Los niños han pedido amabilidad en la refriega política. Amabilidad no significa entreguismo o claudicación en la defensa de las propuesta propias o un modelo determinado de gestión; amabilidad significa argumentos de modo que se trasluzca, si fuera posible, la oposición furibunda hacia la idea o las propuestas del adversario sin que el adversario, como ciudadano, quede tocado por el trabucazo. Hace demasiado tiempo que en esta región se ha llegado al cuerpo a cuerpo político con tanta intensidad que el derribo personal del adversario pareciera el objetivo principal: él y sus ideas. Los dos. Pues bien, ya no lo piden opinadores, articulistas con más o menos influencia sino los niños.Los políticos deberían tomas nota.