José Ignacio González Mozos.- La zarzuela es el teatro lírico popular español por excelencia, al menos comparable con cualquier otro que se haya hecho en el mundo a lo largo de la historia. Sin embargo y a pesar de las similitudes con el “singspiel” germánico o la “ópera cómica” francesa, géneros que profesan gran respeto y se suelen escuchar en muchos de los principales teatros europeos, la zarzuela sin tener una calidad musical inferior a estos, ha quedado relegada al ámbito de influencia de nuestro país.
La razón radica probablemente no en la calidad musical de las obras sino en los libretos de indudable carácter local, que han creado un fenómeno de limitación en una música que podría haber adquirido un marcado impulso internacional. Quizá por esta razón, no han faltado voces a lo largo de estos dos últimos siglos que han tildado a la zarzuela de género menor o “populachero”, llegando a aplicar, quizá por ignorancia, el término “género chico” en sentido peyorativo a todo tipo de zarzuela incluida la zarzuela grande.
Decía el genial compositor español Emilio Arrieta, siendo director del conservatorio de Madrid a finales del siglo XIX en relación a este asunto; “Opera cómica es el nombre que debió haberse preferido por todos nuestros compositores para nuestro teatro lírico nacional (…). El malhadado nombre de zarzuela ha causado más daño a la ópera cómica española, en la opinión general acerca de su verdadero carácter e importancia artística, que sus envidiosos y los necios que no la comprenden. La zarzuela no es ni más ni menos que lo que en Francia se llama ópera cómica (…) tal como se viene cultivando también en Alemania (…) sin que a nadie se le haya ocurrido en aquellos ilustrados y afortunados países lamentarse de esta clase de espectáculos, calificándolos de híbridos e indignos del arte, como aquí lo hacen los que más obligados están a respetarlos”…
Y es que la zarzuela y muchos de quienes la cultivaron, tuvieron enconados enemigos que como Henry Collet, Pedro Antonio de Alarcón o Felipe Pedrell utilizaban adjetivos como “despreciable”, “degradado” o “encanallado” para referirse a ella. ¿Cómo podía haber críticas tan feroces para un género tan arraigado en el pueblo y para unos compositores que en muchos casos se habían formado en los mejores conservatorios de Europa? La respuesta quizá esté en que la nobleza y al alta burguesía, asiduos a la ópera italiana, veían la diversidad regional y el color local del que hacía gala la zarzuela, como símbolo del atraso de España respecto de Europa, cayendo a menudo en la imitación de la moda extranjera encaminada a salvar la distancia cultural entre una y otra, y despreciando lo propio.
Esto se aprecia en hechos como por ejemplo la dificultad que tenían los compositores españoles para estrenar sus obras en el Teatro Real, teniendo a menudo que reconvertir algunas de sus zarzuelas en óperas como ocurrió entre otras con “Marina” de Emilio Arrieta, zarzuela que se estrenó en Septiembre de 1855 sin éxito, transformándose más tarde en una ópera que fue presentada en el Teatro Real en Marzo de 1871 con cantantes de prestigio, como el tenor Enrico Tamberlick y que transformó su fracaso inicial como zarzuela, en un gran éxito para su autor siendo una de las óperas españolas más importantes del XIX.
Aunque la época de esplendor para la Zarzuela es la segunda mitad del siglo XIX, el nacimiento del género tiene lugar en el siglo XVII en tiempos de Felipe IV, rey que era aficionado por igual a los toros, a las mujeres y a la caza, atribuyéndole las lenguas de doble filo unos 37 hijos bastardos y el gusto por ser aclamado con el sobrenombre de “El Grande” a pesar de haber perdido Portugal, que se separó definitivamente de España en 1668 por el Tratado de Lisboa, habiendo dejado el país en la miseria tras años de guerras y de corrupción. Sin embargo si algo bueno tuvieron las cacerías que Felipe IV organizaba en el norte de Madrid fue la organización de las llamadas “fiestas de zarzuela” que tenían lugar cerca de El Pardo y debían su nombre a la cantidad de zarzas y otros arbustos que abundaban en la zona.
En estas fiestas cortesanas, se interpretaban obras musicales muy similares a la ópera pero más cargadas de efecto que alternaban partes de canto y partes habladas y que fueron designadas por el topónimo del lugar en el que se representaban. Estas primeras zarzuelas del Barroco a pesar de tener influencia de las primeras óperas italianas, usaban ritmos populares españoles, bailes y danzas, tonos y tonadas, y aunque sus protagonistas eran dioses mitológicos se movían impulsados por emociones humanas como la envidia, el amor, los celos y la venganza, por lo que su temática solía ser idealizada, amorosa y pastoril.
Como primeras zarzuelas del Barroco podemos citar “El jardín de Falerina” de 1648 “El golfo de las sirenas” de 1657 basada en episodios de la odisea de Homero, “El laurel de Apolo” de 1658 compuesta para celebrar el nacimiento del príncipe heredero Felipe Próspero. “La púrpura de la rosa” de 1660 basada en fábulas de la Metamorfosis de Ovidio y “Celos aún del aire matan” sobre la fábula de Céfalo y Procris también de la metamorfosis de Ovidio, fueron óperas destacadas de esta época, encargadas por Felipe IV para la boda de su hija, María Teresa de Habsburgo con Luis XIV de Francia. Los textos de estas primeras zarzuelas se los debemos a nuestro gran literato Pedro Calderón de la Barca que colaboró en algunas de ellas con el músico Juan Hidalgo (1600-1685) y a Lope de Vega que escribió el libreto de “La selva sin amor”. Otros músicos importantes en este incipiente género fueron Antonio Literes(1673-1747) y Sebastián Durón(1660-1716).
A pesar del éxito inicial, con la llegada del siglo XVIII y la entronización de los Borbones, Felipe V desarrollará un gusto musical basado en la importación de lo italiano que tendrá como consecuencias el establecimiento de compañías italianas en Madrid y el olvido paulatino de la zarzuela ya que el castellano, poco dominado por el nuevo monarca, desaparece como lengua en el universo lírico. A todo esto contribuyó un famoso castrati italiano contratado para aliviar con sus hermosas serenatas la melancolía nocturna que padecía Felipe V y que se autoproclamó dictador musical cortesano; su nombre Carlo Broschi más conocido como “Farinelli”.
Cabe destacar en este periodo alguna zarzuela como “Viento es la dicha del amor” 1743 con música de José de Nebrá y “Las segadoras de Vallecas” 1768 de Antonio Rodríguez de Hita y texto de Ramón de la Cruz, aunque prácticamente la zarzuela desaparece en aras de la Tonadilla escénica que florece hacia 1750, alcanzando enorme difusión hasta finales del siglo XVIII. La Tonadilla es una obra escénica corta, satírica, cantada y hablada, que ridiculiza las costumbres y tópicos españoles de la época a modo de crítica social, incluyendo todo tipo de canciones y danzas populares españolas como la seguidilla, el fandango y utilizando personajes populares extraídos de la vida cotidiana.
Sin embargo la verdadera restauración de la Zarzuela la tenemos pasado el primer tercio del siglo XIX de la mano de autores como Carnicer, Saldoni o Pedro Albéniz con quienes el género empieza a brotar de nuevo. Podemos destacar la obra “Los enredos de un curioso” de 1832 como una de las primeras obras de este nuevo resurgir de la zarzuela. Dos de los teatros que ayudaron a dar forma a esta nueva zarzuela decimonónica serán el “El teatro del Instituto” y sobre todo el “Teatro de la Cruz”.
La zarzuela del siglo XIX se puede dividir en varios tipos; La Zarzuela Grande, generalmente en dos o tres actos y en la que predomina el texto cantado sobre el hablado y la temática histórica española; El Género Chico, que deriva del teatro por horas, suele tener un acto y carácter popular sobre asuntos de la vida cotidiana o castizos y del que derivan el Sainete Lírico en un acto, localizado generalmente en Madrid y la Revista, sucesión de escenas sin enlace argumental. Por otro lado también tuvo importancia el Género Bufo creado por Arderíus, en el que se simplifica la música y se abusa de lo cómico.
El primer éxito importante para la zarzuela Grande decimonónica, viene de una obra que se inspira en la forma de la opereta francesa, su título “Colegialas y soldados” de Rafael Hernando, estrenada en Madrid en Febrero de 1849, que entusiasmó al público y a la que siguieron “El duende” del mismo autor. “La mensajera” de Gaztambide, “Gloria y peluca” de Barbieri o “El campamento” de Inzenga también contribuyeron a afianzar la zarzuela grande. Rafael Hernando escribirá un total de diecisiete zarzuelas de éxito y algunas obras religiosas.
Dada la importancia que estaba adquiriendo el género, Gaztambide tuvo la idea de formar una sociedad artístico-musical que desarrollaría la actividad del nuevo género en el Teatro del Circo y en la que Gaztambide sería director de orquesta, Barbieri maestro de coros, Hernando administrador, Inzenga archivero y Oudrid ayudaría a sus colegas con la obligación de componer tres obras al menos cada año. Esta sociedad será conocida como la “Sociedad Artistico-musical de Socorros Mutuos”.
Así llegó el estreno de una de las zarzuelas más importantes del XIX, “Jugar con fuego” de Barbieri en Octubre de 1851, que sienta las bases de la zarzuela grande, es decir, la Zarzuela en tres actos sobre un argumento literario completo. Otras importantes zarzuelas de Barbieri son “Los diamantes de la corona” y sobre todo, “Pan y Toros” y “El barberillo de Lavapiés” que conforman auténticos tesoros de graciosa y bella melodía. Llegó a componer Barbieri la música de 58 zarzuelas además de ser uno de los responsables de la construcción del “Teatro de la Zarzuela” inaugurado el 10 de Octubre de 1856 y que ayudó a desarrollar el género en Madrid. Muere este gran músico, que en su juventud intentó la carrera de medicina, el 17 de Febrero de 1894 en Madrid. Su labor como musicólogo fue de gran valor ya que rescató del olvido el “Cancionero musical de Palacio” verdadera joya que resume la práctica musical española del “siglo de oro”. Fue por otra parte un magnífico director de orquesta, destacando su labor en la sociedad de conciertos que fundó en 1866 y en la que hizo importantes esfuerzos en pro de la música sinfónica, casi inexistente en España por aquel entonces. Así mismo fue cronista musical publicando artículos en los principales periódicos españoles a favor de la música nacional y por supuesto se encargó de elevar la Zarzuela al lugar que le correspondía.
Otro importante autor de Zarzuela es Emilio Arrieta, que fue profesor de composición del Real Conservatorio de Madrid y director del centro, estudió durante siete años en el prestigioso conservatorio de Milán consiguiendo un notable éxito en dicha ciudad italiana con su ópera ”Ildegonda”, éxito que le sirvió más tarde como tarjeta de presentación en Madrid. Escribió unas cincuenta obras entre óperas y zarzuelas destacando “Marina”, “El Grumete” “La guerra santa” o el “Potosí submarino”. Murió en Madrid el 11 de Febrero de 1894 dejando un estilo musical apoyado en la técnica y la búsqueda de la perfección en la escritura.
Tomás Bretón nació en Salamanca el 29 de Diciembre de 1850 en el seno de una familia humilde. Antes de cumplir 10 años ya trabajaba como violinista en teatros y bailes para ayudar a la maltrecha economía familiar. Ingresó en el conservatorio de Madrid y según cuentan venció en solo cinco meses las dificultades de tres cursos de armonía consiguiendo en 1872 el primer premio de composición del conservatorio de Madrid junto a su compañero Ruperto Chapí, formándose posteriormente en Italia durante más de un año y en Viena dónde conoció la música de Wagner y aprendió alemán. A su vuelta a España ejerció durante ocho temporadas como director de la orquesta de la Sociedad de Conciertos, componiendo óperas, zarzuelas, una interesantísima producción de música de cámara entre la que cabe destacar sus cuartetos, poemas sinfónicos, siendo asimismo director y profesor de composición del conservatorio de Madrid entre 1901 y 1921. Sus obras más importantes son la ópera “Los amantes de Teruel” y las zarzuelas “La dolores”, “El guardia de Corps” o la genial “Verbena de la Paloma” que se estrenó en el teatro Apolo el 17 de Febrero de 1894 con un éxito aplastante llegando a representarse más tarde en Buenos Aires en cinco teatros a la vez. Bretón murió el 2 de Diciembre de 1923 dejando un legado artístico de auténtica calidad.
Ruperto Chapí nació en Villena el 27 de Mayo de 1851. Tocaba el cornetín que le sirvió para ganarse la vida más tarde en Madrid, mientras estudiaba en el conservatorio de música donde obtuvo el premio de composición en 1872. Viajó dos años a Italia y otros dos a París conociendo los principales ambientes musicales europeos e impregnándose de géneros y estilos. Compuso óperas como “La hija de Jefté” que fue presentada en el Teatro Real en 1875 o “Margarita la tornera”, poemas sinfónicos como “Escenas de capa y espada”, oratorios, cuartetos de cuerda, una sinfonía en re menor o la suite “La corte de Granada”, con su célebre fantasía morisca, entre otras obras dignas de mención; dedicándose a partir de 1876 casi en exclusiva a la zarzuela. Destacan Zarzuelas como “La tempestad”, “La bruja”, “El rey que rabió”, “El tambor de granaderos” o “La revoltosa”. Chapí murió el 25 de Marzo de 1909 siendo uno de los compositores más dotados y el verdadero impulsor del sinfonismo español moderno.
Sin embargo es Federico Chueca el músico que mejor supo reflejar la esencia del pueblo en el Género chico, del que fue el indiscutible maestro. Vivió Chueca en continuo contacto con el pueblo disfrutando con la gente que a su vez admiraba al maestro y no solo era admirado por las buenas gentes, sino la también por la llamada “gente del bronce” mendigos, golfos y chulos. Cuentan que una vez le robaron la cartera en el tranvía. Al ver los ratas la documentación se apresuraron a devolverle la cartera con las trescientas pesetas que contenía y cinco duros más a cambio del retrato que portaba, lo que nos da idea de la fama de la que gozó en vida. A pesar de esto Chueca necesitó ayuda constante para escribir las partituras ya que aunque la música brotaba con facilidad de su cabeza, nunca supo plasmar con corrección la música en el pentagrama debido a la falta de formación durante su juventud.
Lo que es innegable es que Chueca fue uno de los creadores de la música madrileña reflejando como nadie los personajes y las situaciones cotidianas. Sus principales zarzuelas son “La alegría de la huerta”, “Cádiz” cuya marcha se usó como himno patriótico para la guerra de Cuba, “La gran vía”, “Agua, azucarillos y aguardiente”, “El año pasado por agua” o “El bateo”. Chueca murió el 20 de Junio de 1908, cuentan que poco antes de su muerte y siendo diabético en muy alto grado, lanzaba con una cuerda una cestita desde el balcón de su domicilio situado en la calle de Alcalá nº2, para que los chicos del barrio le compraran pasteles y poder comerlos a escondidas de su familia. Así era la atractiva y entrañable personalidad de Chueca que fue capaz de hacer que su música llegara fácilmente a los corazones de la gente del pueblo.
Para finalizar este paseo por la zarzuela del siglo XIX, no podemos olvidar a Gerónimo Giménez autor que nació en Sevilla en 1854 estudiando violín en París con Alard y composición nada menos que con Ambrosio Thomas, consiguiendo el premio fin de carrera tras lo cual marchó a Italia para continuar su formación. Tras su regreso a España, dirigió la sociedad de conciertos durante doce años, la orquesta del teatro Apolo, del Teatro de la zarzuela y del Teatro Real contribuyendo a extender la afición filarmónica madrileña con sus páginas orquestales “La Torre del Oro” o “Los voluntarios”. Sus zarzuelas más destacadas son “La boda de Luis Alonso” de 1896, “El baile de Luis Alonso” de 1897 obras que tuvieron un clamoroso éxito de público y crítica, aunque la principal obra es una de las zarzuelas más importantes de finales del siglo XIX que debido a su intenso y genial lirismo se consideró casi como una ópera, “La Tempranica” estrenada en el teatro de la zarzuela el 19 de Septiembre de 1900. Lo que sigue pertenece ya a la historia de la zarzuela del siglo XX que abordaremos en próximos artículos.
No todo es folclore y localismo en la zarzuela. Tenemos grandes operetas desconocidas del gran público, léase Amadeo Vives, Pablo Luna, Usandizaga, Guridi, José Serrano, auténticas joyas oscurecidas por los complejos y estupidez de los falsos intelectuales.
Así es y así he intentado plasmarlo en este artículo. La zarzuela no es menos por ser un reflejo de la sociedad de su época o por tratar musicalmente aspectos de nuestra historia. Sin embargo vivimos en un país en el que se suele mirar con ingenua admiración todo lo que provenga de fuera mientras se ningunea lo propio y que en el caso de la zarzuela se traduce en un gran desconocimiento que provoca ese sentimiento de inferioridad ante otros géneros similares, únicamente por el nombre de quien los firma.Has citado a Amadeo Vives o a José Serrano algunos de nuestros grandes compositores de zarzuela del siglo XX de los que me gustaría hablar en próximos artículos. Un saludo y gracias por tu lectura Narnia.
Portugal no se separó definitivamente de España en 1668, sinó se separó del reino de León por el Tratado de Zamora en 1143 siendo país independiente desde ese año.
Esa independiencia tuve un interregno entre el 1580 y el 1640, cuando los Habsburgos de España fueran soberanos de las dos naciones. El Tratado de Lisboa de 1668 señala solo la data en la qual España reconoció el fín de la unión dinástica, que de facto ya había cesado 28 años antes.