-Así empezó todo?- se interrogó en voz alta Paracuellos…
-Así empezó todo-repitió Lorena en la respuesta como si fuera el eco.
-Un chico retrasado que descubre una mina de diamantes….¿Tengo que creérmelo?
-¿Si te digo que te lo creas, me creerás al menos a mí?- Lorena recogió las piernas y las subió al banco con cuidado de no exponer demasiado su intimidad. Lo hizo con esa soltura innata de mujer. Miró a Paracuellos de reojo. Un efluvio de aire tibio y de Lavanda le llegó hasta el corazón mismo. El aire nocturno y la cotundencia de las cosas alrededor prendió en Paracuellos un deseo animal de amarla allí mismo, pero al mismo tiempo era como si se abrieran las compuertas de una ternura largamente amansada. Se acercó a Lorena y la besó dulce, pero densamente en la boca. Bebió su humedad caliente y su saliva dulce, mordió con delicadeza extrema los labios de la muchacha. Y la muchacha extasiada de amor, suspiró tan embriagadoramente arrebatada, tanto, que casi le dolió el aire en los pulmones.
-¿Me vas a creer a mi?-le susurró, boca con boca…
-Eres detectiva, Lorenita. Las detectivas mentís más que los detectives… – dijo Paracuellos sin apartarle la boca. Lorena estaba recostada en el banco del parque del caballero loco rodeado de pensamientos.
-Siento tu corazón, mamarracho, creo que te has enamorado de mi…
-Va el compás del tuyo, visitadora…
-¿Visitadora?,¡Qué gracia!¿Cómo es que me llamas visitadora?
-Me he acordado de la novela de Vargas Llosa…
-Vaya, pero mi coronel no tiene quien lo visite…- Lorena rió, poniendo la barbilla sobre las rodillas.
-Dejémonos de pelear por ver quien de los dos es más leído y sigue con la historia del descubrimiento de la mina..
-Es increíble ¿a que sí?
-De todo punto….
-Pues verás, resulta que…
El dueño del Gallo Ponedor contempló ante sí atónito, sobre el mostrador de madera sucia de la taberna un montón de piedras, algunas como trozos de cristales como engarzados en tierra. En un principìo, el tabernero pensó que se trataba de pedazos de cuarzo pero la forma, el color, un poco amarillento por la impureza del nitrógeno, lo hizo sospechar. De inmediato sacudió la cabeza para no caer en las redes de un pensamiento estúpido. Estaban solos en ese momento el pobre Pericón y el tabernero Rémulo, que asi se llamaba el fortachón pelirrojo que encandilaba a Pericón con sus aventuras inventadas. El hombre cogió un pedazo octaédrico , de caras lustrosas y una botella medio vacía. Pasó sobre ésta una de las aristas de la piedra prodigiosa y le hizo una muesca con la misma facilidad que si hubiera presionado sobre una tabla de arcilla.
Rémulo salió de la barra, recogió las piedras y se las echó al bolsillo. Salió a la puerta de la taberna y escrutó la soledad de la calle. No había ni un alma. Un perro viejo que caminaba triste contra la pared siguiendo una hebra de sombra fue lo único vivo que en ese momento había bajo el sol de plomo de Albercas Profundas. Rémulo regresó al interior y cerró la puerta..
-Estas pìedras, amiguito…¿hay más? -le dijo poniendo sus manazas sobre los hombros caídos del disminuido.
-Siii, muuuuchas, piedras muuuchas, como los cristales, cortaaannn mucho…
-¿Y dónde están estas piedras, Pericón? Si me lo dices te llevaré a matar leones con mi navaja barbera…
-En La Garganta- balbuceó el chico llevándose la mano a su propio cuello…
-¿La Garganta del Pescuezo? -precisò el tabernero…
-Siiiii…
-Bueno, qué tal?
-Es impresionante, Lorena, pero me estás empezando a mosquear.¿Tú qué eres en realidad? ¿Una sabuesa sabrosona, una linda muchacha de Madrisss, una cuentacuentos o todo a la vez?
-Todo a la vez
-¿Por qué no me sigues contando el cuento en la bañera, los dos juntos, en el agua, uno enfrente del otro, jugueteando con los dedos de los pìes…
-Mmmm, vamos, vamos..
Los dos jóvenes se levantaron del banco y corrieron a casa en pos del deseo que los llevaba como en volandas. Lorena era sorprendente.
[…] Capítulo 17 […]