Corazón mío. Capítulo 2

Manuel Valero.- Bien, ¿qué tenemos?.- El inspector jefe mataba la ansiedad mareando en la boca una bolilla de anís. Siempre lo hacía hasta que no podía más y le pedía, más bien ordenaba, a cualquiera de sus hombres, un cigarro.
Corazon
– ¿No lo ha dejado, jefe?

– Sí, y lo volveré a dejar los próximos veinte minutos. Dejar de fumar es como votar, no sirve para nada. A ver ese cigarrillo- insistía con los estertores de la abstinencia dislocándole la mano que esperaba sin demora la ración sedante de nicotina. En cuanto a su recurrente comparativa, el inspector jefe trataba de dejar constancia ante los suyos de su desencanto ante la clase política, más que un desafecto democrático.

Roberto Peinado, su mejor efectivo, le leyó el informe de urgencia. Un solo tiro en la cabeza, el cadáver no mostraba signos de violencia por lo que no forcejeó. El robo también se descarta. Lobera tenía todo lo que llevaba consigo, cartera, dinero, tarjetas, llaves, el reloj, un rólex auténtico… Se supone que el autor del disparo lo estaba esperando en el aparcamiento de MediaMil y allí lo sorprendió. La entrada de la bala es frontal, le disparó a bocajarro en el entrecejo. Balística está analizando el proyectil. No hay huellas, no hubo contacto. Sobre las dos de la madrugada, aproximadamente”.

– ¿El encargado del parquing no vio nada sospechoso?-. El inspector jefe de espaldas a sus hombres observaba a través de la ventana el caminar resuelto de un grupo de muchachas por la amplia acera de la avenida.

– No señor, debió entrar por la puerta de mantenimiento.

– ¿Y las cámaras? ¿No había cámaras en el aparcamiento?

– Le parecerá sorprendente, jefe, pero las iban a instalar la próxima semana. El circuito llevaba unos veinte días estropeado-, le respondió el agente Peinado.

– Tiene cojones, un lugar lleno de cámaras y ni una puta camarita en el aparcamiento.
En ese momento sonó el móvil del inspector jefe.

– ¿Que qué tenemos? Nada -vociferó-, bueno sí, una mierda de televisión, eso es lo que tenemos, una mierda de políticos incapaces de ponerse de acuerdo, una mierda de Real Madrid.

Y colgó.

– Maldito periodista-, gruñó. El cigarrillo se le había consumido sin darse cuenta.

Era Ropero, el redactor de sucesos de Mundo Global, el mejor periodista de investigación de Mundo Global, que era lo mismo que decir el mejor periodista de investigación del país. El inspector jefe observó un momento el móvil, buscó la foto que le envió el asesino y la mostró a sus hombres.

– ¿Y esto?

– Hemos rastreado, señor. El número de terminal corresponde a un ciudadano corriente, el verdugo de Lobera se lo debió robar. Según nos ha contado la persona titular del número, entró en una cafetería, tomó un café, hizo una llamada mientras miraba los periódicos, se distrajo y…. Hay mucha gente que deja el móvil a la vista.

– ¿Y en cuanto a ese desdichado de Lobera?

El agente Peinado se quitó el lápiz de la oreja y leyó las notas de un cuaderno.

Tony Lobera conducía el programa del corazón con más audiencia y mantenía una competencia feroz con Corazón Abierto. Las agarradas en el estudio se habían convertido en habituales. Entre los colaboradores, y entre éstos y las personas ausentes aludidas a quienes se dirigían mirando a la cámara con más chulería de la debida. Lobera se solía pavonear caminando por el plató con altanería. Insultos, acusaciones, cámara oculta… discusiones telefónicas en directo, amenazas de tribunales, intimidades hechas cisco…

– Pero todo está preparado, contratos de intimidad y esas cosas: hasta aquí dices hasta tanto cobras- concluyó.

– No hay violencia, no hay robo….

El inspector jefe reprimió las gamas de pedir otro cigarrillo, cogió una bolilla de anís y se la lanzó con tanta fuerza a la boca que el caramelo golpeó contra el marfil de la dentadura, rebotó,  cayó al suelo y se escabulló entre los muebles..

– Mierda-, rugió- Peinado, dame un cigarro.

– No fumo, jefe”.

– Ortega, dame un cigarro

– Llevo dos años, jefe.

– ¿Es que nadie fuma aquí?

– Yo sí, jefe- dijo otro policía-. Pero fuera, aquí dentro sólo fuma usted. Tenga, ya lleva dos.

– Quiero un informe exhaustivo de las andanzas de Lobera en los últimos meses y un visionado de los cuarenta o cincuenta últimos programas del Trapos Limpios ése. Andando.

Todos se levantaron y regresaron a sus puestos. El inspector jefe llamó a un aparte al agente Roberto Peinado.

– ¿Cómo crees que ese indeseable se hizo con mi número de móvil?

– Los malos son muy listos, jefe- le respondió-.Pero la policía lo es más.

– Abre las ventanas que se vaya el humo- susurró Villahermosa. Diego Villahermosa, el jefe.

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