En la Documenta 5 de Kassel , de 1972, a juicio de Félix de Azúa, comienza la ‘Era del Acabamiento del Arte’. A partir de entonces, todo lo que pueda pasar en Bienales, Trienales, Documentas, ARCOS y similares tiene que ver más con las Historias del ‘Fin del Arte’ a la manera de Arthur Danto, que con la práctica artística. si es que aún existe tal concepto. Quizás no haga falta, por ello, ir tan lejos en el tiempo hasta 1972, y nos baste una aproximación a lo que será el Pabellón español en la muestra veneciana.
Pabellón cuya artista estrella o estelar (que viene a ser lo mismo), Laura Almarcegui, ha decidido mostrar la musculatura artística española con un buen montón de escombros, que está apilando allí con la ayuda del comisario Octavio Zaya, y la ayuda sobre todo, de algunos operarios y transportistas que se afanan en el trasiego de piedras medianamente seleccionadas; para configurar, también de forma aproximada, una montanera o una pequeña montaña de más de cuatro metros de altura.
Tal volumen de detritus pétreo, formado por 170 metros cúbicos de cemento, 85 de mortero, 152 de hormigón y 150 de grava, ocupará el espacio principal del edificio, que es sede española en tales certámenes. La intrahistoria del montaje, instalación, o como quiera denominarse al cúmulo de piedras dispuestas, presupone que la artista aragonesa, ha deconstruido el pabellón, uno de los 30 edificios nacionales que ocupan de manera permanente los Giardini. Para introducir en el interior, como muestra exhibible los materiales sobrantes, de los que se sirvió el arquitecto Javier de Luque para su construcción en 1922.
Para lo cual, se nos cuenta y propala, que Almarcegui ha repasado y controlado esos desechos en la planta de reciclaje de escombros de Venecia, que más bien estará en Mestre o en Marghera. Aunque yo dude que se encuentren los deshechos disponibles, tras los largos años transcurridos entre 1922 y 2013. Una vez verificada la identificación, se nos sigue contando, se ha procedido a su traslado por barco, hasta el pabellón español, para allí comenzar el vertido y la formación de una nueva escombrera trasladada. Y a partir de aquí comienzan las metáforas. Así Zaya habla de un “casi un pasillo” para caminar por un paisaje que habla de “regeneración y decadencia urbanas”. Incluso se la emparenta con los procesos existentes en la Sacca de San Mattia, isla surgida en los años setenta, cerca de por la acumulación de los deshechos de la industria del cristal. Y que para Almarcegui supone “el más bello descampado de la ciudad, con esas cuentas de colores que dan reflejos”. Del otro descampado, el español, Almarcegui prefiera descartar las dobles lecturas que puedan producirse por el hecho de que España envíe a Venecia, un montón de escombros. “No se trata de una reflexión sobre la burbuja inmobiliaria, ni sobre la situación del país”; sino un reiterado interés por la llamada poética del escombro y fascinación por el descampado, que nos quieren vender como Land Art. Y nunca mejor dicho lo de vender, toda vez que la instalación ha costado unos 400.000 euros, la mitad del coste de la última Biennale; como si eso fuera un argumento de coherencia. Una instalación que, concluido el certamen habrá que volver a desmontar y llevar de nuevo al vertedero de Marghera o de Mestre. Y se desvanecerá como un intangible; igual que se desvaneció la burbuja inmobiliaria a la que no quiere referirse la instalación veneciana de Lara Almárcegui.
Biennale 55/2013
En la Documenta 5 de Kassel , de 1972, a juicio de Félix de Azúa, comienza la ‘Era del Acabamiento del Arte’. A partir de entonces, todo lo que pueda pasar en Bienales, Trienales, Documentas, ARCOS y similares tiene que ver más con las Historias del ‘Fin del Arte’ a la manera de Arthur Danto, que con la práctica artística. si es que aún existe tal concepto. Quizás no haga falta, por ello, ir tan lejos en el tiempo hasta 1972, y nos baste una aproximación a lo que será el Pabellón español en la muestra veneciana.
Pabellón cuya artista estrella o estelar (que viene a ser lo mismo), Laura Almarcegui, ha decidido mostrar la musculatura artística española con un buen montón de escombros, que está apilando allí con la ayuda del comisario Octavio Zaya, y la ayuda sobre todo, de algunos operarios y transportistas que se afanan en el trasiego de piedras medianamente seleccionadas; para configurar, también de forma aproximada, una montanera o una pequeña montaña de más de cuatro metros de altura.
Tal volumen de detritus pétreo, formado por 170 metros cúbicos de cemento, 85 de mortero, 152 de hormigón y 150 de grava, ocupará el espacio principal del edificio, que es sede española en tales certámenes. La intrahistoria del montaje, instalación, o como quiera denominarse al cúmulo de piedras dispuestas, presupone que la artista aragonesa, ha deconstruido el pabellón, uno de los 30 edificios nacionales que ocupan de manera permanente los Giardini. Para introducir en el interior, como muestra exhibible los materiales sobrantes, de los que se sirvió el arquitecto Javier de Luque para su construcción en 1922.
Para lo cual, se nos cuenta y propala, que Almarcegui ha repasado y controlado esos desechos en la planta de reciclaje de escombros de Venecia, que más bien estará en Mestre o en Marghera. Aunque yo dude que se encuentren los deshechos disponibles, tras los largos años transcurridos entre 1922 y 2013. Una vez verificada la identificación, se nos sigue contando, se ha procedido a su traslado por barco, hasta el pabellón español, para allí comenzar el vertido y la formación de una nueva escombrera trasladada. Y a partir de aquí comienzan las metáforas. Así Zaya habla de un “casi un pasillo” para caminar por un paisaje que habla de “regeneración y decadencia urbanas”. Incluso se la emparenta con los procesos existentes en la Sacca de San Mattia, isla surgida en los años setenta, cerca de por la acumulación de los deshechos de la industria del cristal. Y que para Almarcegui supone “el más bello descampado de la ciudad, con esas cuentas de colores que dan reflejos”. Del otro descampado, el español, Almarcegui prefiera descartar las dobles lecturas que puedan producirse por el hecho de que España envíe a Venecia, un montón de escombros. “No se trata de una reflexión sobre la burbuja inmobiliaria, ni sobre la situación del país”; sino un reiterado interés por la llamada poética del escombro y fascinación por el descampado, que nos quieren vender como Land Art. Y nunca mejor dicho lo de vender, toda vez que la instalación ha costado unos 400.000 euros, la mitad del coste de la última Biennale; como si eso fuera un argumento de coherencia. Una instalación que, concluido el certamen habrá que volver a desmontar y llevar de nuevo al vertedero de Marghera o de Mestre. Y se desvanecerá como un intangible; igual que se desvaneció la burbuja inmobiliaria a la que no quiere referirse la instalación veneciana de Lara Almárcegui.
El arte igual que la belleza están en los ojos del espectador o de como polvo eres y en polvo… No me sugiere ni la belleza de una ruina y mira que son bellas, ellas, las ruinas.
Observando la filosofía que sustenta el arte de esta exposición, me interrogo a mí mismo sobre quien es el que realmente decae,si es el arte o soy yo….seguramente que sea yo. Pero qué le vamos a hacer…al fin y al cabo la existencia de una persona es efímera… la de las piedras…se antoja casi eterna. Otros las colocarán dentro de mil años de alguna otra manera.
Después de estudiar un año Estética, de leer más de uno y dos tratados, concluyo como Sócrates: «Solo sé que no sé nada». Si me hubieras preguntado ayer te diría que las metáforas son adecuadas; si me preguntas hoy , te digo que eso no son más que piedras, ni más ni menos; si me preguntas mañana, Dios sabe lo que te diré. Creo que estamos tan incrustrados en la posmodernidad que ya no sabemos absolutamente nada de nada. El discurso teórico tan barroco en el que nos movemos permite la existencia de lo no existente; y desde ese instante ya cualquier discurso es válido.
Pero bueno, como no es ayer ni mañana, te digo que no veo más que unas piedras amontonadas sobre otras. Si mañana sigue esta entrada en portada, ya veremos lo que te digo.
Ahora bien, lo que parece… termina siendo.
Un saludo.
No olvideis Manolo, Fermín y José Manuel el contexto en que se produce la Biennale veneciana. Una ciudad que se hunda y desaparece.
Por primera vez además, desde 1922 con fundación mussoliniana mediante, se incorporará un pabellón del Vaticano. Sí he dicho el Vaticano o los Estados Pontificios, que versará sobre ‘El Génesis Biblíco’ que no artístico. HAblaré proximamente del reto vaticano. Para unir al reto español.
Pues aquí estaré para saber más cosas y todo ello, además a domicilio. Todo un lujo D. José. Un abrazo.