, los amigos, los compañeros de trabajo, los vecinos,.conocidos y enemigos de libre albedrío, que no subsumidos por la consigna. Todo esto con su femenino resultante, que ésta es otra. Somos, para colmo un poco cursis. Conmigo que no cuente esta España absurda, sin solución y sin cura, que es capaz de alimentar el nihilismo más fiero e imposibilitada de salir del sepia.perpetuo en el que chapalea. La gente vivible y vivificable que todos tenemos al alcance de la mano nos ayuda a soportar la impostación, el amaneramiento, la hipocresía, la media verdad y la mierda. Afortunadamente.

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6 COMENTARIOS

  1. Verdaderamente (realmente más) estás muy muy enfadado con casi todo y con la vida. Cierto que el recuerdo no sirve para solucionar los problemas actuales, no, pero debería ayudar a evitar repetir errores, para corregir el presente. «Ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio».

    • No, con la vida, no, Carmen. Ahora que hemos recordado a Camus, soy, salvando las distancias, un poco como él: existencialista pero con el defecto de un vitalidad optimista con alguna que otra veta de escepticismo.

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