Volver a empezar es la manida frase de las parejas que tuvieron un pasado y carecen de futuro; pero también es el título de una película que nadie cantó tan bien como Julio Iglesias cuando este caballero de la mano en el pecho pintado por el Greco hacía suya la música del genial Cole Porter.
En la Academia de Platón rezaba la inscripción de que el que no supiera geometría y matemáticas se abstuviera de entrar. Yo, gracias a José Luis Garci, he podido entrar en esa academia ideal que el tiempo nos ha legado en forma de discurso teórico. Aprendí la propiedad transitiva y casi la cumplo, con una pequeña salvedad, gracias a este director. A él le encantaba Fiorella Faltoyano y la llevó como alumna rezagada en Asignatura pendiente y como aplicada en Asignatura aprobada. El azar me llevó a ver esas películas y me hice de la Faltoyano porque mi gusto, como decía el bueno de Wilde, es muy sencillo: «Solo me gusta lo mejor». Desde ese momento me gustó Garci, a Garci le gusta Faltoyano, ya solo falta esa pequeña salvedad, que yo le guste a la bella Fiorella. Démosle tiempo. Y también aprendí nociones de geometría cuando vi cómo hallaba el área del círculo cuadrado en Volver a empezar, al hacernos creer que el amor verdadero es, a veces, mucho más bello y justo en su no realización.
La luz de la película la presta Asturias, donde incluso de noche es de día. Creo que si los hermanos Lumière la hubieran visitado, no habrían existido las películas en blanco y negro. Una luz que se mece al ritmo que le marca el continuo Canon de Pachelbel, y que predispone nuestros corazones para ser vencidos, incluso antes de comenzar la batalla. Como le pasó a Paris con Menelao.
Antonio Ferrandis siempre trae a mi infiel recuerdo al hombre que fue jueves, ese maestro de la paradoja llamado Chesterton. Nunca me ha gustado Chanquete, nunca me ha gustado Ferrandis y, sin embargo, si he de elegir una película española me quedo con Volver a empezar, y si es una serie con Verano azul. Supongo que todos seremos un poco teresianos y viviremos sin vivir en nosotros, igual que yo ahora afirmo que Ferrandis nunca me gustó y fue el que más me hizo disfrutar.
Garci nos muestra, a través de las vivencias de Antonio Miguel Albajara, la patria de la felicidad. Ese hábitat casi utópico que solo podemos visitar si nos abandonamos y no pensamos, únicamente sentimos. Un lugar en el que el empadronamiento suele durar poco tiempo y la entrada es exclusiva. Se puede acceder si antes has llamado a la puerta de sus únicos interlocutores válidos: el amor y el juego.
Posdata: La inscripción en la república de la felicidad dice así: «Abstenerse de entrar quien no sepa que…». Perdonen que guarde el secreto para mí, pero solo el no decir me hace interesante.
José Manuel Campillo
www.vienafindesiglo.blogspot.com
Bien, amigo, José Manuel. Esta amistad nuestra epistolar llega a la primera prueba. A mi con Garci, me ha pasado una cosa extraña, siempre he querido mucho que me gustase más pero luego me ha dejado a medias… Reconozco su sello personal, y ese tic inconsciente de remedar el cine USA con sabor a fabes. Pero ni el LAnda hierático hasta el acartonamiento de «los craks, ni el Ferrandis sentimental hasta el tedio de Volver a empezar me han puesto. Y cuando fui a ver El mejor, fui con tantas ganas de que me gustase que sólo me salvaron el blanco y negro y el cura párroco. Lo digo ya: las historias de Garci son muy cursis, ayunas de dramatismo natural y sobradas de emociones blandas. Las «asignaturas» vistas hoy -Sacristan siempre me ha pàrecido exasperante, con esa pátina de rojeras sobrado después de hacer de tonto en las peliculas tardofranquistas- sonrojan. Solo una vez Garci me hizo muy feliz, y como fue tanto mi contento todo quedó perdonado: El abuelo. Con un guión literario sobrecogedor (de Galdós le venia al galgo), con unas interpretaciones de carne de gallina, la amistad de los dos viejos -«¡qué malo es ser bueno!»-el paisaje asturiano, la banda sonora, me emocionó hasta tal punto que las otras peliculas me parecieron menos malas. Claro que no las veo; y el abuelo, cuando se tercia.
PD.- En otra cosa también es admirable Garci. No ha pertenecido al stablichmen de la gauche cinematográfica española con marchamo de pesebre y Ministerio de Cultura, y aunque no lo sea al uso, ha llevado con dignidad la pesada singularidad de ser el unico director de derechas en la actualidad. También, todo hay que decirlo, cobró mucha pasta de la Comunidad de Madrid cuando hizo su 2 de Mayo en el 2 centenario (que no he visto, como casi nadie), pero… alguien es perfecto?
Salud, la que sea menester
Manuel
Estimado Manuel,yo siempro prefiero la amistad a la verdad. Y si he de renunciar a Garci por nuestra relación epistolar, hecho está ya.
A mí está película sí me gustó. Creo que es el único Óscar que le han dado a una película española que realmente se lo merece. Puedo admitir que es excesivamente sensiblera y que tine lagunas en determinadas partes del metraje. Pero, repito, me gustó.Y mucho.
Yo creo que Garci es un director que con esta y con «El abuelo» se acabó. Yo no soy de las «asignaturas», pero sí de la Faltoyano. Es posible que estar enamorado de ella, nublara un poco mi gusto. Pero es lo que tiene el amor. En cuanto a José Sacristan, estoy totalmente de acuerdo.
Como buen columnista, ya sabes que la realidad no nos puede arruinar un artículo. No hagas mucho caso a lo que digo. Si acaso, sí a cómo lo digo.
Posdata: Aunque solo sea por leerte en la réplica, ha merecido la pena escribir la reseña.
Un saludo.
Ni Garci es tan bueno como quiere J.M., ni es tan de derechas (tuvo y presumió de él, un pasado desteñido en púrpura enrojecida) como dice M.V. Lo único es que ha explotado su lado de perdedor, de ‘loser’ perpetuo, que juega al billar y se pirra por el Atlético de Madrid.
Es, para mi un director plano, pero con capacidad para comunicar su amor al cine a través de las películas de otros.
Como hiciera con su programa de TV ¡Qué grande es el cine¡ El otro día atisbé el final de ‘Volver a empezar’ y tenía todo el aroma doloroso de las series de televisión, no de 1982 año de su realización, sino de viente años antes. No basta con meter a un exiliado, intelectualy profesor en los USA, que vuelve a Gijón y que se emociona con el Sporting, para resolver un conflicto.
Estimado J.R :
En el C.V. de José Luis Garci, hay alguna cosa que merece la pena destacar. No me interesa si es de izquierdas, de centro, de derechas, o todo lo contrario. Eso pertenece al ámbito privado. Y ahí no me meto. Pero en su haber tiene «Volver a empezar», «El abuelo», el extraordinario programa «Qué grande es el cine» y dos libros sobre cine que son una delicia. Mucho más de lo que puedo presumir que tenga yo. Como bien has dicho antes, nos ha transmitido un aroma de amor por el cine como nadie lo ha hecho en el cine español. Y eso es de agradecer. Yo siempre reconoceré mi deuda con él, y con los tertulianos, de ese gran programa que hemos comentado antes.
Creo que en «Volver a empezar» no hay ningún conflicto. Sí una enseñanza importante: Antonio Miguel Albajara solo ha sido feliz en dos ocasiones ( y él mismo dice que ha conocido las mieles del éxito): cuando jugaba en el Sporting y cuando conoció en Elena (Encarna Paso). Y esa es la lección que debemos aprender. En el amor y en el juego no hay reflexión, y solo ahí podemos ser felices. Si esa enseñanza la impartimos en Asturias, con la bella música de Pachelbel y Porter…¡Maravilloso!
En cualquier caso…, siempre aprendiento de tus interesantes comentarios.
Un saludo.
Da gloria leer una crítica y cuatro comentarios de tal nivel. No puedo estar más de acuerdo con algunas de las cosas que se dicen en todos ellos ,y si cien conejos no hacen un caballo, Campillo, Valero y Rivero se acercan admirablemente a la realidad «Garci». A mi tampoco me agrada Sacritán, ni las redichas María Casanova – ¿ dónde andará que no la he vuelto a ver en ninguna peli?- Encarna Paso o Lidia Bosch y , como afirma Valero, «El abuelo» la veo con mucho gusto cuando se tercia pese a adolecer de un defecto imperdonable, por intencionado, que se llama Cayetana Guillén Cuervo.No se puede mejorar la interpretación de ese actor de raza que se llama Rafael Alonso interpretando a ese sabio maltratado por la camada de feas hijas; el porte y la prestancia de Fernán Gómez eran insustituibles para el papel de «abuelo», aunque a mi juicio como actor pueda ser superado por decenas ellos. Las nenas son idóneas para Nely y Doli… Pero Cayetana es un espanto como actriz. Le falta empaque, oficio actoral y talento. El papel de la marquesa le superó sin ninguna duda. Y es que si hay algo que odio de algunos directores es esa estúpida manía de llenar los rodajes de amigos y de la mujer con la que están encamados. Porque los amores van y vienen y los filmes permanecen. Si por algo admiro a Almodóvar es por esa honestidad con la que se plantea su oficio: sus protagonistas han de ser siempre las mejores para el papel. Cuando hace cine no tiene amigos. Garcí y otros directores practican en cambio una suerte de nepotismo repugnante que merman la calidad de la obra.
Tú, «alter ego», decías: «da gusto leer una crítica y cuatro comentarios de tal nivel». Y yo, J.M.C, te rectifico: son cinco.
Un saludo.