Ángel López Jiménez.- Ha empezado un nuevo curso político, y ha comenzado como terminó: mintiendo lo que pueden. Nos dicen que hay signos de recuperación, pero van a quitarle a los pensionistas su revalorización anual conforme al IPC, índice que, nos cuentan, se nos ha quedado obsoleto. Como si nos hubiésemos caído de un guindo.
Mientras, el pobre Rato encuentra trabajo remunerado millonariamente en un nuevo banco tras hundir el anterior. Un parado menos. Un buen dato.
Lo peor de todo es que nos hemos acostumbrado a esta liturgia política. Nos dice la señora De Cospedal que “el problema de Castilla-La Mancha es el PSOE”, y se nos oculta el desempleo, la subida de la luz o la falta de ayudas para comedores escolares. No pasa nada, no nos inmutamos. La hemos oído en diferido.
Me temo que la pasión política ha desaparecido en los ciudadanos, pues no nos cuestionamos casi nada. Esa pasión, incluso en los personajes principales, ha quedado sustituida por la gestión, que es una especie de política confortable, inocua e inofensiva. Estamos inmersos en una mezcla de pasividad e indiferencia, tal vez nostalgia, confundida ante tantas palabras vacías de contenido que cada día salen de quienes nos gobiernan .Antes les llamaban ocurrencias.
A veces nos dicen que somos la mayoría silenciosa y nos lo creemos. Si hablamos es que somos radicales. Nos cansan con sus eslóganes cada viernes, tras el Consejo de Ministros. Nos falta ilusión, sin duda.
La pasión no está de moda en la política actual de nuestro país. Es verdad que hay mucho espacio para las expresiones vociferantes, para las mentiras cabalgadas, para el ambiente crispado, para la intolerancia desde la tribuna oficial… pero eso no es política.
La gestión actual de nuestros políticos está en lo posible, lo que dice Alemania, en sacar rédito de culpabilizar al otro, siempre al anterior, olvidando que los tiempos pasan y no se aguantan más determinados discursos. Todo el mundo tiene el derecho a opinar, incluso a pedir perdón por los errores y comenzar nuevos caminos de liderazgo.
Es grave que se desmotive y se aleje a los ciudadanos de la política con ese sermón constante de hacer lo que se puede y sólo se puede hacer lo que se hace. ¡No es verdad!
La falta de pasión sobre la política, la de verdad, la de valores, deja huecos que son rellenados por los irracionales, los intolerantes, los demagogos, esos que sí saben apasionar cuando les interesa, aunque sea disfrazándose con la bandera de turno para lanzarse a la reconquista de un Peñón.
Hay que reivindicar una política con pasión, que no se amilane ante los poderes económicos, que no se acompleje ante las dificultades. No hay que resignarse a aceptar siempre, porque de lo que se trata es de tener claro hacia adónde vamos. Todos los colores políticos.
La pasión política no es una cuestión de edad, sino de actitudes y de convicciones. Que no nos cuenten más cuentos como ese de que “los Presupuestos del 2014 son los de la recuperación”. Que nos den ejemplo de liderazgo en la pasión política, no en las mentiras piadosas o pecadoras.
Podemos ejercer esa pasión con la crítica, con el análisis contrastado, con la protesta. Ya lo decía Camus: “Nuestro mundo no necesita almas tibias, sino corazones ardientes”.
¡Y al Ministro Wert aún no lo han cesado!