Sobre el plano de Ciudad Real de Francisco Coello de 1857 son visibles algunos huecos en el mosaico edificado de manzanas interiores. El tal plano ya no refleja en su perímetro formas abstractas de círculo o de elipse, es una traza quebrada que no parece responder a programa o plan previo; ajustándose a unos accidentes invisibles o de poco entidad, pero con capacidad para alterar los trazos preliminares extraídos de un programa abstracto que bebe agua de la fuente del Logos.
Unos altos collazos, entre el camino del Calvario y el Juego de Bolos en el vértice sureste y el bajonazo de Poniente, formado por todo el ingenio de Minas y Sumideros y que determinan un suave corte en el terreno. Corte avalado no sólo por los desagües fétidos de la ciudad, sino por toda la red de pozos de nieve que determinan una caída topográfica que se inclina lentamente hasta buscar el encuentro con la vega del Guadiana. Tales posiciones determinan el declive altimétrico frente a los altos de Calatrava, enclave aventado y aireado, propio para las eras, y una clara vocación hidráulica de los costeros de Poniente, provocan dos vertientes diferenciadas y tal vez diferidas. Sólo Ruiz Peco ha coincidido en estos extremos. “El mencionado perímetro por el cual se construyeron después las murallas, es una figura geométrica irregular y caprichosa, pues la curvatura de su contorno la pierde, a veces con ciertas inflexiones en su línea y más acusadamente en la parte sur y casi a espaldas de donde estuvo el regio Alcázar. Sobre este concreto punto puede pensarse que lo dificultaría alguna preeminencia del terreno, algún pequeño montículo que debió exisitr en aquel paraje aledaño”.
La almendra del casco delimitada por la muralla, aparece sin colmatar en el flanco de Levante, en el morro Norte y en los bajos del Mediodía, con la excepción de los dos contactos de las puertas de Granada y de Ciruela. Por contra el vientre hinchado de Poniente se adecua a la traza de la muralla y contacta con ella desde la Mina o Sumidero a la Puerta del Carmen. Este contacto del poblado con el lienzo de la muralla, del caserío con la argamasa defensiva de una mole terrera, es el fundamento de Villegas para afirmar de esta zona occidental como [que es] el emplazamiento del primitivo Pozo de don Gil. Aunque aún, “en el siglo XVII ya estaba pues marcada esta calle [del Carmen] y construida la puerta que, por el lado noroeste se abría en las murallas ciudarrealeñas”, pero con numerosos corrales y corralones. Ejemplificando una extraña continuidad del vacío sobre aquello que fue lo primero en llenarse y ocuparse, y subrayando la continuidad de usos agrarios y pastoriles que aún nio han volteado al imperio del comercio y d elos talleres artesanales.
Hay que hacer constar que el gesto fundacional del rey don Alfonso, garabateando en el piso terrizo del Pozo de Don Gil con la punta de su espada o con la contera del cetro un perímetro aleatorio, habría sido un gesto escaso de contenido e insuficiente de atributos, para definir y trazar una ciudad entera y máxime si lo era, como ésta, de Regia Fundación. Replanteo y trazas no dejan de ser gestos abstractos que se enmarcan en la necesidad de su posterior desarrollo y su ulterior concreción. Junto a ello, las dificultades pronunciadas y repetidas del medio circundante. “El rey o quien le aconsejase, eligió un paramo inhóspito, ayuno de agua, escaso de vegetación y, sin embargo, rodeado de tierras pantanosas, tierras en las que el paludismo era dueño y señor” ¿Qué se marcó y hasta donde?, ¿un espacio primario generador o unos ejes escasos orientados a hitos geográficos, o a la luz del naciente?
La versión del padre Jara no deja lugar a dudas del esfuerzo regio y de su firma estampada y rubricada sobre el firme terrizo, a cal y canto: la cal para señalar la traza que se ha de levantar después, con canto menudo o roca tallada. “Guiando una yunta de bueyes con su arado y uno de los caballeros asidos a la esteva, señaló con el surco por donde se había de levantar la muralla y hacer las puertas de la población…Fue cuando trazó las calles y sitio de la plaza mayor”. Tal visión totalizadora, hace ironizar con fundamento a Delgado Merchán sobre tales supuestos fundacionales y fundadores. “Lo inverosímil y rayano en lo rídiculo no está en la mencionada Crónica General de Alfonso X, sino en las historias particulares o leyendas de Ciudad Real, cuyos autores dando rienda al deseo de halagar la vanidad local atribuyeron, sin remordimiento alguno de conciencia, la construcción material de aquellas hasta en el menor detalle de sus perfiles, al regio fundador de nuestro pueblo. No hay sino leer el manuscrito del Sr. Díaz Juardo para figurarse a Don Alfonso con un plano de la ‘grand e bona villa’ en la mano, al frente de numerosa cuadrilla de sobrestantes y peones, dando órdenes y dirigiendo por sí mismo las obras de muros, de puertas, de templos, palacios, conventos, hospitales, cárceles, Casa del Concejo, plazas, calles y mercados…cual si nadando en las holguras de octaviana paz…sólo hubiera tenido que ocuparse y preocuparse de la fundación de su querida villa”.
Hay quien mantiene, por contra, el gesto inverso, como Pillet que habla de “lento amurallamiento” y prolonga la incertidumbre de la Crónica alfonsí. “ E ordenó luego la calles e señaló los lugares por do fuese la cerca e fizo facer luego una puerta de piedra…e mandó a los del lugar como ficiesen la cerca”. Incertidumbre espacial y temporal en la edificación de la cerca: no sólo ¿por donde marcar los cimientos?, sino en ¿cuanto tiempo se levantaron las moles defensivas? Y aquí aparece la cerca, no sólo como nueva jurisdicción real o como hecho físico construido, sino como avatar transformador del ager circundante y como gesto organizador del espacio. Como la visión que nos propone Carmen Gavira. “Tras la muralla, el camino se transforma en calle convirtiéndose en espacio público a partir de la puerta de la ciudad, para desde allí acceder a la plaza, punto de confluencia de toda la red y centro y sentido de la vía urbana…La calle desde la puerta que condiciona su ancho y sudirección, será el mejor exponente de la importancia que va a adquirir a partir del siglo XV el diseño de la ciudad”.
Villa Real: del Topos y del Logos (I)
Villa Real: del Topos y del Logos (III)
Periferia sentimental
José Rivero
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