Érase una vez en América

silencio_muy_buenaA veces creo que uno contrae matrimonio para tener un testigo. Alguien que dé cuenta de lo que ha hecho durante toda su vida. Si no se llega a casar, ese testigo son los momentos mágicos que uno haya vivido, los prosaicos o desagradables los borramos como si se tratara de una pizarra Vileda. José Manuel CampilloCon las películas pasa igual. Nos acordamos de ellas por una determinada escena o no nos acordamos. En Érase una vez en América se cumple esa máxima anterior. Y nos acordamos. Sigamos.

erase03La música de Ennio Morricone es al cine lo que la de Georgie Dann a las verbenas: imprescindible. Cuando el compositor italiano está detrás de las imágenes acunándolas, la película no defrauda. Es como el Mourinho de antes, el que no estaba peleado con su sombra, que con un puñado de hombres normalmente ambidiestros, que no le pegan bien ni con la izquierda ni con la derecha, era capaz de conquistar cualquier Liga.

Sergio Leone, el director, sabe de las excelencias melódicas del Puccini moderno. Y también sabe que si al genial compositor le ficha para su orquesta a Robert de Niro, a James Wood y a Elizabeth McGovern, la sonoridad y brillantez pueden compararse a la de Plácido Domingo en su insuperable papel del desdichado Otelo.

erase02Estamos ante la historia de una vida contada desde la infancia, el lugar de nuestra biografía en el que se bifurca todo. Es ahí donde debemos mirar para ver en qué momento nos equivocamos trazando nuestro árbol vital. Robert de Niro nació con su tronco ya torcido, pero James Wood fue la mala hierba que hizo que este no engendrara ningún fruto.

El amor dibuja en esta entrañable historia uno de sus cuadros más bellos. El marco está hecho de retazos de un majestuoso hotel y jirones de un juguetón y ondulante mar. El lienzo tiene la textura que los ojos sin fin de Elizabeth le confieren, y los pinceles son los violines que hacen que esos ojos que son promesa de amor infinito se abran cual aguas en el mar Rojo. Es la escena de la que les hablaba, una de esas que nos convierten. Pasamos de Saulo a San Pablo. Ya creemos en el amor.erase01

He leído en la blogosfera que si los alienígenas invadieran la tierra esta película sería una de las cosas que se llevarían. Es posible. De lo que estoy completamente seguro es de que a la dulce McGovern no la dejarían aquí.

Posdata: Érase una vez en América es una película con nombre de principio de cuento que no nos sugiere nada, si acaso falta de originalidad. Pero yo les aseguro que es como la Varon Dandy, nunca falla.

José Manuel Campillo
www.vienafindesiglo.blogspot.com

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6 COMENTARIOS

  1. No es por llevar la contraria, que también… Pero yo soy más de Nino Rota, de su Romeo y Julieta y, sobre todo, declaro un fervor eterno por esa banda sonora de notas nostálgicas y frívolas a partes iguales , que enamora, emociona, se tararea más que ninguna otra y hace llorar -incluso a las que no lloramos casi nunca- de felicidad. Como ya habrán adivinado, me estoy refiriendo a Amarcord.

    José Manuel, guapetón, el artículo te ha salido redondo, pero tengo algo que objetar, a saber: cuando tengas que hacer una analogía con las verbenas, otorga la categoría de imprescindible a Carlitos Santana. No fastidies el artículo con George Dann, please. Me han entrado ganas de cerrar el portátil sin terminar de leer tu excelente trabajo. Nobody,s perfect. Te perdono, pues.

  2. Discrepo con ALter Ego. Carlos Santana no es biodegradable en una verbena de barrio o de pueblo al uso popular, donde efectivamente George Dann llevaba el movimiento y la picardia letrista con excelsa donosura. Por mi parte, José Manuel, tú sigue, dándole al pincel crítico que lo bordas… de momento. Hasta la próxima semana.

  3. Biodegradable o no, Carlos Santana, su música, es tan recurrente en las verbenas como el bailón y simpaticón Georgie. No sé ahora, pero hace algunos veranos, «Europa» se encontraba en el repertorio de cualquier grupo con chica vocalista necesitada de descansar sus vibrantes cuerdas vocales. Manuel, no me salga respondón, hombre.

  4. Fermín (me permito el tuteo, perdóname), la de todos los años es «Qué bello es vivir», esta es bianual. Gracias por poner el enlace.
    Estimados «Alter ego» y Manuel. Gracias por vuestros amables comentarios. En cuanto a la música… cada una en su momento. Yo era de los que a las doce, y después de alguna que otra cerveza, me ponía loco bailando «El negro no puede» y «El chiringuito». Después, cuando la chica de turno casi había caído rendida al compás que le marcaba mi frenético movimiento de caderas, le pedía a la orquesta «Europa». Y ya, mientras el bello comienzo prendía de romanticismo el ambiente, nuestras encadenadas manos se alejaban sugiriendo promesas de felicidad eterna.
    Posdata: La música de «Amarcord» es para recrearse en ella; la de «Erase…» es para silbarla.
    Por cierto, la diferencia entre la vigilia y el sueño, que tanto le costó a Descartes discernir, es la que hay entre el comienzo de mi relato verbenero y el final.
    Un saludo.

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