El Guardián del Valle.- Todos los años es lo mismo, porque dicen los ornitólogos que las cigüeñas son aves fieles y además de mantener la misma pareja durante toda la vida, lo hacen con el nido… si tienen suerte y el año próximo sigue estando donde lo dejaron. El Valle Minero es una mina, nunca mejor dicho. No sólo por la gran huella que ha dejado escrita para siempre en la historia de Puertollano sino porque en su arquitectura olvidada y herrumbrosa sigue guardando parte de la majestuosidad de antaño.
Y además tienen su utilidad. En la Mina de San Esteban, colindante con el barrio del Abulagar, de abigarrado sabor minero, aún se yergue la chimenea de ventilación que sirve de nido a un par de cigüeñas que fueron sorprendidas por este guardián acicalando a la cría.
Lo sorprendente es que la chimenea está resquebrajada en la parte superior, que además está torcida o «desplomada», como dirían los expertos. La zona está vallada, afortunadamente, para evitar males mayores si la vertical tubería enladrillada por la que llegaba el aire a los pulmones de los mineros se desplomara del todo.
Mientras tanto es hogar de cigüeñas. Las cigüeñas aman las torretas de las minas, porque unos metros más al norte de San Esteban, se contemplan los vestigios de otra mina, la Mina San Francisco, que dicen que con su 500 metros era la más profunda de la cuenca, cuestión por dilucidar, pues otros señalan el Pozo Norte o el Pozo Calvo Sotelo.
El caso es que en San Francisco también hay un par de cigüeñas, con su nido sobre los hierros. La presencia animal sobre la celosía férrea de las minas es una extraña simbiosis que otorga al lugar una belleza especial. En las fotos se puede apreciar el desplome (fuera de plomada) de lo que es la bocacha de la chimenea de ventilación, la grieta y sus moradores… que ojalá lo sean por mucho tiempo, y las cigüeñas puedan seguir anidando en el hermoso valle minero de Puertollano.
