Uno pronuncia el título de la película y el eco impregna el sorprendido aire de tintes homéricos. Y es que solo los que imiten a los personajes de este rapsoda griego, aquellos que añoren la inmortalidad, recibirán en el tiempo el añorado élan de la vida que no se pierde cuando aparece la muerte.
Las películas de Fred Zinnemann (Solo ante el peligro, Un hombre para la eternidad, Chacal,…) son arquetipos de actitudes en los que la justicia, el valor, la amistad, la cobardía o el egoísmo, siempre están presentes ante la delatora cámara como fieles y perspicaces daguerrotipos de conductas.
Este film nos sirve, entre otras cosas, para apreciar con claridad la diferencia que existe entre la ley natural y la ley positiva. Cuando el sargento «Fatso» Judson (Ernest Borgnine) acaba con la vida de Angelo Maggio, al amigo del alma, Prewitt, solo le caben dos posibles acciones: esperar que se cumpla la ley positiva (que el sargento reciba el castigo adecuado por la muerte de su amigo, lo que es bastante improbable) o cumplir la ley natural (esto es, tomarse la justicia por su mano como forma de restituir el daño recibido, aun a sabiendas de que esto le puede costar la cárcel o, incluso, la vida). Prewitt, como hombre homérico, hace caso a la ley natural, esa que esta ínsita en nosotros desde el nacimiento.
También, y sobre todo, es una película de actores y actrices. El valiente y generoso Angelo Maggio (Frank Sinatra), el incorruptible Robert Lee Prewitt (Montgomery Clift), la bella y sensual Alma Aka (Donna Reed) y la delicada e incomprendida Karen Holmes (Deborah Kerr), esa dulce poesía en movimiento de ademanes aristocráticos que le hace decir al sargento Milton Warden (Burt Lancaster) aquellas memorables palabras: «Quisiera no amarte, así podría disfrutar de la vida. Nunca he sido infeliz. Hasta que me enamoré de ti». Hablemos ahora de este último.
Recuerdan ustedes aquel anuncio que decía: «Este es un hombre que apostó un millón al negro y salió rojo. Este es un hombre que vio cómo la mujer de sus sueños se casó con su mejor amigo. Este es un hombre que vendió sus acciones justo antes de que subieran. Pero este hombre conduce un Golf. Porque todos necesitamos en la vida algo en lo que confiar». El Golf de esta película es Burt Lancaster. Es el hombre que siempre estará ahí, el amigo que todos anhelamos y que casi nadie consigue. Ese que nunca te dejará apostar si ve que vas a perder. Ese que nunca se quedará con tu mujer. Ese que hará lo mismo que Nicolas Cage en Corazón Salvaje cuando se ve en el muelle rodeado por veinte negros de dos metros y ciento veinte kilos, que sabe que no le van a dar precisamente los buenos días y es capaz de decirles con la gallardía y seguridad que solo tienen los que poseen corazón inmortal: «¿Qué pasa, pandilla de maricones?».
Un Burt Lancaster y una Deborah Kerr que protagonizan una de las escenas más bellas de la historia del cine. A la que podríamos envolver con la música de Sapore di sale (Sabor a sal) y acompañar tan idílico momento con la bella letra: «Poi torni vicino e ti lasci cadere, cosí nella sabbia e nelle mie braccia, e mentre ti bacio sapore di sale, sapore di mare, sapore di te».
Posdata: Un Milton Warden que nos recuerda al Tom Doniphon (John Wayne) de El hombre que mató a Liberty Valance. Personajes que ya han conseguido la inmortalidad. Para los demás…siempre nos quedará París.
Nominadas: Julio César, La túnica sagrada, Vacaciones en Roma, Raíces profundas.
Nota: La crítica seguirá publicándose los miércoles, aunque no siempre semanalmente.
Silencio, ¡se rueda!
José Manuel Campillo
www.vienafindesiglo.blogspot.com
‘De aquí a la eternidad’ es el tiempo que recorre al apuesto sargento Milton Warden, para llegar al anaciano viscontiniano de ‘Interiores’. Por lo demás » El Golf de esta película [que] es Burt Lancaster», no será más y mejor un Bello Golfo. Salud.
Y antes al señorial Lampedusa.
Un bello golfo, en este caso, es un acertado juego de palabras.
Un saludo.
Una película enorme que por su calidad va resultando ser aquello que la da título.
Sí, esta es clásica elevada al cuadrado. Y algunos de sus protagonistas… eternos.
Un saludo.