¿Queremos que vuelvan los ríos de la Mancha?

Si en esta región tuviésemos algo de cuajo, nos interesase algo nuestro porvenir y -lo que ya es demasiado pedir- nuestro pasado, uno de los premios que se entregasen el próximo 31 en la festividad -un decir- de Castilla-La Mancha, debería ser sin duda para Avioneto, el autor anónimo del magnífico viaje aéreo por los ríos reconquistando sus espacios en el Campo de San Juan, y que hace aproximadamente un mes subió a Vimeo. (El vídeo se puede ver en esta dirección http://vimeo.com/user17675771).

Es más: es un vídeo que debería ser emitido por la televisión pública, mostrado en colegios, institutos y universidades, dado a conocer hasta la saciedad. Pero creo que no será así. Es más: no interesa que se vean los ríos de la Mancha. Porque los ríos de la Mancha no se desbordan, sino que recuperan sus cauces, ese territorio mágico que todavía en las fotografías aéreas muestran una textura especial, un gris plateado que va marcando lo que es, lo que debería ser el territorio del agua. Y además este vídeo demuestra que lo que se creía perdido, abandonado y desahuciado, vuelve por sí mismo, sin ayudas, sin que los poderes públicos hayan hecho algo válido por su recuperación.

He dedicado mucho tiempo a reconocer los paisajes que Avioneto sobrevuela. Con la memoria de esos caminos recorridos en veranos tórridos y en inviernos de nubes y lluvia. Con imágenes aéreas de los últimos diez años, con los mapas topográficos actuales y los antiguos, donde permanecen para siempre nombres de molinos, caminos, ventas, norias… de los que ya sólo sobrevive, en el mejor de los casos, alguna tapia o un último recuerdo. Porque es un lujo seguir el viaje sobre el Záncara y el Gigüela reclamando su espacio. Son ríos, no vacíos, ya no son cauces resecos reconvertidos en canales estrechos. Entre la confluencia del Záncara con el Río Viejo del Guadiana, y el puente del Conde en Villarubia, el agua vuelve a recuperar su espacio. Ahí está La Puente Grande del Záncara tomada por tablas inmensas sobre las que vuelan garzas blancas sobre el Campo de San Juan. Las motas del Gigüela en la junta, el agua en la raya de la Cañada Real Soriana Oriental, la Casa de la Cárcel de los Ríos rodeada en su isla… Los ríos rompen los canales donde un mal día se los metió, vuelven a sus vados, el cauce se aprieta entre el Ojuelo y la Cañada de las Carretas, junto a Villarta. Y se abre en la Vega del Conde, en Arenas de San Juan, y dibuja el olvidado Caz del Molino de Angulo. Y viene del sur, casi paralelo, el reguero del Ojo de la Médica, y luego el puente Máximo, y el de los Sacristanes, el camino del Embarcadero, y, al final, la Madre Chica del Gigüela…

Un espectáculo, el renacer de una tierra, la vuelta como por ensalmo del Záncara, verdadero padre que aúna y conduce los ríos de todo el alto Guadiana. Las decenas de vídeos caseros que se pueden ver en YouTube demuestran el esfuerzo titánico del Guadiana subiendo cauce arriba, del Záncara bajando lento pero seguro. ¿Cabe mayor espectáculo, mayor asombro? Y todo ello en la Mancha, el lugar donde se ha producido el mayor desastre ambiental de España de los últimos decenios con el agotamiento de su acuífero. Ríos que ya se pensaba perdidos y enterrados para siempre, con eso que eufemísticamente se denomina Dominio Público Hidráulico, roturado, tomado por los tractores, ocupado por naves industriales, placas solares y toda la parafernalia que va contaminando el paisaje sagrado de la Mancha.

El pasado viernes el Consejo de Ministros daba el visto bueno al Plan hidrológico de la cuenca del Guadiana. Un plan vacío de contenido, donde huye –como todos, pero aquí si cabe con mayor urgencia– de lo estipulado por la Directiva Marco del Agua. Poco se ha hecho en el alto Guadiana por recuperar sus ríos, y quizá menos se haga, aparte de gestos grandilocuentes, comprar dos o tres finquitas junto al embalse de Las Tablas, o perder mucho tiempo con planes especiales que al final se quedan en nada. Porque falta lo más importante: la conexión del ciudadano con su entorno, con su pasado, con su futuro, con las posibilidades reales de su tierra. Hay que recuperar las tablas perdidas en los horcajos de los ríos; hay que deslindar y dar espacio a las llanuras de inundación; hay que restaurar, devolver, enseñar lo que fue y lo que debería ser.

El alto Guadiana, sus ríos, vuelven. Y los Ojos, y los ríos, y el azul esmeralda de las aguas que brotan de la tierra. Llegan de Ruidera o bajan por el Záncara. Hay que preparar el camino. Ya sé que políticamente no interesa, que tenemos una Consejera de Agricultura (que no Medio Ambiente) que sólo mira por el interés particular de determinados regantes en el alto Guadiana, y de ahí que se modificara la Ley de Aguas estatal. Que la prioridad política es legalizar pozos «ahora que hay agua». Pero no. El alto Guadiana es de todos, no de quienes «usan» el agua. El alto Guadiana, su recuperación, debe ser una prioridad para Castilla-La Mancha, no un estorbo como parece. Y, ante todo, debe ser un espectáculo, un ejemplo de la Naturaleza, una enseñanza como decían los antiguos. Cuando el agua vuelve, es que la vida quiere volver. No volvamos a enterrar los ríos de la Mancha en lo profundo de la memoria. Démosles su espacio, su territorio y su luz. Se lo debemos. Nos lo debemos.

Miguel Ángel Sánchez
http://golindelasenda.blogspot.com.es/