Corazón mío. Capítulo 55

Manuel Valero.- El inspector Villahermosa se arrebujó la camisa, se subió el pantalón y se colocó la americana. Aún restallaban las palabras de Rita Rovira en las cabezas de los policías, y aún más los nuevos elementos que habían aparecido, y que colocaban a los agentes, otra vez, en una situación de desventaja frente a esa siniestra organización que Rita había mencionado en su -ultimátum y que decía llamarse “Justicia Negra para la Prensa Rosa”.
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Todo lo demás carecía de valor y trocaba el camino andando desde el inicio del caso, en un fatigoso trayecto inútil, como el que da un rodeo para ganar tiempo, y llega cuando todos se han marchado. Esa evidencia agrió hasta lo insoportable el humor del inspector, ahora apremiado por su jefe superior y éste por “los de arriba”. Que tuvieran pruebas evidentes de que el asesino se hizo pasar por Tony Lobera en una diversión macabra para ridiculizar el modelo de televisión banal, sí, eso fue una inyección de optimismo. Pero el resplandor que alumbró los rincones del misterio cuando Roberto logró descubrir que el malnacido que andaban buscando fue el novio postrero de Irene Cruz, también se disipaba ahora, frente a un televisor apagado que acababa de vomitar la patética condición de Rita Rovira a cambio de su vida,  aderezado todo con un arrepentimiento público, sin que aparentemente la otrora diva de la comunicación revelara la presión de cautiverio bajo la que había hablado. Se encontraban en medio del laberinto, con dos fiambres y Rita secuestrada por alguien del que desconocían su paradero y que trabajaba para una organización desconocida por completo por la policía… Sin embargo, Roberto respiraba la grata sensación de hilvanar respuestas coherentes a medida que surgían nuevas preguntas que complicaban el dédalo de los acontecimientos.

“¿Oscar García trabajaba realmente para esa organización o era un nuevo truco? ¿Quiénes estaban detrás, en ese caso? ¿Sabía el sospechoso del hallazgo de su guarida y el taller de los horrores? Se diría que el tal actor de segunda fila andaba con la mosca detrás de la oreja. No podía explicarse de otro modo que días después de que Peinado y Ortega  fueran informados por el periodista Ropero de la identidad del novio de Irene, éste secuestrara a Rita cuando tenía apalabrada una actuación en el teatrillo Cajamarca. El modo en que operó demostraba cierto adelanto de planes pero no improvisación. Fueran quienes fueran habían planeado la limpieza de basura televisiva desde hacía mucho tiempo, de modo que un actor joven pero desconocido, es decir, una persona diestra para la transformación y el manejo de cosas, incluso de armas, que tiempo había tenido para convertirse en un tirador experto… podría ser el brazo ejecutor perfecto. Pero… ¿quién manejaba los hilos de todo? ¿quien daba lar órdenes al verdugo? ¿cuándo comenzó todo aquel laberinto que emergió a la luz con el asesinato de Tony Lobera, de lo que ya se habían cumplido casi dos meses?

-Bueno, ahí tenemos a la bella Rita con el corazón abierto de arrepentimiento y nosotros aquí mirándola como gilipollas”, vociferó el inspector.

-Un poco de conmiseración, jefe, que no estamos como al principio. Ya sabemos quién es el hijo de puta que se cargó a Lobera y al otro-, la petición de comprensión fue de Ortega.

-Ya, y ¿me puedes decir dónde está ahora ese malnacido? ¿Dónde se retuerce de remordimientos por los hígados devorados esa Rita, esa saulita llorona? Si no descubrimos pronto donde está,  donde demonios la tienen escondida esos putos jueces negros o lo que demonios sean, y llega el plazo y nos encontramos con un tercer fiambre, aquí el que os habla lo va a pasar muy mal, y claro, no voy a ser yo solo. Todos lo vamos a pasar muy mal. Como el ministro  tenga que salir a dar la cara personalmente porque la policía es incapaz de darle carpetazo a este asunto de los cojones, que ya empieza a cargarme y mucho, adiós a todo esto y a pegar sellos”.

Villahermosa se quejaba amargamente, pero no había despecho ni desprecio hacia sus hombres en su desafuero, era más bien un llanto sordo tpor las complejidades de un asunto hasta ahora inédito en la reciente historia policial del país. No creía el inspector jefe Villahermosa que España tuviera tan malasangre como para fabricar pirados que deciden ir eliminando gente con cuenta gotas. La antropología patria era más bien proclive al crimen brutal de una sola vez aunque en una sola vez el monstruo engendrado se llevara por delante a media docena. Eso creía, hasta que Ortega le recordó el caso de “el asesino de la baraja”, lo cual acabó por amargar del todo a su jefe, ya que el susodicho asesino se entregó de motu propio en una ciudad de provincias del sur.

-Vamos a cogerle, jefe, vamos a coger a ese cabrón y a la chusma que lo ampara, y lo vamos a hacer antes de que acabe este maldito año, y yo me voy a encargar de decirle al actorcito ése que dé gracias a que en España hay leyes contra el mandamiento del no matarás, y que por eso lo vamos a poner delante de la justicia, y que por eso no me encargo yo mismo de hacerle la justicia que se merece con un tiro por el mismo culo…

Las palabras de Roberto iban en serio, muy en serio, dichas con toda la rabia que puede contener un océano de rabia. Ortega callaba. A poco, llegó un agente con la grabación de lo que habían visto hacía unos minutos. Metió el cd en el portátil del inspector y volvieron a ver el SOS converso de  Rita. Transcribieron el texto, luego la científica lo exploró fotograma a fotograma, registrando las oscilaciones de la voz, filtrando el sonido hasta quedarse con el sonido del silencio, el sonido que indica si la grabación se hizo en un espacio con sonoridad o en un ámbito amortiguado. Detectaron que  el lugar donde se grabó era un sitio que ahuecaba el sonido, lo reverberaba, como una habitación grande… Nada más.

El inspector jefe se colocó el abrigo y el sombrero. Ciertamente abatido se acercó a Roberto y le dijo posando una mano sobre su hombro :

-Confío en vosotros, sois mis mejores hombres… Y no os toméis en serio lo del barro, era una broma, para darle un poco de comedia a este drama absurdo. Puta inmundicia televisiva, quién iba a decir que iba a provocar el alineamiento de las fuerzas del mal contra ella. Qué cosas… Adiós, mañana seguiremos con esto, si no nos hemos ahogado antes”, dijo justo en el momento en que un torbellino de agua golpeó contra la ventana. A lo lejos, titilaba el horizonte de la ciudad con pequeños cuadraditos luminosos de colores.

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