Podréis buscar una decena de sinónimos para el verbo “reblandecer” pero todos coincidirán en que “darwinianamente” hablando, la especie, como tal, no tiende ha hacerse más fuerte sino que, por el contrario, muestra una preocupante suavidad y delicadeza que, en el fondo, acabará por aburguesarla y, en el caso de los pilotos de Gran Premio, dejarlos como imagen de video-juego y que sean otros más capaces los que se tiren a la pista a competir.
Suena paradójico que conductores con los redaños de Räikkönen y Alonso clamen al cielo porque el fogoso Sergio “Checo” Pérez les robe la cartera y, en el intento, destroce sus posibilidades de coger unos buenos puntos, durante la disputa del pasado GP de Mónaco de F-1. El señor Alonso hace un curioso silogismo entre la agresividad de Pérez y su resultado final, algo así de “que te lo mereces, chínchate”. Don Kimi, el finlandés díscolo, el piloto de otro tiempo, va más allá y sugiere abofetear al “Checo” o, en su defecto y no sabemos si en compañía de otros, “darle una paliza, para que aprenda”. Hace tan sólo quince días, estábamos hablando de una maniobra parecida entre Márquez y Lorenzo y ponderábamos el valor del debutante, pues bueno, aquí es exactamente igual. Los nuevos pilotos (los jóvenes cachorros o lobos o como quiera llamárseles) tienen una virginal agresividad que no contempla las jerarquías del escalafón, el cuidado por la mecánica ni el resto de cientos de normas que se ha inventado esta fórmula uno “que se la coge con papel de fumar”, para que todo sea seguro, “light”, “glamouroso” y en seco, no vaya a ser que nos fastidie el pastel y que tengamos que llenar los depósitos del “jet” privado con agua de Carabaña.
Sergio Pérez, mejicano, heredero sentimental de Héctor Rebaque y los hermanos Rodríguez (Pedro y Ricardo), tiene que hacerse un nombre en las carreras, tiene que “cepillarse” a unos cuantos “machos-alfa” para él mismo tener acceso al poder, acceso a un coche con el que luchar por ser el número uno, y si es a costa de Kimi, Fernando, Sebastian o en “sursum corda” pues más que mejor, porque, recordemos ahora, todos ellos anteriormente, y los que les precedieron en la aristocracia de la F-1, se comportaban de la misma manera y eran criticados con el mismo furor “aburguesado”. “Nosotros es que luchamos por el campeonato y pensamos más allá de una simple carrera” vienen a decir los chicos del “establishment”, pues entonces que hagan carreras para los ocho nobles, máximo diez que puedan ser suaves rivales para tan laureados campeones. Sergio tuvo una voz de alerta antes del GP de España donde le azuzaban para poner más carne en el asador y simplemente es lo que hecho, se ha puesto las pilas en la carrera donde su flojo coche podía sacar más partido… la pena es que midió mal su asunto con Räikkönen y acabó pagando cara su osadía, pero por lo demás, perfecto.
Montecarlo tiene esa rara cualidad de hacer mito todo lo que toca o a todos los que le tocan y convierte una carrera anodina, salvo por las peripecias de Pérez; en un canto a la leyenda tan sólo porque Nico Rosberg, el otrora “azucarillo” de F-1, no se disolvió esta vez y convirtió su tercera “pole” consecutiva de la temporada en su primera victoria en Mónaco, carrera que terminó en 2ª posición el pasado año. Rosberg puso el ritmo que quiso y, respaldado con una mecánica mejorada respecto a otras carreras, mantuvo a raya, primero a su compañero Hamilton y luego al tricampeón Vettel (otro nuevo “blandito”) que, en ningún momento osó poner en duda la victoria del piloto de Mercedes. Detrás de ellos un “trenecito” como esos que llevan a los turistas a conocer los sitios más vistosos de las ciudades costeras, solo que aquí el precio del “tour” no es tan barato, ni tan lento su transitar, pero “trenecito” al fin y al cabo, y si la cosa se ponía “chunga” para que esta procesión de extendiera, salían nuestros “ángeles de la guarda” del “Safety Car” y volvían a reagrupar al personal restante, una vez quitados los trozos de restos de accidentes de Massa (¡cuánto tiempo más durará en Ferrar!), Chilton, Van Der Garde etc. Desde los yates del puerto la carrera se ve aburrida si no van en procesión desde Ste. Devote a la piscina y tiro porque me toca.
Pero bueno, Mónaco todo lo bendice y resulta que la efeméride la pinta calva porque el señor ganador, Don Nico, lo hizo treinta años después que su papá Don Keke, realizando así en Montecarlo lo que otros como Villeneuve o Hill ya han hecho en otras carreras, ganar donde “papi” lo hizo en el pasado. Como Mónaco estaba exento de ese asunto pues vamos allá y todos tan contentos, máxime cuando esta es la segunda victoria de Nico y la de antaño fue también la segunda de Keke. Ya solo falta que un avispado creativo lance algo así: “Los Rosberg, siempre mojan por segunda vez en Montecarlo”. Mercedes consigue una victoria también de leyenda, pero menos dada a la publicidad, por eso se la callan. La última vez que un coche Mercedes ganó en Mónaco lo hizo conducido por otro piloto alemán sólo que en 1937, Manfred von Brauchitsch, sobrino de un general de la Wehrmacht y miembro del “National Socialist Motor Corps” con el rango de “Sturmführer”. Claro eso es políticamente incorrecto.
Tras la disputa de la sexta de la temporada, Vettel lidera con mano de hierro la general, extendiendo su ventaja sobre Räikkönen que, merced al 10º puesto que pudo salvar tras su incidente con el mejicano, logra por 23ª vez consecutiva terminar en los puntos, igualando a Fernando Alonso y acechando las 24 ocasiones de Michael Schumacher. Alonso es tercero, ahora más cerca de Kimi, pero más lejos de Seb y todo queda para ver si en Canadá los coches van como cada uno quiere o más bien como cada uno puede, sin dejar de lado, algo que trataremos en próximos episodios, como es la “tranfulla” de Mercedes al hacer “test” clandestinos con Pirelli antes de Mónaco, cosa prohibidísima pero que de momento esta “sub iudice”, así que diremos “supuestos test secretos” y “supuesta alegalidad”, no vaya a ser que paguemos nosotros el pato. Au Revoir mes enfants.