Sabíamos que el presidente José María Aznar tuvo un cuaderno azul, o un cuaderno A. No sólo, así llamado, por la letra inicial alusiva a su color, sino por ser ese el cuaderno del Presidente del Gobierno y del número 1 del Partido. Cuaderno pequeño y misterioso, donde anotaba, en forma de aforismos elementales sus pensamientos más profundos y cifraba en clave exotérica las perspectivas de un cambio de gobierno venidero.
También diseñaba en ese cuaderno, las estrategias clarividentes a seguir para los venideros años de sequía, o resolvía las crisis abiertas con una letra menuda, apretada y quieta y apenas inteligible para un grafólogo muy experto y avezado.¡Ay los grafólogos! Durante otros años, ese cuaderno menor y azul, como el color del fondo de la cartelería del Partido Popular y del ‘merchandising’, le quitó el sueño a muchos militantes de primera línea con posibilidades de promoción y ascenso. Igual que el cuaderno callado fue objeto de especulación vana y análisis huero de tanto politólogo de aluvión, tratando de atravesar y taladrar la dureza de sus tapas azules para penetrar en el fondo blanco de sus páginas, tatuadas con signos irrepetibles y códigos diversos que asemejaban la caligrafía de un sueño.
Hemos sabido, años más tarde de aquel descubrimiento, que el Tesorero del susodicho partido que soñaba con el cuaderno azul de Aznar, esto es el Partido Popular, Luís Bárcenas, era titular de un cuaderno B. No se si de marca afamada, como Moleskine, Luxindex o Parchemin; o del popular sector bazar, de Grandes Superficies y Supermercados. Cuadernos al por menor Made in Italy, o cuadernos a granel Made in China, que más da. En donde anotaba, con esmerada caligrafía, todos los pagos, ingresos, sobresueldos, primas y subvenciones de una extraña y pintoresca contabilidad apocrifa. De una contabilidda recreativa y muy imaginativa.
Que ahora resulta que es una Contabilidad B, o fruto de una Caja B, que obviamente proviene de la inicial de Luís Bárcenas, el Tesorero escribiente e imaginativo contable. Contabilidad B o Caja B, por lo que investigan en la Audiencia Nacional y por lo que publican y dicen en los medios. Y esos cuadernos diversos y ocultos, reflejan e iluminan cierta intimidad contable e inconfesable, que deja al descubierto las verguenzas financieras de un partido dual: que predica el voto de castidad económico con una mano, y con la otra agita el dicho viejo y concupiscente de ‘chupa y traga moraga’. Por lo que, obviamente, el cuaderno barcenista o cuaderno B, tatuado, analizado y explorado por expertos económicos, grafológicos, informáticos y por sabuesos fiscales, será sin duda un cuaderno B, como la copa de un pino.
Y, finalmente, podemos hablar de los cuadernos W, llamados así entre el gremio de ‘Papelerías y Objetos de Escritorio’, como los cuadernos Wert, en alusión al vigente Ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert. Y es que el ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, justificó, en septiembre de 2012, que la aplicación del tipo general del IVA, a cuadernos, témperas, ceras, cartulinas, gomas de borrar, mochilas, compases y artículos semejantes fuera del 21%. Y lo hizo con el argumento garboso y cumplido, de que “técnicamente nadie puede decir si un cuaderno (u otro producto de la lista) lo va a usar un niño de sexto de Primaria o un arquitecto que tiene su estudio”.
¿Quién utilizará el malhadado cuaderno que duerme en anaqueles y estantes de los establecimientos del ramo?, ¿un modesto escolar advenedizo de algún curso de primaria?, ¿un arquitecto de prestigio y posibles lucros? O ¿un artista de aluvión y pluma? Y aún dicen que los cuadernos son caros, como el pescado que pintara Sorolla.
Ni los cuadernos azul y marrón de Wittgenstein dieron tanto juego. Buen artículo. Un saludo.