Que las ramas de los árboles capitalinos se caen es un hecho irrefutable habida cuenta de la experiencia. Incluso tiene su interés mediático, mucho, y hasta simbólico, a juicio del consumidor, pero en cuanto llega la interpretación política para beneficio propio las cosas se sobreacentúan con esa hipérbole tan al uso. Dice el PSOE que teme por la seguridad de los ciudadanos entre la caída de árboles y alguna que otra cornisa, como si Ciudad Real fuera una ciudad al punto del desmorone. Es verdad que el Ayuntamiento no ha estado muy serio a la hora de evaluar la casuística de la rebelión de los árboles, pero de ahí a que los capitalinos tienen la integridad física amenazada va un mundo. En fin, la política, no, mejor, los políticos.