J. Carlos Sanz.- El periódico digital Eldiario.es acaba de publicar la primera entrevista concedida a un medio por Hervé Falciani, el experto informático que trabajaba para el banco suizo HSBC y que destapó la mayor lista de la historia de defraudadores fiscales entre los que se encontraba la propia familia Botín.
Como tantos otros, Falciani abrió la caja de Pandora con la consiguiente inmolación de su cotidianidad. Jamás podrá llevar una vida normal pues es tal el volumen de datos confidenciales que la Fiscalía Anticorrupción española (para la que Falciani colabora) pone a su disposición un cuerpo especializado de policías para protegerle las 24 horas al día.
Pese a las precauciones, Falciani teme por su vida. Sabe que está en la lista negra de los poderosos, de un montón de peces gordos del mundo empresarial y financiero a los que se les revolvió el estómago cuando Falciani dijo basta y decidió a sacrificar su status en aras de detener la locura en que se ha convertido la circulación del dinero.
¿Es un héroe Falciani o un mero mártir? ¿Hay alguna mano negra detrás? Los mismos interrogantes surgieron en su día con Julian Assange, el fundador de Wikileaks, el responsable de difundir por la red miles de cables confidenciales del gobierno estadounidense y que venían a confirmar lo que ya nos temíamos: que los yankis hacen lo que quieren y se pasan la legalidad internacional por el forro de donde ustedes ya saben.
Los casos de Falciani y Assange evidencian cómo hay personas que más allá de sus intereses personales están dispuestas a sacrificarse para que se sepa la verdad, para que los demás tengamos el derecho de conocer al detalle cómo muchos de los que se jactan de ser ejemplo en sociedades democráticas, garantes del sistema de derecho y defensores de una sociedad libre e igualitaria, están en realidad empozoñados de codicia, ambición y ausencia total de escrúpulos. Que Falciani quiera pagar un alto precio por poner coto a la opacidad financiera ya merece, como poco, un reconocimiento a escala internacional. Sin embargo, el poder no se queda de brazos cruzados y tarde o temprano hará lo posible por cercenar la presencia de Falciani.
Lo lleva haciendo siempre que alguien le toca las narices. Ya sucedió con la muerte por envenenamiento radioactivo (concretamente Polonio) del espía ruso Aleksandr Litvinenko que puso en jaque al gobierno de Putin cuando investigaba el asesinato de la periodista Anna Politkóvskaya. Por no hablar de cientos de compañeros de profesión que anualmente son asesinados por hacer algo tan indispensable para cualquier sociedad avanzada como es el periodismo de investigación. Es tal la presión que en México los periodistas que se atreven a llegar a las entrañas de la corrupción y el narcotráfico emplean la siguiente frase que suena a epitafio: “Tumba o exilio”, las dos únicas opciones que les quedan.
Como periodista, elogio la valentía de estos compañeros que sabedores de los riesgos que asumen mantienen una lealtad absoluta con la verdad. Y muy parecido es el caso de los testigos protegidos en determinados estados, caso del ya mencionado Falciani cuya cooperación y testimonio deben ser claves para que la Fiscalía Anticorrupción se atreva a castigar a los evasores fiscales, a esa panda de crápulas que se están llevando el dinero a espuertas mientras permiten que una inmensa mayoría sufra un deterioro y empobrecimiento de sus condiciones de vida.
Es lo que nos está sucediendo en España y también con mayor fiereza en Portugal o Grecia. ¿Somos acaso mercancía en manos de banqueros? La respuesta no puede ser más inequívoca: totalmente. Además, se cuenta con la complicidad de gobiernos de postín a los que no les duelen prendas aplicar las recetas de esa élite financiera mezquina y cruel que con tal de seguir amasando capital está dispuesta a que buena parte de la población malviva.
A todo esto hay que ponerle freno antes de que sea irreversible. Cierto es que el periodismo de investigación contribuye a destapar las cloacas del poder, el sumidero de corrupción que ahora estamos viendo en España. Pero por si solo no puede; se necesita la colaboración de lo que en argot periodístico se llama fuente, esa “garganta profunda” que en los 70 propició el escándalo Watergate y la caída de Richard Nixon. De paso, la justicia debe implicarse al completo, no ha de temblarle el pulso para meter en la cárcel a esa gentuza que nos está robando a manos llenas. Han de pudrirse en la trena, que cumplan íntegras sus condenas por delito fiscal y si es posible a perpetuidad.
Llega un punto donde tanta inmundicia apesta. Y en Europa, más en España, el aire se ha hecho irrespirable. Hay que acabar con todos aquellos que están esquilmando a países enteros, a los que posibilitan que dos terceras partes del dinero de las grandes fortunas del mundo se escondan en paraísos fiscales ligados a la Unión Europea como denuncia la ONG Intermón Oxfam.
Al menos 14 billones de euros pertenecientes a fortunas individuales se esconden en paraísos fiscales de todo el mundo lo que representa una pérdida de más de 120.000 millones de euros en impuestos para los gobiernos. De esta ingente cantidad, Intermón Oxfam asegura que dos tercios de esta riqueza escondida en paraísos fiscales, alrededor de 9,5 billones de euros, se encuentra en paraísos de la UE o bajo su jurisdicción. La ONG insta a los líderes de la UE a que combatan esta tropelía, a que se quiten la venda de los ojos ante un problema que se esconde justo debajo de sus narices. Sobre todo en un momento donde a los ciudadanos nos piden sacrificios, resignación y tomar a diario dosis de recortes y austeridad. Esos mismos gobiernos deberían perseguir a estos evasores fiscales pues el volumen de dinero serviría para “acabar dos veces con la pobreza extrema de todo el mundo” como remacha la ONG.
No me dirán que con este panorama, gente como Hervé Falciani no tiene condición de héroe. Su mayor poder es la apuesta ciega por la verdad, la tentativa por aniquilar a esos villanos situados en la cúspide del poder a costa de joder la vida de los demás.
En Twitter: @PixieSanz
Artículo descarnado y muy muy bueno.