Manuel Valero.- Una gallina hubiera salido huyendo de aquel círculo de cotorras pero una hiena hubiera encontrado acomodo en uno de los sillones a esperar su turno para dar cuenta de la carroña. Aquello era un tumulto de palabrerío ofensivo, de gestos amenazantes, de increpaciones. Todos contra el ausente y todos contra un invitado que acudió a Corazón Abierto porque había conocido una noche al amante de Lobera, y éste le había dicho cómo era en verdad el pavo real de la comunicación social. Egoísta, ególatra, vanidoso, desagradecido, frío, con una falta de sentimientos rayana en la psicopatía, retorcido, malpensado y tacaño. Pero el invitado, un cruce entre friki y punky de los ochenta, rubio de bote, con un pelo amarillo sin contrastes, defendía al presunto finado.
-¿Tacaño? Eso es horrible -dijo un colaborador con una mata de pelo en la cabeza como un mohicano.
-La verdad es que no me sorprende. Una vez le pedí dinero para una fruslería y estuvo todos los días llamándome para que se lo devolviera-, dijo una colaboradora con un peinado artificioso y dos pendientes como ruedas de camión.
-A mi me llama para esa tontería y lo mando al Ártico a hacer cubitos de hielo a base de escupitajos-, se sumó otro petimetre muy escorado y muy pagado de sí mismo por una presunta veta de intelectual que solía exhibir a la menor ocasión.
Se le había dicho de todo a Tony Lobera y, sin embargo, su condición de tacaño había encendido la reunión del vecindario televisado.
-También me dijo que una noche Tony le dijo a Salvador que no entendía bien su nombre porque todo lo que tocaba lo condenaba jajajajajaja-, añadió el invitado que conoció una noche al novio del comunicador social -Menos a mi, jajajajaja-, cuadró la confesión.
Rita Rovira seguía por el pinganillo las instrucciones del regidor. Tocaba animar a la audiencia a llamar para obtener un dinero fácil de 5.000 euros y de paso sondear por donde iban los picos de telespectadores absortos en tan pedagógica charla. Pero antes, Rita, mirando fijamente a la cámara, con su melena rubia, sus ojos azules y su boca roja, grande y carnosa preguntó al pueblo.
-¿Pudo Tony Lobera, nuestro compañero de Trapos Limpios… o no? escribir el guión de su propio asesinato? ¿Pudo llegar hasta donde ha llegado para darle más realismo? Dentro de poco sabremos mucho más. Tenemos otro invitado que asegura que cuando su madre vivía, las relaciones entre Lobera y su mamá no eran precisamente unas relaciones ejemplares. Hay quien habla de malos tratos. Unos minutos de publicidad y volvemos…
A juzgar por los shares que periódicamente ofrecían los medios de comunicación se diría que no se veía otra cosa en el país que los programas del corazón… Entre los dos competidores se repartían cifras astronómicas y eso quería decir que la publicidad llamaba a la puerta casi suplicante y que los precios de los spots alcanzaban dígitos incontables. Algunas compañías invertían en los dos para no dejar un solo ciudadano libre del anzuelo…Y así seguían tarde a tarde, noche a noche, a la velocidad del rayo, como en una alocada carrera de caballos, capaces de llegar hasta la tripa más remota por sacarle un audiente al adversario…
En ese detalle se fijó Peinado ante su gintonic en El Gato Azul. Estaba solo. Ortega andaba ultimando unos detalles de la investigación, el inspector jefe reunido con sus mandos inferiores por el aluvión de críticas que los espectadores enviaban a la televisión, y que se reproducían como balizas en la parte inferior de la pantalla, los de la Científica escrutando las fotografías y el CD, el novio de Lobera convaleciente en el hospital y el caso Lobera en el papel y en los digitales del chismorreo, y de vez en cuando, una pieza en la prensa seria sobre el enigmático caso que había puesto la telebasura al mismo nivel de interés informativo que los grandes asuntos del país. El inspector Villahermosa optó finalmente por ponerse un parche en los riñones de tamaño considerable para vencer a la nicotina .
-Los anunciantes. Deberían retirar la publicidad de ese estercolero. Y si no lo hacen que lo obliguen a hacerlo los consumidores. ¿Ya pasó una vez, no? Y el programa ese… ¿cómo demonios se llamaba?
-La Gran Opinión-, terció Julián limpiando un espacio de barra que acababan de dejar libre un par de clientes…
-¿Usted se anuncia en Corazón o Trapos? Pues me va a perdonar pero me gusta que lo que compro huela bien, mire usted-, se le dice eso al dependiente, al jefe del dependiente y al director de compras para que llegue al Consejo de Administración.
-Eso sería un buen síntoma, Peinado.
– ¿De qué?
-De salud mental colectiva, pero no te hagas ilusiones. El tinglado es así, pasta, más pasta y un poco más pasta de propina. Esto es un país libre…
-¿Y qué me dices de las asociaciones de consumidores tan estupendas para otras cosas?… Hoy te ha salido más clarito el mejunje, camarero.
– Serán tus lágrimas, policía…
En ese momento llegó Ortega con cara de no traer ni buenas ni malas noticias.
-Los de la Científica están sudando ácido, Peinado. Las fotos y el CD no son de muy de buena calidad y el parecido es asombroso. Se diría que realmente es este tipo… Un gintonic, Julián.
El camarero le puso el combinado de Larios. Ortega se acodó en la barra. Poco a poco el local se llenó de gente. En medio de un grupo apareció Ropero, con su indumentaria y su expresión inquieta.
– Desembucha-, le dijo Peinado.
– No hay nada. Julián pon una birrita, anda. Paga la poli…
-¿Con quien juega el Atleti?
-Con una pelota-, susurró Peinado-. Esto está hoy más claro. Los ojos de Amparo son azules pero sin tanta agua…
Y bebió un trago.