Fermín Gassol Peco.– De siempre me han causado cierta admiración a la vez que bastante perplejidad, aquellos que tienen todo claro, esas personas tan seguras de sí mismas que no dudan nunca para nada de lo que piensan. Hombres y mujeres que lideran situaciones y colectivos del orden que sea con mano firme e inteligencia agresiva, positiva, práctica y que transmiten contundencia en lo que dicen y en lo que hacen.
A estas personas suele sucederles sin embargo que esas dudas que no caben para nada hacia sí mismos las tienen todas a la hora de creer en las ideas y acciones de los demás. Unos individuos que no cuestionan nunca lo que ellos elaboran pero que lo hacen metódicamente cual recalcitrantes cartesianos de lo que otros idean o realizan.
Y en el otro extremo de las formas de ser y actuar nos encontramos a estos mismos cartesianos pero dudando de todo aquello que ellos mismos generan; son los eternos dubitativos que “rumian y rumian” pero nunca deciden nada por miedo a equivocarse. Estos últimos son al contrario, personas que muy curiosamente confían con mayor facilidad en las iniciativas de los demás.
Pues bien, ninguno de estos dos comportamientos pragmáticos me convence. Los primeros porque suelen ser unos prepotentes dictadores y los segundos porque se convierten en unos seres demasiado pasivos, sin iniciativa propia. Sirvan estos tipos de comportamientos a modo de “teloneros” para presentar a los protagonistas de estas líneas y que se corresponden con otras dos formas muy frecuentes de enfocar la vida con respecto a temas más filosóficos y existenciales: el escepticismo y el relativismo.
Vivimos hoy en una sociedad que camina entre la increencia, el escepticismo y la cuarentena, la relatividad, respecto a los asuntos más importantes para el ser humano. Una sociedad en la que los distintos grados de relativismo son como su quinta esencia. Hoy donde tantos pareceres se mezclan a diario en un mundo en el que todos tenemos opinión, donde parece que la verdad reside en el consenso de lo que opina la mayoría aunque sea lega en la materia, toda verdad parece ser cuestión relativa, cuando no inexistente.
Creo que estas posturas tan actuales de relativismo responden a dos causas: La primera puede ser debida al desconocimiento más absoluto sobre una determinada cuestión. Hoy por ejemplo se opina de lo divino y de lo humano con un desconocimiento que asusta. Y claro es que este desconocimiento más o menos voluntario suele llevar a la visión escéptica sobre una materia. La segunda es la que hace referencia al arte de saber dar con la justa medida en la graduación de las cosas, del pensamiento, de los hechos y que a veces se convierte en un mero juego de búsquedas sin pretensión de encontrar algo concreto y útil.
El relativismo puede derivar en indeterminación por el excesivo análisis de las “posibilidades que pueden serlas”, sin sopesar la importancia de cada una. El escepticismo por su parte, desemboca a la larga en un peligroso estado de necedad pues puede suponer así mismo la falta de interés por toda realidad. En el relativismo y en el escepticismo siempre aparecen las dudas pero existen entre las dos una profunda diferencia; Relativizar es analizar, medir y creer con más garantías en una determinada realidad a veces difícil de encontrar, el escepticismo es descrédito y puede que hasta desprecio hacia el conocimiento de esa misma realidad que no sea la de uno mismo. O sea, una vertiente del primero pero con actitud ególatra y pasiva.
La pregunta surge, ¿puede ser que a la larga el relativismo desemboque en el escepticismo? Relativismo y escepticismo pueden parecer conceptos similares en principio pero nada semejantes en cuanto a su pretensión, contenido y dinámica. En ambos conceptos existe la duda como método de análisis pero con resultados diferentes. El relativismo como duda apriorística en el análisis para el conocimiento de la verdad y el escepticismo como incapacidad para conocer objetivamente.
¿Puede sin embargo el relativismo, el constante análisis de las cosas, la duda como método, como apriorismo llevar al hombre a un escepticismo real? La posibilidad existe aunque no la certeza. La diferencia entre un relativista y un escéptico está en la pre-postura que ambos adoptan ante los objetos o realidades a analizar. El relativista duda con la intención de conocer mejor, el escéptico duda sin la menor intención de conocer.
El relativista analiza realidades con sentido inicial aunque carentes de valor completo por sí mismas. Una realidad es completamente entendible en función de otras de igual sentido que la limitan, ponderan e identifican. Para el escéptico ninguna realidad tiene sentido porque no tiene significado en sí misma y al no estar definida de contenido el hombre no puede captarla como tal ni a solas ni en relación con otras. Lo que el hombre ve es apariencia.
Es lo que piensa Michel de Montaigne; no hay que creer en nada y desconfiar de todo. Sin embargo Jean-Baptiste Poquelin, Moliere, hereda su consejo de un ancestral proverbio latino; para conocer la verdad se ha de dudar al menos una vez de todo. Es decir para conocer es preciso dudar de todo lo que te ofrecen, así serás tú el que indague sobre la verdad de lo ofrecido penetrando en ella. Para el relativista la realidad existe aunque acotada y variable según a lo que se relacione. Para llegar a satisfacer la duda el que duda, valga la redundancia, ha de utilizar información externa. Supone una capacidad de relación muy fuerte porque se han de establecer comparaciones constantes y para nada definitivas. Para el escéptico todo es un continuo sinsentido y es el sujeto quien de manera caprichosa ve ese continuo sinsentido de una manera u otra. Para el relativista las cosas son las que varían según se relacionen, para el escéptico las cosas no son en sí nada, únicamente como las quiera ver el que las mira en cada momento.
La posibilidad de que un relativista acabe siendo un escéptico está en su capacidad para relacionar. A base de poner en entredicho la entidad de las cosas en sí mismas puede acabar desnortado y engullido por ese mar de dudas y acabar confiando solamente en su parecer. Dudar permanentemente de cualquier cosa supone vivir sin estar convencido de que existen verdades en sí mismas y ese constante oleaje de ideas hace que pueda perder la noción de donde está y hacia dónde se dirige. Para Descartes que hizo de la duda un método, cuando se refiere a ella dice que “es más cruel que la peor de las verdades”.
Y es que el hombre necesita saber a dónde va aunque lo que le espere no sea de su agrado, porque para el hombre inteligente y culto “nunca es triste Sabina la verdad”.
Al final tanto el relativista como el escéptico tienen en sus métodos de análisis y en las conclusiones obtenidas la explicación de su verdad. Porque al fin y al cabo, la verdad no es sino aquello que nos convence por encima de todo.
Con la que está cayendo todos los días…el escepticismo se está apoderando de muchas mentes y conciencias. «Esa es Sabina la p. verdad».
Es cierto que la desesperanza está ganando terreno, pero ni los ladrones, sinvergüenzas y mentirosos pueden dar al traste con las hermosas verdades que nos trae cada día. Si se aplaude a Messi, por ejemplo…o se jalean comportamientos fraudulentos y delictivos…el escepticismo está servido.Un saludo
Escéptico frente a los políticos actuales, relativista frente a la realidad que nos ha tocado vivir, ilusionado frente a las vidas que me ha tocado cuidar, desnortado ante la posición de los que más tienen, frente a los que nada queda; absorto ante los que me dejan a la altura del betún cuando aquí escriben y guerrero – cansino cuando algo no me gusta y, hay que joderse, que hace mucho, que muchas cosas no me gustan.
¿Seguro? Casi nunca ¿Dubitativo? Casi siempre. ¿Con las formas? Un tanto bruto y con apariencia de seguro, pero solamente apariencia. Eso me lo enseñó una bruja ¿Con el fondo? Radicalillo. Pero siempre abierto al debate en el que «a veces» se aprende algo. Incluso cuando te llevas un flechazo o te cae un rayo en el foro….
El otro día te decía que me consideraba «ateo de profesión» y, como no hay goma de borrar, no pude cambiarlo por ateo con inclinaciones agnósticas, pero solo por la pereza de ser activista en esos asuntos y por saber que, al final, hay gente que usa sus credos para terminar creyendo en el ser humano, aunque lo haga de manera escéptica y relativista a la vez.
Si es que es muy simple. Somos seres humanos, imperfectos, cambiantes, ciclotímicos. A veces depresivos, a veces ilusos y, casi siempre, egoístas. Por eso somos relativos y escépticos. Y si, además, son políticos….JAJAJA, no puedo con ellos/as que diría el Lehendakari aquel que parecía el doctor Spock.
Preciosa y acertada descripción de lo que somos, la que dibujas sobre las distintas expresiones del comportamiento de la naturaleza humana.El hombre,un cóctel de sentimientos, anhelos, genialidades y torpezas, originales a veces, fotocopias las más…el hombre… un proyecto de vida que siempre resulta inacabado. Un abrazo Blisterr.