Política porcina

Ángel RomeraMirar al futuro es algo que deberían hacer los políticos y las gitanas, no yo. Es más fácil explicar las causas de las cosas que figurarse sus consecuencias. Por eso un político acertado vale más que un historiador acertado. Por eso el político malo resulta mucho más dañino que un historiador mendaz. El político lo tiene más difícil. Al padre preocupado, si un hijo le dice que quiere gobernarnos a todos, como el anillo de Sauron, debería enviarlo al médico. Aquí los enviamos al Congreso de los Imputados.

El político debería de disimular sus torpezas a los demás, no a sí mismo, si realmente quiere conducirnos a un futuro mejor; pero el peligro es que puede terminar creyéndose sus propias mentiras y asumir que no es responsable de ese futuro que nunca, en realidad, ha visto, y eso es lo que ocurre casi siempre. Tenemos la costumbre de llamar «sabios» a los que nos gobiernan, cuando en realidad son casi todos unos gilipollas, ya sea con primogenitura o de forma vicaria. Ejemplos los hay a montones; algo muy parecido sufren los artistas o deportistas endiosados por la gilipollez. Por demás, como la mayoría de los políticos prefiere ignorar la historia, esto es, las causas de los hechos, buenos o malos, e ignorar otro futuro que el suyo propio, son de hecho no malos, sino peores. Porque los hechos demuestran que solo hay dos tipos de políticos: los malos y los peores.

Defino como gilipollas al tonto que, encima, está orgulloso de serlo, porque es incapaz de asumir su necedad (asumirla exige humildad, voluntad, trabajo, ayuda, hombría, nobleza y modestia, palabras que no aparecen en los periódicos). Son también gilipolláceos los que asumen vicariamente la tontería de otro sin rechazarla o (que es lo que debería hacerse y jamás se hace) enmendarla. Un político malo honesto puede reconocerse porque está sucio por fuera, pero no por dentro, ya que dedica mucha parte de su tiempo a mantener la casa limpia. Si usted quiere saber si un político vale la pena, pregúntele quién saca la basura en su casa. Si no es él, no le vote, porque será un narcisista, un corrupto y un gilipollas en potencia, envuelto en una inocente placenta de traje inmaculado y corbata umbilical; es un bonito. Un político honesto está siempre rodeado de inmundicia, como Cristo de ladrones, y termina atacado de los nervios o con el corazón encogido, como Julio Anguita.Churchill tenía un secretario de su edad pero con una salud perfecta y una estampa envidiable, y el famoso mandatario le preguntó qué hacía para estar tan bien. «Yo camino diez kilómetros al día» dijo, «no bebo, no fumo, me acuesto siempre a las once y procuro comer lo justo». Entonces Churchill le dijo: «Yo tomo seis tipos distintos de pastillas; no duermo; me acuesto cuando puedo; fumo muchísimo; no puedo perder el tiempo en caminar; trabajo sin parar; bebo demasiado, como como un animal, no sé nunca a qué hora voy a volver a casa… y, además, soy su jefe».

Muchos políticos españoles han escrito autobiografías; yo me he leído algunas. Casi todas defraudan por su falta de chicha humana: son obras de arte de la difamación, la traición y la elipsis; algunas, de hecho, son auténticas obras de ficción, como Cabos sueltos, de Tierno Galván, que se inventó a sí mismo y sabía cómo hacerlo; su prosa vale la pena. No tanto la de Herrero de Miñón en sus Memorias de estío, de las que sin embargo me quedé con aquello de «una juventud monclovita más estudiante que estudiosa»; para ser alguien que nunca tuvo idea de derecho constitucional, aunque lo enseñara y ayudara a escribir una despreciando olímpicamente la teoría pura del derecho de Kelsen, no es mala frase y creo que incluso habría podido llegar a saber algo, como indica el final de su libro, donde insinúa que una impersonalidad sin sujeto recuperable gobierna la vida política. Una de las mejores escritas es la de Leopoldo Calvo Sotelo, algo insólito, porque se trata de un ingeniero con dotes literarias; él hablaba del «complejo de la Moncloa» en sentido recto y figurado; decía que cualquier presidente que se instalara allí terminaba sufriendo una transformación que lo convertía en un fantasma insomne, malhumorado y quejica. Los pasajes más divertidos son aquellos en los que se pone a comentar el distraído arte ornamental que Pío Cabanillas esbozaba en las cuartillas de los consejos de ministros. Ese tiempo ya no es de los nuestros.Uno suele desconfiar de los políticos bien planchados, aseados, delgados y bonitos, que siempre se mantienen flotando sobre la mierda a causa de su blanquísima aura de optimismo, y prefiere a los políticos negros, sucios, pesimistas, porcinos y gruñones, amantes de las cuentas, pero no de los cuentos. Los primeros siempre andan rodeados de espejos que les impiden ver la verdad; en realidad no quieren saber la verdad y si pasaran a su lado no la reconocerían; no es que la rechacen, es que, como Pilatos, no saben qué es; no la han visto nunca. Los segundos preferirían no haberla visto, una vez, ocasionalmente, hace años, y han hecho una costumbre de tragar sapos y arrojar fuego y veneno. Oyéndolos parece uno escuchar los lamentos en el desierto de Isaías y ya anda buscando algo para protegerse de los siete ángeles y las siete trompetas. A estos políticos los llamo porcinos porque para ellos no hay futuro, y, si lo hay, lo ven negro como el consolador de un negro marica, y perdón por el racismo involuntario; al final a todos ellos les llega su San Martín. Son políticos malos, pero los otros son peores.Sin embargo, los políticos que disfrutamos los españoles son muy parecidos a los de la corrompida Kansas que describió Ambrose Bierce en una de sus fábulas:Un miembro del parlamento de Kansas se cruzó con una pastilla de jabón y pasó junto a ella sin reconocerla; pero el jabón insistió en que detuviera su marcha para estrecharle la mano. Pensando que se encontraba en el goce de su inmunidad parlamentaria, el legislador le dio un intenso y cordial apretón. Al seguir su camino, se percató de que una parte del jabón había quedado adherida a su palma. Así que corrió muy alarmado hacia un arroyo y procedió a lavarse la mano. Para hacerlo se vio obligado a frotarse ambas manos hasta el punto de que, habiendo quedado muy blancas, se metió en la cama y mandó llamar a un médico.

Funcionario significa servidor; si algo no funciona no sirve; un funcionario resuelve problemas, no los causa; a un político cabe pedirle lo mismo, que parece demasiado. El único aceptable y deseable es el que sirve como servidor público; no complica los problemas, sino que los arregla o pone en vías de solución. De estos no ha aparecido ninguno hasta ahora en ese Congreso que dice representar a los españoles con una Constitución de hace cuarenta años.

Ángel Romera
http://diariodelendriago.blogspot.com.es/

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9 COMENTARIOS

  1. Entre los políticos ‘porcinos’ y los políticos ‘gilipolláceos’, uno no sabe con cual quedarse. Si es que hay que quedarse con algun miembro de esa categoría dual: los malos y los peores. Pero bien cierto es, que lo que debería ser excepción en el colectivo que nos dirige, termina siendo regla muy extendida.
    Y por ello, estos profesionales acaban viviendo en ‘el mejor de los mundos posibles’. Acaban viviendo en una burbuja, con forma de berlina oficial de tono oscuro, de la que tardan tiempo en bajarse. Y muchos de ellos (no los mejores) acaban durando mucho. Son políticos Duracel: duran, duran, pero no se acaban nunca.
    El otro día en el documental ‘Los años de NODO’ dedicado a 1967 se veía a un jovencísimo Rodolfo Martín Villa, a la sazón Gobernador Civil y Jefe Provincial del Movimiento en Barcelona. De él decían en los años noventa y muchos, que se subió a un coche oficial a los 18 años y aún no se había bajado. Puede que siga sin bajarse. Su visión del mundo,toda su visión divina y humana, esta condicionada por la panorámica del exterior que se captura desde el auto oficial (antes PMM).

    • Y lo mejor de todo es cuando los nombran y declaran: «Estoy encantado con esta misión que me han encomendado y que me va a hacer aprender mucho».

      Coño, te han nombrado para un cargo y ¿VAS A APRENDER MUCHO?

      Como decía el otro día la Jueza Carmena en Salvados: Si te nombran es porque vales y al puesto SE VA APRENDIDO.

      Con estos mimbres…

  2. La mayoría los políticos rara vez conocen el sector público y apenas han tenido relación con los ciudadanos y sus demandas. Vienen de la vida partidaria en su mayoría. Además, entre los que están, hay pocos que sean profesionales y muchos ni siquiera son inteligentes.
    He vivido en otro país de Europa y puedo decir que no es lo mismo. Seguramente tengan alguno de esos defectos, pero no todos a la vez, como aquí

  3. ¿Y no pensais que precisamente los signos de los tiempos están cambiando y que el nivel de exigencia civil después del despertar de la siesta indican que pronto ser politico será una carga más que un cargo y que habrá mas políticos negros, sucios, pesimistas, porcinos y gruñones, amantes de las cuentas, pero no de los cuentos»?. En Extremadura un presidente liberal que baja los impuestos con el insólito aplauso de un partido de izquierdas, ya habla de listas abiertas…

    • El nivel de exigencia civil español (a nivel global, no de Puerta del Sol, 15M o PAH) sigue a años luz del nivel de exigencia del norte de Europa.

      Si, de una p… vez, nos ponemos a imitar a suizos, finlandeses, islandeses o suecos la cosa cambiará. Si no lo hacemos, tendremos otros tantos años de Bárcenas, Blancos, Cospedales, Griñanes etc etc.

      Castilla La Mancha está encaminada a imitar a Extremadura, y a mí, personalemte, no me mata, porque IU ó UPyD va a ser el fiel de la balanza, pero el peso será de los elefantes blancos que tendrá a un lado y al otro.

      Eso hará que tengamos más de lo mismo, con algún guiño, pero solo eso, guiños. Porque lo de 23 euros de menos por extremeño en el tramo autonómico, de forma individual ayuda poco a salir de la crisis, y los 10 millones de euros de rebaja global tampoco arregla mucho (por ejemplo, nuestra UCLM costaba 215 millones al año). O sea, que ni a nivel micro, ni a nivel macro sirve.

      En fin, nadie dijo que fuera malo copiar lo bueno. Copiemos a los que no sufren la crisis y controlan a sus gobiernos!!!!

  4. «Hombría, nobleza, humildad,modestia, son palabras que ya no aparecen en los periódicos»… Ni en los periódicos ni en parte alguna porque están en desuso o medio moribundas sin personas a quienes definir. Los políticos no nacen del vientre de extraterrestres ni son incompetentes por proceder de los partidos y no de las diferentes administraciones públicas como se ha dicho aquí – me parece que la mayoría sí que deriva de alguna administración territorial o educativa- . Son sencillamente ciudadanos que una vez en la poltrona desarrollen probablemente un mayor grado de narcisismo que los demás y son mendaces, mendaces hasta el ridículo. Doy fe de ello.

    • Sí claro, ha habido (sigue habiendo) muchos maestros (y profesores en general) entre la clase política pero entre eso y conocer la administración hay un mundo (profesional). Gestión organizativa, presupuestaria, etc. eso no lo aprendes en un colegio ni en un partido. Para eso hay que formarse. Y la mayoría llega in albis y como van de sobrados salen como entraron, dejando serios estropicios en muchos casos. Ni ideología ni nada, bastante incompetencia y soberbia. No basta tener ganas (aunque ayuda) sino disposición de aprender (meter más codos)e inaugurar menos columpios, o rotondas, o lo que sea. Quiero ser jodidamente claro: o vales o dejas paso.

      • Gracias por la puntualización. Sin embargo creo que fue Wilde quien dijo éso de (o algo parecido): lo importante es que sea un caballero, pues si no lo es, cuanto más sepa, peor. Ahí tenemos a Bárcenas y a Herrero de Minón, eterno Consejero de Estado y despreciando al excelso Kelsen, para ilustrar la frasecita.

  5. Sería jodidamente innoble e injusta si no reconociera que he conocido también a algún político que se deja la piel, la línea y la apostura de galán de cine, en carreteras y restaurantes de mala muerte haciendo su trabajo.

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