Hace casi cincuenta años que quien esto escribe tomó las riendas de una explotación familiar dedicada a la agricultura en un pueblo de Ciudad Real. En aquellos años sesenta, el campo era un lugar de donde huir porque los jornales eran tan exiguos como inseguros y el abuso más o menos consciente de los entonces llamados “los amos de las tierras” era moneda corriente.
Todo lo más que un trabajador podía asegurar era un contrato apalabrado por un año, de San Miguel a San Miguel. Además de todo esto los pueblos y sus casas, quienes las tenían, que era común tener un par de habitaciones nada más, no reunían las condiciones de habitabilidad que hoy hacen de ellos, unos lugares de privilegio para vivir.
La llamada de la gran ciudad fue durante esos años un reclamo irresistible. Aparte de los que marcharon más allá de nuestras fronteras, Madrid, Valencia y Bilbao fueron destinos a los que muchos habitantes de nuestros pueblos pusieron rumbo en busca de mejores salarios y una vida mucho más confortable de la que tenían. Después de permanecer ausentes durante algunos años, empezaron a volver allá por Fiestas y vacaciones (en el campo no se sabía que era eso) con cierto aire de orgullo por el cambio tan importante que sus vidas habían experimentado. Las visitas al pueblo se fueron haciendo más frecuentes y frecuente también fue tirar los viejos muros de las casas en que nacieron y edificar sobre ellas otras muy notables y en algunos casos formidables. Significaban actos de reivindicación y triunfo.
Mientras estos “exiliados a la fuerza” mejoraban su calidad de vida, otros quedaban en nuestros pueblos y muchos de ellos trabajando en la agricultura. Hubo unos años en los que a base de muchísimo trabajo y esfuerzo, el agricultor, trabajando de sol a sol los siete días de la semana y trescientos sesenta y cinco días al año, pudo comprobar que ese sol que aparecía en el horizonte cada mañana lo hacía también para él. Fueron años en los que se hicieron extensivos los regadíos y en los que los cultivos de remolacha y melón, principalmente en tierras arrendadas, proporcionaron cierta riqueza económica a esas familias de agricultores en las que todos sus miembros trabajaban por cuenta ajena y cuenta propia a la vez.
Han pasado unos años en los que la bonanza económica ha sido tal que la agricultura, pese a no tener nada que ver con la de hace cincuenta años debido a su mecanización, junto a la hostelería, quedó en manos de extranjeros, hispanoamericanos y rumanos principalmente. Aún mantengo en la retina la imagen de hace unos quince años en la que una veintena de peruanos y ecuatorianos plantaban ajos en una explotación cercana a Ciudad Real. Por un momento pensé que había cruzado el charco. Recuerdo también a tenor de esto, las declaraciones de un dirigente de una Asociación Agraria diciendo que para el campo los emigrantes no eran un problema sino una solución y es que ningún español quería trabajar en él.
Pero hoy las circunstancias han cambiado. Hoy la crisis ha hecho que muchos trabajos en las ciudades no existan, que esas moles de cemento en donde cada día resulta más caro, complicado y penoso vivir, se hayan convertido en lugares de donde huir. ¿Adónde? Paradojas de la vida, pues a esos otros de donde los padres o abuelos partieron un día, a esos lugares que hoy siguen allí, remozados, renovados, espléndidos, llenos de comodidades y servicios.
¡Bienvenidos a la agricultura!, digo a esos jóvenes que están sin trabajo. Bienvenidos a la agricultura, que hoy las máquinas hacen de ella una labor para nada penosa. Bienvenidos a la agricultura que os proporcionará una vida limpia de artificialidades. Bienvenidos a la agricultura, que aun no dando márgenes económicos importantes,…al menos os procurará trabajo y estabilidad vital. Dicen que la tierra es un valor refugio…para aquellos inversores que no quieren arriesgar su dinero en tiempos de crisis. Pues lo mismo digo para aquellos que quieran ser emprendedores. Con la agricultura no os haréis ricos, quién sabe, pero al menos tendréis un lugar y un trabajo en el que podréis sobrevivir dignamente. Y eso hoy….es algo muy valioso.
Curiosa dinámica esta de regresar a los lugares en donde tenemos las raices……y es que en tiempos de crisis y escaseces, la vida en el medio rural se hace mucho más llevadera, por ser mucho más barata y estar en un mundo mucho más cercano y solidario. La vida en tiempos de crisis en las grandes ciudades…se torna solitaria, triste y gris.
Hoy me ha dado por escribir de todo (Bacín, que dicen en mi pueblo). Y leyendo a Gassol, que me gusta mucho leerle, se me queda un regustillo amargo.
La agricultura bien entendida, la de quien le saca a la tierra lo mejor y, además, la respeta, la cuida, la mima etc etc es una agricultura extinta.
La agricultura actual, la de la PAC, la de los clones de semillas, la de los riegos sin piedad, la de los nitratos, los fertilizantes, los insecticidas y los herbicidas es una agricultura de pobreza para los trabajadores y de pingües beneficios para los propietarios.
Ojalá y se defendiera por parte de los consumidores una agricultura sana, variada, con unos precios de realmente revirtieran en los beneficios de los agricultores pero, eso ya no es posible.
Ahora, y bien lo sabes Gassol, la agricultura se controla desde el sigpac y, tantas olivas tienes, tanto vales.
Desde aquí aprovecho para reivindicar a todo el sistema (agricultores, distribuidores, vendedores y consumidores) que se propicie el consumo de productos de la tierra cuando hay que consumirlos. Porque consumir melones en invierno es una salvajada medioambiental y así mil ejemplos.
Por otro lado, hemos pasado de una agricultura con docenas de variedades y una agricultura de una sola variedad (el ejemplo más claro lo tenemos en los tomates de plástico que comemos en los supermercados). Dios, qué tomates nos comíamos en los 70. Qué feos eran, pero es que no hacía falta ni ponerles sal, del sabor que tenían. Aún puedo olerlos en mi mente.
Esta es tierra de buenas huertas, de cereal, de olivas, de uva, de alfalfa etc etc, pero creo que ya no es tierra de agricultores, sino de empresarios de la agricultura.
Suscribo casi en la totalidad tu tesis. Desgraciadamente la agricultura se siembra y recoge más en los despachos y papeles que en la tierra. La llamada agricultura ecológica y la que se llevaba a cabo hace treinta años, dista mucho de la que ahora se produce, si bien, sobre todo en viña por ejemplo, el salto a mejor ha sido espectacular.
Respecto a la sociología de la agricultura…también creo que se ha transformado mucho. Hoy,la propiedad está mucho más repartida, hablo la destinada a la producción agraria. Los montes, cortijos y fincas de caza…eso prácticamente siguen estando en las mismas o en parecido número de manos.
Gracias «Blister» por seguirme. Un abrazo.