Domingo Díaz de Mera, amnésico, se lame las heridas culpando de sus fiascos a la afición de Ciudad Real

Editorial de Miciudadreal.es.- No ha mucho, no más de dos años, el conocido empresario Domingo Díaz Mera era uno de los “intocables” de Ciudad Real y Castilla-La Mancha. Reverenciado por unos y temido por otros, su nombre era pronunciado en voz alta con reverencia iluminada, aunque en susurros y en la penumbra si era para hacerle la más mínima crítica. Su poder no parecía tener límites, tanto como su olfato para los negocios o su diabólica capacidad de regateo en el campo especulativo. Así, afianzó su influencia en todos los estamentos de la región, mientras incrementaba su fortuna en esa versión empresaria que tiene más que ver con la especulación que con la economía productiva.

Su nombre ligado al ladrillo y a los proyectos más estrambóticos, como el malhadado Aeropuerto de Ciudad Real y el nonato Reino de Don Quijote, necesitaba el marchamo de una proyección social deportiva, muy al pelo de los prohombres de fortuna que buscan la reverencia, la admiración y el temor de los ciudadanos.

Como flanco a cubrir también apuntaló un negocio mediático entreverado con todas las demás actividades, siempre de la mano de la Administración socialista que lo convirtió en el emperador de los medios de comunicación de Castilla-La Mancha, bañado en un mar de oro proveniente de subvenciones e ingresos publicitarios provenientes de la Junta de Comunidades.

La aventura del Balonmano Ciudad Real, a golpe de talón y de dinero público, descubrió igualmente la característica melomanía que rodea a ciertos nuevos ricos. Eran tiempos en que todo teléfono político se levantaba apenas sonara su llamada, y sus zapatos acostumbraban a pisar las mullidas moquetas de los más importantes despachos. En plena euforia por sus éxitos deportivos y empresariales, y con el protagonismo que le daba ser uno de los máximos promotores del aeropuerto, llegó a pedir públicamente al Ayuntamiento de Ciudad Real los terrenos aledaños al hoy arrumbado Quijote Arena.

Pero, como todo gigante de barro, la tormenta de la crisis económica, política y moral que necesariamente tuvo que llegar después de tanto desvarío acabó destruyendo el basamento arcilloso sobre el que sustentaba. Tras el gran fiasco del Aeropuerto, y al mismo tiempo que muchas de sus sociedades desaparecían o quebraban, decidió llevarse el Balonmano de su hasta ayer queridísima Ciudad Real a Madrid, recriminando la poca ayuda obtenida por el nuevo Gobierno regional de María Dolores de Cospedal, y por los propios aficionados.

Y ahora que también ha fracasado su proyecto de Balonmano Atlético de Madrid, arrasado por una deuda de un millón de euros a la Agencia Tributaria,  arremete hoy de nuevo contra los socios de Ciudad Real. Y el caso es que en el fondo lleva razón… Ha terminado el tiempo de que todo salga de la teta del contribuyente. Como pasa en Puertollano o en cualquier otra ciudad, quien quiera un equipo de fútbol o de balonmano, que se lo pague, que busque empresas y compañías que lo patrocinen, o socios que estén dispuestos a mantenerlo.

Pero lo que es irritante hasta la extenuación es que lo diga después de haber sido tratado como un marajá por las instituciones, sobre todo cuando al frente de las mismas estaba su amigo del alma José María Barreda y otros socialistas (José Bono nunca lo tuvo en gran estima, según cuenta en sus memorias).

La forma y las expresiones que ha usado en la SER (aficionados mediocres; quien quiera vicios que se los pague; don sin din, cojones en latín) son también secuelas de la prepotencia y cinismo de quien hasta ayer se consideró intocable y hoy no es sino el reflejo del antimodelo de empresario y presidente deportivo que falta al respeto de ciudadanos y aficionados. La tapadera del balonmano descubrió, a la postre, el castillo de naipes de intereses y vanidades que había en el interior de un cántaro de aire. Sencillamente, su proyecto deportivo en Ciudad Real perdió la estrella cuando el Gobierno regional dejó de responder.

Díaz de Mera dice ahora que no acometerá nuevas empresas deportivas en Ciudad Real, que segundas partes nunca fueron buenas, y lo que necesita es “un descanso mental para quedarse fresco”. Obviamente. Porque serán la ciudadanía y la afición traicionadas las primeras en desearle mucha suerte… pero en otra parte.