Un pasito “palante” María, un pasito “patrás”. Tal parece ser el facilón movimiento que practican algunos ciudadanos españoles a la hora de calificar y justificar las ideas, pero sobre todo las fechorías que han cometido algunos políticos. Se trata de “un baile muy primario” que causa furor sobre todo entre aquellos que manifiestan un comportamiento político fuertemente visceral.
La visceralidad es un sentimiento muy profundo e incontrolado que mueve tanto al pensamiento como a las acciones de la persona. Se trata pues de una fuerza emotiva que desborda tanto al entendimiento como a la razón. De ahí que las personas muy viscerales sean seres movidos principalmente por impulsos que no han pasado por la “columna de frío” del análisis conceptual.
Y dirán ustedes que a cuento de qué escribo todo esto; pues enseguida lo van a saber, que ahí va un ejemplo, creo, muy gráfico.
Supongamos que en la noticia publicada sobre un supuesto caso de corrupción acaecido en un determinado Ayuntamiento, el dato de la filiación política del concejal o alcalde que ha cometido el delito permanece en blanco. El visceral mantendrá en suspenso su opinión final sobre el asunto hasta saber este dato…y su reacción será muy distinta según que el culpable sea alguien de los otros o uno de los suyos. Censurará y deseará lo peor o callará y buscará otros casos parecidos que se hayan dado en el “campo contrario” para, si no justificarlo, sí condescender más fácilmente. Cierto que el ejemplo es una caricatura…es decir algo exagerado, pero de eso mismo se trata precisamente, para que el ejemplo que pretende ilustrar la tesis, quede fuertemente dibujado.
A los viscerales nos los encontramos en todo lugar y circunstancia, desde ese banal hecho que supone pedir o no un penalti…hasta en la gravedad de justificar…los favoritismos y la corrupción política. Moneda corriente ésta de la visceralidad que circula entre los compañeros del trabajo, en las tertulias de los bares, en la improvisada charla en medio de cualquier acera…pero sobre todo en el anonimato de los foros en internet. Causa sonrojo, perplejidad y preocupación lo que se puede llegar a justificar o reprobar amparado tras la salvaguarda de intimidad que es un ordenador. Desde luego que de democracia…nada.
Creo sinceramente que el mayor enemigo que hoy existe para impedir el avance en la conquista de una mayor calidad democrática se encuentra entre nosotros y responde precisamente al calificativo de visceralidad. Esa fuerza ciega que incita a rechazar cualquier iniciativa o comportamiento si quien lo hace es alguien de los otros, para justificar a “los veinte minutos” el mismo hecho si quien ahora lo propone o realiza es alguno de los míos.
La visceralidad no entiende de razones ni objetividades, antes bien es una postura primaria y mediatizada que predispone de antemano y que por ende es fácilmente aprovechable por los políticos para contentar de una manera populista a sus irreflexivos incondicionales.
Si nuestra madurez democrática dependiera de todos estos ciudadanos tan poco proclives al análisis comparativo y a la verticalidad mental….creo que…por lo expuesto se podrá comprender de inmediato lo que pienso. Que la visceralidad política es inversamente proporcional a la calidad democrática.
Con tanto estómago agradecido y trincón….así nos va.
Aquí hay mucho vividor de la política y muchos que no se quieren enterar de que esto se ha convertido en un circo del que viven unos profesionales de ella.
Sí, la permanencia sine die en la política es un grave estorbo para que entren aires e ideas nuevas. La democracia interna dentro de los partidos….brilla por su ausencia.
Si Fermín, así nos va… justificando a unos, cuando son de los nuestros y masacrando al contrario. No tenemos arreglo. Paletos e imbéciles.
Fuertes calificativos los que utilizas.»enterao».
Creo que tenemos dos carencias notables, cultura e independencia mental y moral, consecuencia de la primera.
El espectáculo de políticos, algunos jueces y fiscales ahora…personalmente me hace temblar…
Un saludo