José Ignacio González Mozos.- Tras el pasado artículo en el que hablaba sobre los orígenes de la zarzuela y en especial de la restauración y desarrollo que sufrió a partir de la segunda mitad del siglo XIX con la zarzuela grande, el género chico, la opereta, la revista o los bufos de Arderius, se hace obligado abordar hoy la evolución de nuestro género lírico durante el siglo XX. Este siglo asiste a la rápida desaparición del género chico que deriva hacia piezas cómico líricas de disparatado y cuestionable argumento en la mayoría de los casos.
La zarzuela comienza su particular ocaso tras el primer cuarto del siglo XX y en especial en los años previos a la guerra civil española, debido al cambio en los gustos sociales, lo que provoca que el público natural de la zarzuela, el mediano y pequeño burgués, se aleje paulatinamente de ella, centrando su atención en otros géneros musicales más frívolos y de montaje menos costoso. Es así como comienzan a emerger en primer lugar géneros como el Cuplé, la Revista, el Vodevil, la humorada o el juguete cómico-lírico y más tarde la música “comercial ligera”, el Jazz y el Rock a partir de los años cuarenta y cincuenta que provocarán una verdadera revolución musical no sólo en España, a lo que cabe sumar el desarrollo del cine y la televisión que propiciará que el público desvíe su atención hacia estos incipientes géneros musicales.
Algunos autores de zarzuela intentaron adaptarse a los nuevos cambios utilizando elementos más actuales como por ejemplo números con ritmos derivados del Jazz como el Fox-Trot o el charleston sin demasiado buen resultado ya que la temática de muchas de ellas estaba ya superada. Peor fue el renacer de la zarzuela regionalista en el que aparecían lagarteranas, manchegas o murcianas ya que salvo en las comarcas dónde se apreciaba el uso musical de su tradición folklórica, ésta poco o nada tenía ya que ver con la España urbana de mediados del siglo XX.
Todo esto nos hace deducir que la vida creativa de la zarzuela había comenzado a agotarse tras la guerra civil española y especialmente a partir de los años cincuenta, aunque tenga un incuestionable valor cómo género histórico que ha reflejado fielmente las costumbres, historia y gustos del pueblo español a lo largo de un siglo de vida.
A pesar de todo la zarzuela grande en varios actos sigue teniendo importancia hasta el primer cuarto del siglo XX con importantes obras como “Doña Francisquita”, “Maruxa” o “Bohemios” de Amadeo Vives, aunque en la mayoría de los casos la zarzuela vaya evolucionando hacia la Opereta, el Sainete, la Revista y el denominado Género ínfimo, varietés, couplé, sketch, vodevil, humorada cómico-lírica, etc… que se desarrollaron en grandes capitales y desplazaron paulatinamente al público de la zarzuela hacia estos nuevos espectáculos en los que, más que la calidad del libreto o la música, interesaba provocar la risa fácil y el entretenimiento desenfadado, apoyado en lo picante, procaz y disparatado.
Las pertenecientes al Género ínfimo solían ser obras en un acto con números de música y baile como por ejemplo “Las Corsarias” nacida cómo humorada cómico-lírica en un acto y tres cuadros con música del maestro Francisco Alonso y cuyo número de la banderita llegó a ser tan famoso que el rey Alfonso XIII hizo condecorar a los autores. En 1934 se transformó en revista ampliándose a dos actos y adaptándose la letra a los nuevos tiempos republicanos. Fue representada unas 1500 veces seguidas en España y se estima que unas 100.000 en el resto del mundo.
Otro de los géneros por los que evoluciona la zarzuela, es la Revista un espectáculo que combina música, baile y escenas teatrales sin aparente conexión entre ellas y que con antecedentes en el siglo XIX cómo “La Gran Vía” de Chueca, se encamina hacia obras cada vez más frívolas y suntuosas en las que el aparato escénico de luz y color así como el diálogo, se imponen a los aspectos musicales o dramáticos, debiendo destacar “El príncipe del carnaval” obra de José Serrano en la que se cuenta cómo un joven príncipe vive en continuo carnaval, en eterna locura realizando un viaje fantástico por las fiestas de carnaval de las principales ciudades del mundo.
La Opereta es otro de los grandes géneros preferidos por los autores de zarzuela, en la que se cultiva una música de calidad y sabor cosmopolita destacando el efecto visual de la escena con suntuoso aparato escénico de luz y color y en el que la situación y el diálogo reflejen el ambiente de la obra. Cabe destacar “La corte de Versalles” opereta en tres actos de Amadeo Vives o “Benamor” de Pablo Luna exitosa opereta en tres actos que en forma de cuento oriental nos muestra las disparatadas situaciones creadas por la confusión de identidades entre un Sultán persa, Darío y su hermana Benamor. Con “La corte del faraón” de Vicente Lleó se inicia el denominado género sicalíptico dentro de la opereta. “La corte del faraón” es casi una comedia bufa con tintes de opereta que partiendo de la biblia y con una buena calidad musical nos muestra a través de diálogos llenos de connotaciones sexuales, insinuaciones y trama vodevilesca el Egipto de los faraones, siendo una de las grandes zarzuelas del siglo XX.
Por último no podemos olvidarnos del Sainete Lírico que describe las costumbres pintorescas continuando con sus argumentos castizos ambientados en los barrios bajos madrileños en los que aparecen personajes burlones, graciosos o jaraneros destacando caracteres de su realidad social cómo el amor, juego, honor, poder, etc… Si bien los antecedentes del siglo XIX “La verbena de la Paloma” de Bretón sentaron las bases de este género podemos destacar en los primeros años del siglo XX obras cómo “El agua del Manzanares” con música de Tomás Barrera o “La Pitusilla” con música de Reveriano Soutullo.
Vamos a realizar a continuación un breve recorrido por la vida de algunos de los principales músicos que cultivaron estos géneros a lo largo del siglo XX.
En primer lugar vamos a hablar de José María Usandizaga( 1881-1915) nacido en San Sebastián donde comenzó sus estudios perfeccionándolos en la Schola Cantorum de París con nada menos que con Vicent D`Indy. Destacan obras cómo la ópera “Mendi-Mendiyan” de 1910 y las zarzuelas “Las golondrinas” de 1913 y “La llama” de 1914. Músico muy completo dejó asimismo poemas sinfónicos “Dans la mer”, fantasías y rapsodias para piano, cuartetos, una Misa y obra para órgano.
Vicente Lleó (1870-1922) nace en Valencia trasladándose a Madrid dónde se convierte en empresario del teatro Eslava, obteniendo grandes pérdidas económicas tras lo cual emigra a América para rehacer su fortuna regresando en 1922 con la salud gravemente dañada. Muere en Madrid al poco tiempo en 1922. Sus principales obras son las operetas “El duque de Luxemburgo”, “La república del amor” o la célebre “La corte del faraón” . Aunque la producción de zarzuelas llegó al centenar la mayoría no han permanecido en el repertorio.
Con el caso de colaboración entre dos músicos Reveriano Soutullo (1884-1932) y Juan Vert (1890-1931) llegamos al mejor ejemplo de zarzuela regionalista del siglo XX con títulos como “La del Soto del Parral” de 1927 o de corte romántico como “La leyenda del beso” de 1924.
Amadeo Vives (1871-1932) fue un músico de gran formación musical además de ser una persona sumamente culta que pronunció numerosas conferencias publicando libros sobre ensayos musicales, todo esto aparte de ser uno de los principales músicos españoles del primer cuarto del siglo XX. Sus obras más destacadas son “La Generala” (1912), “Maruxa” (1914), “La Villana” (1927) y sobre todo la magnífica zarzuela romántica “Doña Francisquita” de 1923.
Manuel Penella músico Valenciano nacido en 1880 y fallecido en 1939, destacó no sólo cómo compositor sino como empresario de espectáculos teatrales. Sus principales obras fueron la ópera “El gato montés” con su famosísimo pasodoble, las zarzuelas “Don Gil de Alcalá” ambientada en la América colonial o “Las musas latinas” de 1910.
El gran José Serrano nace en Sueca ( Valencia) en 1873 dedicándose primero al Sainete para el que demuestra un don melódico natural con obras como “El corneta de órdenes” ( 1900) ,”Moros y cristianos”( 1904) o “Alma de Dios” (1907), continuando con zarzuelas tan aplaudidas como “La canción del olvido” (1916), “La Dolorosa” (1930) o “Los claveles” de 1929.
Pablo Luna (1879-1942) gran director de orquesta y compositor de óperas, zarzuelas y revistas, nos dejó obras de la talla de “Molinos de viento” (1910), “El asombro de Damasco” (1916), “El niño judío” (1918), “Benamor” (1924) o “La chula de Pontevedra” de 1928, así como el maravilloso poema para banda de música “Una noche en Calatayud”.
El granadino Francisco Alonso (1887-1948) decidió llevar la zarzuela hacia la revista con obras como “Las corsarias” (1919), “Las Leandras” o “La linda tapada” (1924) y zarzuelas regionalistas como “La Parranda” de 1928. “La Calesera” de 1925 es considerada como su obra maestra en la cual evoca las luchas políticas del siglo XIX con un marcado sello madrileño y popular.
Nuestro toledano de Ajofrín, Jacinto Guerrero (1895-1951), siguió un camino práctico en el que primaban por encima de todo los números popularistas regionales aderezados con una música pegadiza. Sus principales obras son “Los Gavilanes” (1923), “El huésped del sevillano” (1926), “La rosa del azafrán” (1930) o “La fama del tartanero” de 1931.
Federico Moreno Torroba (1891-1982) fue director de orquesta, empresario, presidente de la Sociedad de Autores y gran compositor de zarzuela. En su producción destacan óperas como “La virgen de Mayo” (1924) o “El poeta” (1979) así como zarzuelas entre las que cabe destacar “Luisa Fernanda” (1932), “La chulapona” (1934) o “María Manuela” de 1957. Por otra parte el maestro Torroba cultivó la música sinfónica, dejándonos además varios conciertos para guitarra y fantasias para piano.
Y así llegamos a uno de los principales maestros del género de la zarzuela y la opereta Pablo Sorozábal (1897-1988) maestro donostiarra formado en Leipzig dónde permaneció durante diez años, ocupando a su regreso a España, los cargos de director de la orquesta filarmónica de Madrid y de la banda municipal de Madrid. Hombre de gran formación y sólidos principios y convicciones, tuvo grandes problemas en los meses previos a la guerra civil con la Falange que por aquel entonces dirigía D. Jaime Foxá y posteriormente tras la guerra con la censura que o bien prohibía sus estrenos o en el mejor de los casos silenciaba sus éxitos como ya comenté en un artículo anterior publicado en Miciudadreal.es en el mes de Febrero. Sus principales obras son la opereta “Katiuska” (1931), “La isla de las perlas” (1932), la zarzuela popularista “La del manojo de rosas” (1934), “La tabernera del puerto” (1936) o las operetas ligeras “Black el payaso” de 1941 y “Don Manolito” de 1942. La gran formación del maestro Sorozábal propició que tocara bastantes géneros destacando obras como “Variaciones sinfónicas”, un cuarteto y gran cantidad de “Lieder” algunos con orquesta. Siempre me gusta recordar la estrecha vinculación del maestro Sorozábal con la ciudad de Puertollano y la gran amistad que tuvo con D. Ángel Parla Candenas, director de la banda de dicha ciudad, hecho que hizo que entre otras cosas disfrutemos hoy en esta ciudad de un conservatorio que lleva tan insigne nombre.
Es imposible en el limitado espacio de un artículo, plasmar todos los nombres que formaron el elenco de compositores de zarzuela, quizá podamos citar aparte de estos grandes otros como Rafael Millán, Díaz Giles, Tomás Barrera, José Padilla, Martinez Valls o Rafael Calleja quienes con obras como “el príncipe del carnaval” o “el cantar del arriero” también deben ocupar un sitio de honor junto a los grandes del género.
Aunque grabó tres o cuatro y alguna antología de romanzas,la única zarzuela que logró llevar al inmenso Kraus a los escenarios en tres ocasiones al menos, la última en 1988, en el Liceo de Barcelona, fue D. Francisquita con un insuperable Fernando Soler. Y bueno… Werther ,de Massenet y Manon Lescaut en su vibrante voz suenan a gloria. Era divino.
La inigualable voz de tenor lírico de Alfredo Kraus no solo se adaptaba a la perfección al personaje de la opera Jules Massenet sino que supo elevar a lo más alto algunas de nuestras mejores zarzuelas, un verdadero lujo para nuestro género lírico.