Manuel Valero.- Uno que ya tiene escrito lo que está escrito, precisamente, le dedicó al anterior presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, un artículo en el que ponía a su disposición aquellos 400 euros que nos regaló a todos mediante una atenuación del IRPF. Y cuando las cosas empezaron ponerse en plan Quasimodo de feas, insté a una campaña de devolución para que el hombre pudiera respirar.
Recordé lo que dijo el alcalde Móstoles cuando el gabacho se vino a hacer las Españas ¿Si la Patria estaba en peligro, no era obligación nuestra acudir a salvarla? Nadie me oyó y me llamaron gilipollas, claro. Luego, se fue a Davos y en un rincón la Merkel lo cogió por la solapa y le leyó la cartilla en vernáculo, con tanta convicción que el hombre regresó a La Moncloa con la tijera de podar en la faltriquera y sus ensoñaciones de socialdemócrata pobre hechas añicos.. Antes, Zapatero se sacó del dinero de la Hacienda pública lo del cheque bebé discrecional para aliviar a la madre, al padre y a los padres de él o de ella, del contratiempo económico que supone traer otra boca al mundo. Entonces también me pareció una chulada de bar. No tanto por la medida en sí, sino por su demagógica universalidad, y por su descarada inversión electoral. Cuando en campaña los partidos compiten en ver quien pone más plata para los desheredados de la tierra, no lo dude: quieren el voto. Y cuando una institución, Junta, Diputación, Ayuntamiento, vocea y publicita la bondad de su corazón administrativo entregando dinero a los miserables del mundo, no lo duden: no es el corazón lo que se les rompe, ni el arrebato de una política de socialdemocracia adulta, sino el plazo fijo para cuando llegue Mayo.
Recuerdo que en cierta ocasión, una mujer bien empleada, con su marido bien empleado hacía cuentas de cuánto iba ingresar sumando los cheques bebés del Estado y los del Ayuntamiento, y los 400 de marras. Fue cuando definitivamente comprendí la perversa interpretación de las políticas sociales. No había distinción de renta, ni de situación familiar, y daba igual que la futura parturienta fuera la consorte liberada de todo un señor ingeniero, o la esposa de un albañil crónico, sin obra que llevarse a la paleta. Si ambas le daban a la pareja un heredero (o heredera), ahí estaba la Hacienda pública para pagarle el bonus nasciturus
El cheque bebé es un pufo y sólo tendría sentido si se diera realmente a la familia cuyo alumbramiento resienta sensiblemente la economía familiar. La mejor política social es la que no existe porque hay un armazón social, legal, ciudadano, político, cultural y económico que evita cualquier tentación de beneficiencia porque se asienta en un sistema mejor,. Pero como es imposible por nuestra condición de humanos, y mientras algún día llega esa Arcadia feliz en la que todos tangamos lo que necesitemos en función de nuestras valías y plusvalías, al menos que la política social se haga desde la seriedad, y no como reclamo de una bondad externa ribeteada de intereses políticos.
Los cheques bebés de infausto recuerdo demagógico deberían desaparecer de los programas municipales, salvo que sean ayudas necesarias. Un dinero que llega desde las arcas públicas a todos los bolsillos, los de seda y los de remiendo, no es un cheque bebé, es un cheque bobo que el gobernante activa para llevar al elector como un tal hasta las urnas.